Crímenes

Selección de Grandes Crímenes: El caso de la esposa enamorada

En realidad, cada quien recibe lo que merece
28.05.2023

TEGUCIGALPA, HONDURAS.-

URGENCIA. Eran casi las dos de la mañana de un viernes húmedo y frío cuando José se despertó con fuertes dolores abdominales, sudando frío y desesperado. Pero había algo más grave todavía. Estaba húmedo.

Cuando su esposa, angustiada, encendió la luz de la habitación, dio un grito. Su esposo se estaba desangrando, y con la sangre que había en la cama, había heces, llenando el espacio de un olor nauseabundo. Al verlo, la mujer se dio cuenta que estaba pálido, como la cera, y que también sangraba por la nariz, por la boca y por los oídos. De inmediato llamó al 911.

La ambulancia no tardó en llegar. Sin embargo, por más rápido que lo llevaran al hospital, ya era tarde para José. Demasiado tarde. Siguió sangrando sobre la camilla de emergencia del Hospital Escuela, y los médicos no entendían las causas. Y con la sangre, las heces. Tenían que transfundirle sangre, en un desesperado intento por salvarle la vida, y los médicos hicieron todo lo que estaba a su alcance. José luchaba por vivir, pero estaba condenado a muerte,

DE INTERÉS: Grandes Crímenes: Un caso imposible (Tercera parte)

A las cinco de la mañana, todo terminó. José quedó con los ojos abiertos, en los que se notaba un miedo horrible, y muchas palabras se quedaron en su boca, manchada todavía de sangre.

“Pobre hombre -dijo un especialista-; que muerte más horrible... Es como que se haya deshecho por dentro...”

“¿Veneno?” -le preguntó otro.

“Es posible, pero no huele a pastillas para curar frijoles...”

“Sin embargo, doctor, esta hemorragia es muy extraña... Es como si algo, algún agente, lo haya destrozado por dentro, destruyéndole los intestinos, y provocándole ese sangrado tan horrible por todos los orificios posibles”.

“No creo que la causa de muerte sea natural -agregó el otro médico-. Estoy de acuerdo con usted de que hay algo extraño en esta muerte... Tal vez fue provocada”.

“Era un hombre joven y fuerte...”

+Grandes Crímenes: Un caso imposible (Segunda parte)

“Cuarenta y cinco años, casado, dos hijos de diez y de doce años, con una pequeña empresa distribuidora de lácteos al por mayor, ingeniero de profesión, y, seguramente, con muchas ganas de vivir”.

“Dice la esposa que desde hace una semana, más o menos, empezó a quejarse de dolores abdominales, pero que se automedicó, por mientras tenía tiempo para ir al médico... Hace tres días, según lo que nos dijo la esposa, notó que tenía algo rojo en las heces, pero tampoco le hizo caso a aquel detalle... Y hoy, en la madrugada, se despertó con fuertes dolores, y con la hemorragia... Y murió tres horas después...”

“Y, como dije antes, una muerte extraña... No es una muerte natural. Ningún tumor de colón, ni ningún cáncer se manifiesta de esa manera... Por decir algo. Así que es mejor que le avisemos a la Policía... Haga que venga uno de los agentes...”

“Doctor -lo interrumpió su colega-, cuando yo era niño, allá en Colinas, Santa Bárbara, vi un caso algo parecido... Un hombre se desangró por oídos, boca y ano, y murió en medio de horribles sufrimientos... Nada pudieron hacer por él. Y el papá, un hombre anciano ya, dijo que es que le habían dado camotillo...”

El otro doctor suspiró.

“La Policía se va a encargar de sacarnos de dudas”.

+Selección de Grandes Crímenes: Un caso imposible

Policía

Si, como decían los médicos, aquella no era una muerte natural, entonces ¿qué la había producido? ¿Por qué había muerto José de aquella forma?

Según su historial médico, era un hombre fuerte, sano y que casi nunca se enfermaba.

“Llevemos una muestra de los fluidos al laboratorio -dijo uno de los policías de investigación-; allí vamos a saber qué fue lo que provocó la hemorragia...”

“Que alguien entreviste a la esposa, que le pida su número de teléfono, y que lo investiguen ahora mismo...”

“¿Por qué? ¿Sospechás de ella?”

“Una muerte así es causada en la casa, casi siempre... Y si no se trata de veneno, debe haber algo más, igual de destructivo, y de mortal... Y veo a la esposa más desesperada que dolida... Y los policías no somos tontos... Si alguien cree que aquí acaba de cometer el crimen perfecto, se va a llevar una gran sorpresa. Hagan lo que les digo”.

“¿Y el cuerpo?”

+Selección de Grandes Crímenes: El misterio del cadáver calcinado

“Yo me voy con él a la morgue... Le voy a pedir al forense que haga la autopsia delante de mí... No quiero perder tiempo, porque este tipo de crímenes es demasiado perverso... y no debe quedar en la impunidad... ¡Jamás!”

El hermano

Este era un hombre más joven que José. Dijo que trabajaba con él en su empresa de lácteos, y que era testigo de que José era trabajador y honesto. Además, era leal a su esposa, y nunca le vio algo fuera de lugar.

“¿Tenía vicios su hermano?”

“Vicios, lo que son vicios, no. No fumaba ni bebía. Pero le encantaba la poleada de maicena de banano... Si podía comer eso todos los días, pues, comía... Y su esposa se lo preparaba de una forma que a él le encantaba...”

“¿Supo usted que estaba enfermo del estómago?”

“Me dijo que tenía dolores, pero no les hizo caso... Estaba expandiendo su negocio, y se dedicaba a eso casi todo el tiempo...”

“¿Sabe de alguien que quisiera hacerle daño a su hermano?”

“No. Nadie. Él era buen amigo y buen jefe...”

DE INTERÉS: Selección de Grandes Crímenes: El misterio del cadáver calcinado (Primera parte)

“¿Sabe si tenía problemas con la esposa?”

“Eso no lo sé... Tenían dos hijos, los estaban educando y criando bien; ella se dedicaba a cuidar la casa y él a trabajar...

”En aquel momento, el detective recibió una llamada. Se retiró unos pasos para que nadie lo escuchara. Era de uno de sus agentes, llamándolo desde el laboratorio.

“Hola -dijo-. ¿Qué tenemos?”

“A ese hombre lo mataron, jefe”

“Tal y como habíamos pensado”

“En el laboratorio encontraron vidrio molido en la sangre y en las heces... Vidrio molido en grandes cantidades”

“¡Era lógico!”

“Y eso solo pudo hacerlo la mujer... o alguien muy, muy cercano a él...”

“Está bien... No le digan a nadie todavía... Ahorita llamo al fiscal. ¡Ah!, y vigilen de cerca a la esposa... Hagan que el forense se tarde un poco en entregar el cuerpo”

El detective se acercó de nuevo al hermano de José.

TAMBIÉN: Selección de Grandes Crímenes: La última noche (Segunda parte)

“Tengo que irme -le dijo-. ¿Tiene usted algo más qué decirme?

”El hombre esperó unos segundos antes de responder.

“Mire, señor -dijo, empezando a hablar en voz tan baja, que el policía tuvo que agacharse un poco para oírlo mejor-; yo no sé si esto sirva de algo, pero es que mi hermano hace poco compró un seguro de vida en Estados Unidos por un millón de dólares; o un millón y medio... y la única beneficiaria es la esposa... Ni siquiera los hijos...”

“Excelente dato”

Se interrumpió el detective de nuevo, y contestó rápidamente.

“Vimos las llamadas del teléfono de la esposa de José -le dijo uno de los agentes-, y hay cualquier cantidad de llamadas a un solo número; el de un hombre llamado Pablo... Y las llamadas empiezan desde hace unos seis meses... Llamadas largas, de día y de noche...”

“¿Y ya sabemos dónde está Pablo?”

“El chavo de la empresa de teléfonos nos dio una dirección... y espera que le demos su regalo de costumbre...”

LE PUEDE INTERESAR: Selección de Grandes Crímenes: El misterio en la botella

“Vayan por Pablo, pero no hagan escándalo; y lo llevan a la casa del muerto... Inspecciones Oculares y yo los esperamos allá”

“¿Inspecciones Oculares?“

Sí; vamos a buscar el agente que mató a José...

”No buscaron mucho. En un estante, en la alacena, en un rincón oscuro, detrás de una bolsa de harina, estaba un botecito de vidrio transparente, de una pulgada y media de alto, tapado con un sello de hule rojo. El técnico lo abrió, mojó con saliva uno de sus dedos enguantados, lo embrocó, y dijo:

“Vidrio molido”

“¡Capturen a la esposa!” -dijo el fiscal.

“¿Y Pablo?” -preguntó el agente a cargo del caso.

“Aquí está”

El agente se acercó a un hombre joven, alto, fornido, piel canela y pelo largo, que llevaba una arracada en una oreja.

“¡Ustedes mataron a José por el seguro de vida!” -le dijo el agente.

“Yo no fui -gritó Pablo, derrumbándose por dentro-. Yo no fui... Fue ella... Ella, que quería el seguro porque decía que José ya había notado que ella no estaba muy a gusto con él, y que a lo mejor se le hubiera ocurrido cambiar al beneficiario... Fue ella... Yo le dije que no me metía a ese lío... Fue ella la que quebró una copa, y con un martillo hizo polvo de vidrio...”

“Y se lo daba en las poleadas de maicena de banano, ¿verdad?”

“Así me dijo... Pero yo no tengo nada qué ver con eso... A mí me gustaba la mujer, pero por eso mejor me estaba alejando de ella... Pero...”

+: Grandes Crímenes: El país de la sangre

“¿Te amenazó?”

“No”

“Te dijo que te iba a dar una parte de dinero del seguro de vida...”

Pablo bajó la cabeza.

“Sí” -dijo.

“¿Por eso no la detuviste, o no le avisaste a la Policía?”

“Yo no sabía qué hacer...”

Una patrulla llegó a la casa de José. Llevaban esposada a la esposa. Cuando vio a Pablo, le gritó:

“Maldito cobarde...”

“No se preocupe, señora -le dijo el detective-. Él también va a terminar en la cárcel por complicidad en este parricidio... en este asesinato... Usted le dio vidrio molido a su esposo en las poleadas de maicena, y eso es demasiado cruel... Va a recibir lo que merece, y nunca va a ver un centavo del seguro de vida de su esposo. Le esperan cuarenta años de cárcel

”La mujer no dijo nada. Abrió los ojos, asustada, como si hasta ese momento se diera cuenta de lo grave de las consecuencias de su crimen, y empezó a llorar en silencio.

“Mis hijos -musitó-. Mis hijos... Yo me enamoré de otro hombre...”.

TAMBIÉN: Grandes Crímenes: Algunos casos sin resolver