Selección de Grandes Crímenes: El hijo de Judas (primera parte)

Lo atacaron por detrás y el atacante estaba a un metro de él, o un poco más, casi en línea recta, porque la herida viene de derecha a izquierda en un ángulo cerrado... Pero, eso es algo que vamos a ver en la autopsia”

  • Actualizado: 16 de noviembre de 2025 a las 00:00
Selección de Grandes Crímenes: El hijo de Judas (primera parte)

CASO. A Manuel lo mataron por la espalda, y su muerte, que conmovió a todos, inició un misterio que la Policía debía resolver. Era una mañana bonita en las montañas llenas de niebla... Fue la última mañana de Manuel. La Policía empezó con las preguntas de rigor. ¿Quién? ¿Por qué? No le robaron nada. Entonces, ¿cuál fue el motivo? ¿Qué llevó al asesino a cometer el crimen?

Lo encontraron en el camino real... Y era como si acabaran de matarlo, “porque la sangre todavía brillaba”.

Pronto

La Investigación Criminal es una Ciencia, casi tan exacta como las matemáticas, y los criminalistas son mentes geniales que hacen que no haya crimen perfecto. En Honduras son muchos los casos que estos “héroes de la Investigación Criminal” han resuelto, haciendo justicia y evitando la injusticia.

Adán del Cid, el inigualable H-3, que resuelve casos con solo estudiar la escena del crimen, ya que, “cada elemento en la escena, por muy pequeño o insignificante que parezca, nos dice algo”. Gonzalo Sánchez, maestro de maestros de la Criminalística, cuya huella luminosa brilla todavía en la Historia de la Investigación Criminal de Honduras y de otros países de Centroamérica. César Alexis Ruiz, hoy subcomisionado de Policía... Pronto, los lectores y lectoras de esta sección de diario EL HERALDO tendrán en sus manos “Héroes de la Investigación Criminal”, con casos cuya investigación es un ejemplo a seguir para las nuevas generaciones de detectives. Mientras, hemos de saber que hay amigos que son más unidos que los dedos de una mano; pero que hay otros que son verdaderos hijos de Judas. Eso fue lo que pasó...

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Campo

Eran las siete de la mañana, una mañana brumosa y fría en un potrero sembrado de zacate para el ganado, en una aldea de occidente, cuando dos hombres encontraron un cuerpo; un cadáver. Estaba tirado boca abajo en el centro del camino real. Tenía una herida grande y profunda en la parte de atrás de la cabeza y su cara estaba de lado, con los ojos abiertos, sobre un lago de sangre. Los campesinos se acercaron con cuidado, creyendo que se trataba de un borracho, pero no era así. Y no tardaron en reconocerlo. Se llamaba Manuel y era de la aldea cercana; trabajaba en las tierras de sus abuelos, era huérfano de padre y su madre vivía en otro hogar desde hacía muchos años. Tenía veinticinco años de edad cuando murió.

“Parece que acaban de matarlo” -dijo uno de los hombres.“Sí -dijo el otro-, la sangre se ve fresca... Como que brilla”.

“Hay que avisarle a don Juan”.

Don Juan era el abuelo de la víctima.

“No se ve a nadie por aquí... Pero si acaban de matarlo, el asesino debe estar cerca”.

“Mejor vámonos de aquí”.

Toda la aldea se asustó con aquella noticia. Manuel era muy querido y sus abuelos también. Y casi toda la aldea fue a la escena para ver al muchacho, aunque fuera de lejos. La Policía no tardó en llegar. Los agentes de la Dirección Policial de Investigaciones (DPI) tardaron algo más.

Escena

Manuel tenía solamente una herida. El médico forense dijo que fue hecha con un machete lanzado desde atrás contra él con extrema violencia. Le partió el cráneo con facilidad, destrozó el cerebro y lo hizo perder la conciencia en el acto. Cayó con fuerza hacia adelante y, en opinión del médico, tardó unos cinco a diez segundos en morir, a juzgar por la cantidad de sangre que había bajo su cara, señal de que el corazón trabajó un poco de tiempo más.

“Lo atacaron por detrás -dijo el agente de investigación criminal que estaba a cargo- y el atacante estaba a un metro de él, o un poco más, casi en línea recta, porque la herida viene de derecha a izquierda en un ángulo cerrado... Pero, eso es algo que vamos a ver en la autopsia... Por lo pronto, hay que levantar las huellas más viejas que hay detrás del cuerpo, o sea, las que están marcadas primero que las otras, las de los curiosos... Veo, a poco más de un metro de las botas de la víctima, dos huellas profundas en el barro. La derecha está más hundida que la izquierda, que está unos quince a veinte centímetros más atrás... Y si regresamos un poco por el camino real, vamos a ver huellas parecidas, todas de botas de hule, como las del muerto, a pesar de que hay otras que no se parecen”.

“¿Qué puede significar eso?”.

“Pues, que Manuel venía con alguien, caminando él adelante y que ese alguien puede ser de confianza... Es una hipótesis que hay que comprobar”.

Se escuchaban voces y lamentos por todas partes. Unos opinaban que lo habían matado para robarle, sin embargo, sus pertenencias estaban con él, incluido el machete en su vaina de cuero, el cuchillo de cacería y cincuenta y siete lempiras en una billetera vieja. El agente hizo una pregunta:

“¿Usaba sombrero su nieto?”.El abuelo respondió:

“Usaba gorra, señor... Los muchachos de ahora están perdiendo las buenas tradiciones de los viejos”.

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El agente dijo:“Pero, no veo la gorra por ninguna parte”.

Así era.“Siempre la llevaba puesta -dijo don Juan- casi siempre que salía a los potreros... Y el machete no le faltaba”.

“Pero la gorra no está -dijo el agente, dirigiéndose a uno de sus compañeros-. Y si no se la quitaba nunca, debía tenerla puesta cuando lo atacaron”.

“Es un detalle importante”.

“Tal vez cayó en alguna parte cerca de aquí”.

Buscaron y no encontraron nada. Incluso, varios vecinos ayudaron a buscar por los alrededores.

“¿Por qué es tan importante encontrar la gorra, señor?” -preguntó uno de los tíos de Manuel.

“Todo es importante en un caso criminal -le respondió el detective-, todo... Y, la gorra debería estar en la cabeza de su sobrino, con la cortadura del machete justo en el lugar de la herida o cerca del cuerpo... Si la traía puesta, ¿dónde está?”.

“Pues... sigo sin entender”.

“Nosotros sabemos lo que hacemos, señor”.

Uno de los agentes intervino y dijo:

“Tal vez su asesino sabía la ruta que seguía Manuel cada mañana y se escondió para esperarlo”.

“No veo árboles cerca -dijo el detective a cargo-, y el guate está pequeño; es posible que Manuel hubiera visto a alguien, o que hubiera sentido que alguien se acercaba a él a paso rápido”.

Familiares

Eran dos ancianos. La señora lloraba sin consuelo. Ella había criado a su nieto como crio a sus propios hijos. El abuelo, don Juan, no podía decir nada acerca del crimen. Manuel no tenía enemigos. Dos hijas de los ancianos, o sea, dos tías de Manuel, dijeron que salía todas las mañanas a revisar los potreros, a ver el guate para evitar que los animales se lo comieran, y que, casi siempre, venía con José Juan, un mozo de los dueños de la finca, que trabajaba con ellos desde hacía quince años.

“Se conocen desde pequeños -dijo una de ellas-, aunque José es mayor dos años que Manuel”.“Y, ¿dónde está José?”.“Hace cinco días lo llevamos de emergencia al Hospital de Santa Bárbara y le quitaron la vesícula... No ha regresado”.

El detective se quedó pensando.“Entonces -le dijo a uno de sus compañeros-, podemos descartarlo como sospechoso”.“¿Conocen ustedes a alguien que quisiera hacerle daño a su sobrino?”.

Las mujeres dijeron que no.“Entonces -se dijo el policía-, ¿por qué lo mataron? Es seguro que alguien tenía algo contra él, y aunque en la mañana todo esto estaba lleno de neblina, está claro que el asesino sabía bien a quién esperaba y quién era el que venía por el camino real... Además, me parece que estas huellas dicen mucho acerca de la víctima y del criminal... Las huellas de las botas, quiero decir... Algo vamos a encontrar; además, ¿dónde está la gorra?... No creo que el asesino se la haya llevado”.

“Y, ¿si así fue? -le preguntó otro agente-. Tal vez la quería para guardarla como trofeo... Hay criminales que actúan así. Les gusta guardar algo que era propiedad de la víctima”.

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“Pero eso pasa más en casos de asesinos en serie y de criminales que le quitan la vida a alguien a quien apreciaban o tenía una buena relación con él, como en el caso Vocenzzina Trimarchi, que su victimario guardó en un vagoncito de tren de juguete los lentes de la muchacha, la identidad y el carnet de la Universidad como recuerdos... Y es que era su novia”.

“Pero una mujer no mató a Manuel, y, según lo que sabemos, el muchacho no era...”

“No, no lo era”.

“Tal vez el asesino se llevó la gorra sin saberlo”.

“Tal vez... Si es así, la vamos a encontrar en alguna parte de este potrero”.

“Por ahora, solo sigamos con entrevistas, y vamos al Hospital de Santa Bárbara para visitar a José Juan... Tal vez él sabe algo que nos pueda ayudar a encontrar al asesino de su amigo”.

“Ellos eran más que amigos -dijo la abuela de Manuel- eran como hermanos”.

“¿Estaba casado Manuel?” -preguntó el agente de la DPI.

“No, señor”.

“Ya... ¿Tenía novia? ¿Compromiso?”.“Bueno -respondió uno de los tíos-, era un poco picaflor, pero nada serio... Una iba, otra venía, y él esperaba a encontrar la mejor para que fuera su compañera de vida... es lo que decía”.

“¿Hay alguna que se sintió burlada por Manuel? ¿Algún padre ofendido? ¿Alguien despechado?”.

El hombre se quedó pensando por largo rato.“Que nosotros sepamos, no -dijo, al final-. Pero podemos darle los nombres de las amigas de Manuel para que averigüen”.

“Está bien”.

Un nuevo grupo de vecinos con varios perros y con dos policías regresaron a la escena del crimen. No habían encontrado la gorra, aunque sí habían hallado algo. “Allá, a unos cincuenta metros, hay unas huellas como de sangre” -dijo uno de los policías.

Cuando los agentes de la DPI fueron al lugar señalado encontraron manchas de color ocre.

“Es como si alguien, seguramente el asesino, limpió la sangre del machete en el zacate” -dijo el oficial.

Era una mancha larga y dejó huellas como si hubieran arrastrado algo sobre el monte en crecimiento.

}“Creo que es algo -dijo el detective-, vamos por buen camino... Hay que buscar huellas de botas de hule en esta zona, aunque, según veo, hay muchas... Y hay que buscar la gorra... Aunque no lo parezca, es importante encontrarla. Va a servir de mucho en el laboratorio”.

Llevaron el cuerpo de Manuel a la morgue. Allí, los agentes esperaban encontrar algo que los llevara al asesino... Y había algo...

CONTINUARÁ LA PRÓXIMA SEMANA

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