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Una noticia de televisión. Un abogado que se prepara para ir a su trabajo. Un asesinato y dos jóvenes, casi dos niños, acusados del crimen. La Policía presenta el caso ante la Fiscalía. Los acusados niegan su participación en el crimen. Un detalle importante en el que nadie se ha fijado llama la atención del abogado; pero no dice nada. Cuando lo llaman, precisamente, es para que defienda a uno de los acusados. Enrique Flores Rodríguez, abogado, penalista, catedrático universitario, criminólogo y criminalista, experto en derechos humanos de la niñez, está dispuesto a ayudar, y a resolver el misterio de los dos asesinos.
“¿Dónde estabas esa noche a las once?”“En mi casa, abogado; ya se lo dije”.
“¿Cómo te captura la Policía?”
“Llegaron a la casa, se metieron, dijeron que yo y otro chavalo acabábamos de matar a un hombre, y nos detuvieron”.
El abogado Enrique Flores Rodríguez hizo una pausa en el interrogatorio. Necesitaba conocer bien cada detalle de la personalidad del muchacho. Si mentía, por muy pequeña que fuera la mentira, los fiscales también se darían cuenta, y el caso se complicaría para el acusado.
Además, el abogado Flores Rodríguez no defendería a un mentiroso, sencillamente, porque el que miente, tiene algo que ocultar; y el que oculta algo, con seguridad, está en deuda con la justicia.
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“Por eso -dice el abogado Flores-, debo conocer bien a mi defendido; si es sincero, y es inocente, trabajo para él con seguridad; si es culpable, y habla con claridad, trabajo para él tratando de que la justicia no sea tan severa con él. Y es que hay algo muy importante en la práctica del derecho penal: los indicios, las evidencias y las pruebas; los detalles de la escena que pocos toman en cuenta; algunos datos en los acusados, que son importantes para el caso, y, sobre todo, el deseo de que se haga justicia; sobre todo, que se haga justicia”.
“Te voy a hacer una pregunta importante -le dijo al acusado-, y quiero que me digás la verdad; solo la verdad... ¿Entendido?”
“Sí, abogado”.
“¿A qué hora te pusiste la ropa que andás puesta en este momento? Mirá que estoy hablando claro”.
El muchacho vaciló un momento. No entendía bien el sentido de la pregunta, a pesar de que estaba claramente expresada.
“¿A qué hora te pusiste la ropa que andás puesta?”El muchacho respondió: “Ayer, después de que me bañé... Regresé a la casa del colegio, me quité el uniforme, descansé, hice tareas, y me bañé a eso de las cuatro de la tarde; y me puse esta ropa... Creo que eran las cuatro y media”.“¿Saliste a la calle a jugar pelota o a verte con alguien después de esa hora?”
“No, abogado; salí de la casa como a las seis, a comprar unos tacos; pero no habían, y estuvimos platicando con unos chavalos un rato, cerca del puente de Villa Adela; después, me regresé a la casa...”“¿A qué hora te acostás?”
“Tarde, a veces... A las diez, o a las once... A veces, más tarde, cuando veo una película”.“¿Con qué ropa dormís?”
“Casi siempre, en bóxer y cobija”.
“¿Por qué no te habías quitado la ropa a las once de la noche que llegó la Policía a tu casa?”
“Había una película... Y la estaba viendo... Cuando los Policías llegaron, me llevaron así, como estaba”.
“Bien... ¿Qué andabas haciendo a las once de la noche cerca del Instituto Central”?
“Yo no andaba por ese lugar a esa hora, abogado. Ya se lo dije... Yo no puedo ir por allí, y menos en la noche, porque los chavos que controlan esa zona, si nos ven que somos de otra parte, nos agarran, y nos matan... Nunca voy allí”.
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“¿Por qué los policías dicen que ustedes estaban allí, cerca del puente peatonal del Central, y que, después de matar al hombre con la piedra, se enfrentaron a tiros con ellos, y salieron huyendo por el río, hasta salir a Villa Adela? Y fíjate bien en todo lo que te he dicho, porque los fiscales te van a acribillar a preguntas, van a llevar a los policías como testigos, y van a tratar de convencer a los jueces de que fueron ustedes los asesinos... ¿Entendés bien?”
“Sí, abogado”.
Era hora de trabajar para presentar la defensa ante los jueces, y el abogado Flores Rodríguez no perdió el tiempo. Fue al canal HCH, solicitó los videos del noticiero de la mañana anterior, en el que la DPI presentó a los dos sospechosos de asesinato, y, con los videos en su poder, sacó fotografías de cada detalle de la grabación; luego, con el video de la escena del crimen, hizo lo mismo, y, después, analizó cada escena. La piedra, el peso de la piedra, la cantidad de sangre en el suelo, el número de golpes que recibió la víctima; la fuerza con la que debió ser golpeada para quitarle la vida; y, después, entrevistó a los policías. Estos le dijeron que estaban cerca del lugar donde los muchachos cometieron el crimen; que fueron avisados por un testigo, y que acudieron de inmediato; que llegaron en el momento en que el “muchacho de blanco” remataba a la víctima, con la piedra; y que, fue allí cuando ellos empezaron a dispararle a la Policía, por lo que se produjo un enfrentamiento. Y, así, cubriéndose con los disparos, se alejaron corriendo hacia abajo, se fueron por el río, y los policías los siguieron, pero ellos conocían mejor la zona, cruzaron el río, y se perdieron; pero, los localizaron en Villa Adela, apenas cinco minutos después del enfrentamiento.
“Señores jueces -dijo el abogado-; la Policía, en su informe, y en declaraciones, dice que mi defendido estaba rematando con la piedra a la víctima en el momento justo en que ellos llegaron a la escena del crimen, lo que , según el informe, fue exactamente a las once de la noche; dicen que, al ver a la Policía, mi defendido los atacó con un arma de fuego automática, y que ellos respondieron al fuego; después, mi defendido escapó por el río, y, que cinco minutos después, exactamente a las once y cinco minutos de la noche, los policías llegaron a la casa de mi defendido y lo capturaron”.
“Es exactamente lo que sucedió -dijo el fiscal-; esperaron a la víctima, escondidos debajo del puente, o lo siguieron sin que la víctima se diera cuenta; llevaban una piedra y con la piedra lo atacaron por detrás, dándole el primer golpe en la cabeza; luego, varios golpes más, hasta que le quitaron la vida, dejando sangre fresca por todas partes, porque, a pesar de que la víctima tenía la cabeza casi desecha, el corazón siguió funcionando por algún tiempo, y la sangre se acumuló debajo del cuerpo. Aquí está la piedra con la que estos asesinos mataron a su víctima, manchada de sangre... La Policía los requirió, atacaron a la Policía a balazos, y escaparon por el río. Cinco minutos después, fueron capturados, y hoy están aquí, a punto de recibir el castigo que merecen por el crimen que cometieron”.
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Era el turno del abogado Flores Rodríguez.
“Tengo el honor de dirigirme al Tribunal para exponer la defensa de mi cliente -dijo-. Empecemos, señores jueces, con la ropa que vestía mi cliente al momento de ser capturado. Aquí están las imágenes del momento en que son presentados, subidos a la paila de la patrulla, y mostrados a los medios de comunicación. Es la misma ropa que vestían en el momento del crimen, según dice la Policía.
Sin embargo, señores jueces, es de todos conocidos, y para explicar eso está aquí un perito experto en crímenes violentos; es de todos conocidos, que quien comete un crimen como este, y con una piedra, obligatoriamente se tiene que manchar con la sangre de su víctima. No existe un solo caso confirmado, que un crimen de este tipo no deje manchas en la ropa del asesino.
Y vemos que la camisa del acusado, está limpia, sin una sola mancha de sangre; lo mismo, su pantalón corto, el que vestía esa noche; y lo mismo, sus calcetines blancos y los tenis blancos que llevaba puestos en el momento del asesinato; asesinato que dejó mucha sangre de la víctima, y que, por fuerza, debió manchar los tenis del joven.
Y, según Medicina Forense, no hay ni una sola mancha, ni una sola muestra, por pequeña que sea, que indique que la ropa y los zapatos del acusado tengan sangre. Además, pedí a Medicina Forense que le hiciera la prueba de absorción atómica a mi cliente, para saber si en sus manos había restos de pólvora, con el objetivo de comprobar si había disparado un arma recientemente. Y los resultados son negativos. Y pedí a Medicina Forense que buscara en los tenis y en los calcetines de mi cliente, los que usaba esa noche, restos de tierra y lodo del río por el que, según dice la Policía, escaparon después de enfrentarse a balazos con ellos, al ser descubiertos rematando a la víctima.
Y las pruebas de Medicina Forense son negativas. Aquí está la ropa, aquí están los tenis. Sin una sola mancha de sangre; sin una sola mancha de lodo del río. Aquí está el resultado negativo de la prueba de pólvora en las manos de mi cliente. Y, un detalle más, señores jueces: La Policía dice en su informe, que es en el que se basa la fiscalía para sostener esta acusación, que ellos llegaron exactamente a las once de la noche a la escena del crimen; justo en el momento en que mi cliente y su compañero remataban a la víctima.
Se enfrentaron a tiros, y, no se han presentado casquillos de bala de ningún calibre de arma automática, ni de armas de la Policía. Y dice el informe policial que capturaron a mi cliente a las once y cinco minutos de la noche, en su casa, en Villa Adela. Y, desde el puente peatonal del Instituto Central, bajando al puente, siguiendo por el río, llegar a Villa Adela, y hasta la casa de mi defendido, son exactamente seis kilómetros, y no en línea recta; seis kilómetros por un camino escabroso, con piedras, hondonadas, cuestas y el mismo río.
Y, de las once de la noche, hasta las once y cinco que fue capturado mi cliente, hay cinco minutos. Y recorrer esa distancia de cinco a seis kilómetros por un terreno accidentado es algo imposible en ese tiempo. No lo harían ni Usain Bolt ni Cristiano Ronaldo, que necesitarían correr a treinta y siete y cuarenta kilómetros por hora para hacer esa distancia en cinco minutos. Por lo cual, demuestro con pruebas científicas, la inocencia de mi cliente”.
NOTA FINAL. Nada pudo rebatir el fiscal. Los jueces se retiraron a deliberar, y no tardaron en regresar a la sala del juicio. Y declararon inocente al cliente del abogado Enrique Flores Rodríguez