Selección de Grandes Crímenes: Un indicio de oro

"No tiene señales de golpes o de haber forcejeado con alguien, lo que nos hace pensar que caminó con alguien conocido y que, en algún momento, ese alguien la atacó, la estranguló y vino a dejar el cuerpo hasta aquí"

  • 19 de octubre de 2025 a las 00:00
Selección de Grandes Crímenes: Un indicio de oro

CASO. Hoy quiero dedicar este caso a alguien muy especial, fanática de Carmilla, fiel a EL HERALDO y cineasta en potencia; artista de pies a cabeza, una mujer sin igual: conocida como “Elena Soler” o Gina Ferrera, tan inteligente como bella, a quien le agradezco su preferencia por los casos, su apoyo sincero y su grata amistad. Para ella, este caso que ya forma parte de la historia oscura de Honduras. Este relato comienza en un solar baldío lleno de maleza, húmedo a causa de las constantes lluvias y alejado del camino principal en una ciudad del occidente del país.

Nidia desapareció la noche anterior. Dijo que iba a comprar tacos mexicanos para cenar, pero jamás llegó al carrito donde sus amigos vendían la comida. Una vecina dijo que la saludó a eso de las seis de la tarde y que le dijo que llevara sombrilla o se abrigara porque empezaba a brisar. Nidia le respondió que solo iba a la caseta de Luisa a comprar tacos para cenar con su familia. Nunca llegó. En su casa, la esperaron en vano. Cuando su esposo salió a buscarla, lo primero que hizo fue ir a la caseta.

“No ha venido” -le dijeron.

“Pero si salió de la casa hace como una hora”.

“Pero no ha venido”.

El esposo regresó a la casa para esperarla. A las ocho de la noche ya se sabía que Nidia había desaparecido.

“Ha de estar con algunas amigas”.

“Ya las llamé a todas -dijo el esposo-, y nadie sabe nada de ella. Parece que se la tragó la tierra”.

“Hay que ir a la Policía” -le aconsejaron.

“Sí” -respondió él.

Fue a la Policía y allí le dijeron que, después de veinticuatro horas, según la ley, podía declararse la desaparición de una persona. Y que seguramente, la mujer ya habría regresado a la casa. El policía le dijo algo más al esposo:

“Si mañana a esta hora no ha aparecido, vuelva, y la vamos a buscar ya como desaparecida. ¿Entiende?”.

El hombre entendió y salió frustrado de la estación de Policía.

“La voy a buscar yo mismo” -se dijo. Y anduvo por todos lados. Salió de la ciudad, fue aquí, fue allá, y, mientras algunos amigos le ayudaban en otras partes, él se desesperaba, llamaba a su esposa, y su teléfono estaba apagado. Veía cuándo había estado en línea la última vez en WhatsApp, y el teléfono marcaba las cinco y treinta y cinco de la tarde; veinticinco minutos antes de que ella saliera a comprar los tacos. El esposo había regresado del trabajo y esa tarde estaba de antojos. Era viernes, había cobrado el sueldo y comerían algo especial. Él, Nidia, sus dos hijos y la suegra. Pero, nada de eso sucedió. Toda la noche esperaron a Nidia y no llegó. Pero no se la había tragado la tierra. A eso de las ocho de la mañana la encontraron. Estaba en un solar baldío, escondido entre la maleza que había crecido bastante a causa de las copiosas lluvias. Estaba boca arriba, vestía un pantalón corto (short) de color blanco, tenis blancos y calcetas del mismo color; llevaba camiseta celeste. Tenía el vientre desnudo y una bolsa de color negro, de las que se usan para recoger basura, cubriéndola desde la cabeza hasta medio pecho, en el que le veía el brasier azul. La encontró un hombre que buscaba leña en el potrero. Uno de sus perros la vio primero y empezó a ladrar. Él se acercó y casi se cae hacia atrás del susto. No tocó nada, salió a la carretera, esperó a que alguien pasara y el primero fue un motociclista. Lo detuvo y le dijo que allí, en el monte, estaba una mujer muerta. El motociclista fue a ver y llamó a la Policía. La Dirección Policial de Investigaciones (DPI) no tardó en llegar.

“Creo que es la mujer que desapareció ayer del barrio Esperanza; el esposo fue a la Policía y la andaba buscando... Dijo que salió a comprar tacos y nunca regresó... Y creo que es esta”.

Así era. El esposo lo confirmó.

“No podemos quitarle la bolsa de la cara hasta que venga Medicina Forense -le dijo un agente-, pero vamos a hacer el levantamiento y usted podrá ir con nosotros para que identifique bien el cuerpo... Tal vez no sea ella”.

“Ella es... -dijo el hombre-. Es la misma ropa, los mismos zapatos... Las mismas piernas blancas y bonitas... Es mi esposa, de eso estoy seguro”.

“Bien”.

LE PUEDE INTERESAR: Selección de Grandes Crímenes: El último cuervo (Parte 1/2)

NIDIA

El forense no tardó en darse cuenta de la causa de muerte.

“Asfixia por estrangulamiento” -dijo.

“Parece que no fue al lugar donde dijo que iba -opinó un agente-; se fue a otra parte y, tal vez, de allí se la llevaron. Ya revisamos cerca de su casa y en el camino que debía seguir para llegar a la venta de tacos y no hay cámaras”.

“No tiene señales de golpes o de haber forcejeado con alguien -dijo otro agente de la DPI-, lo que nos hace pensar que caminó con alguien conocido y que, en algún momento, ese alguien la atacó, la estranguló y vino a dejar el cuerpo hasta aquí”.

“Hay huellas de zapatos en la hierba y hay zacate aplastado, pero no es suficiente para identificar a alguien”.

“Pero a esta mujer la mataron dentro de la ciudad o cerca y la trajeron hasta aquí. No la tiraron, la pusieron, y le colocaron esa bolsa en la cara para que los animales de rapiña no le hicieran daño al cuerpo... Es posible”.

“Desde la orilla de la carretera hasta el lugar donde la dejaron hay unos veinte metros y hay que pasar por el cerco de alambre de púas... Es posible que el que la trajo la pasó por encima y la dejó caer, después él pasó y la trajo hasta aquí”.

“Bueno -dijo el forense-, yo ya terminé aquí... La estrangularon... El trabajo que sigue es de ustedes”.

TAMBIÉN PUEDE LEER: Selección de Grandes Crímenes: El amor del enemigo

EL ESPOSO

“La vi antes de la seis, cuando salió a comprar -les dijo a los detectives-; la esperé y cuando vi que se tardó, la llamé, pero su teléfono estaba apagado. Entonces creí que se le había descargado. Pero cuando ya se tardó demasiado fui a buscarla... Y hasta fui a la Policía y nada, por eso seguí buscándola... Casi toda la noche la busqué... Hasta que me llamaron para decirme que habían encontrado un cuerpo y que viniera a ver si era el de mi esposa”.

“¿Cuántos años tenía ella?”.

“Treinta y dos. Teníamos dos hijos: uno de ocho y otro de seis. Teníamos doce años de estar juntos”.

“¿Pelearon por alguna razón?”.

“No... A veces hay discusiones... Normales”.

“¿Sabe si ella tenía a alguien más?”.

“No... No sé nada de eso”.

“Es una pregunta normal... Disculpe”.

“Entiendo”.

El hombre estaba pálido, cansado, ojeroso y con los ojos enrojecidos, pero ya no lloraba.

“¿Quién pudo hacerle esto?” -se preguntaba.

“Es lo que vamos a averiguar” -le dijo uno de los agentes de la DPI.

“Veamos -le dijo otro de los detectives-; usted dice que la vio a las seis o antes por última vez, que la llamó cuando tardó en regresar y que la buscó después de que no le ayudaron en la Policía”.

“Así es, señor”.

“¿Vino usted por estos lados donde encontraron el cuerpo?”.

“Anduve de arriba para abajo por toda la ciudad y salí por dos carreteras, pero no encontré nada”.

“¿En qué anduvo buscándola?”.

“En mi bicicleta. No tengo moto ni carro”.

“Y sus amistades...”

“Me ayudaron a buscarla, pero nada... Hasta hoy”.

“Necesitamos el número de teléfono de su esposa”.

“Con gusto”.

“Y el número suyo”.

“Claro”.

“Y necesitamos que vaya con nosotros a las oficinas de la DPI para tomarle declaración formal y para tomarle huellas digitales”.

El hombre se quedó en silencio por un rato.

“¿No podría esperar todo eso, señor? -preguntó-. Tengo que estar en la morgue y que me entreguen el cuerpo, para velarlo y enterrarlo”.

“Será solo un momento, mientras le hacen la autopsia a su esposa... No perderá mucho tiempo... Nosotros lo llevamos y lo vamos a ir a dejar a la morgue... No se preocupe”.

“Está bien”.

PREGUNTAS

¿Qué había pasado con Nidia? ¿Por qué le habían quitado la vida? ¿Quién era el asesino? ¿Conocía ella al criminal? ¿Hacia dónde fue antes de ir a comprar la comida? ¿La raptaron antes de llegar a la caseta? ¿Dónde fue asesinada? ¿Cómo la llevaron hasta aquel lugar solitario? ¿Por qué le pusieron la bolsa negra en la cabeza? ¿Abusaron de ella? ¿Por qué no tenía marcas de haberse defendido? ¿La atacaron por sorpresa? ¿Por qué la DPI necesitaba tomar huellas digitales del esposo? ¿Qué encontrarían en los teléfonos celulares de la pareja? Eran preguntas que la DPI debía responder

CONTINUARÁ LA PRÓXIMA SEMANA

Únete a nuestro canal de WhatsApp

Infórmate sobre las noticias más destacadas de Honduras y el mundo.
Te gustó este artículo, compártelo
Últimas Noticias