RESUMEN. Una tarde, una mujer joven y de bonita presencia salió de su trabajo y caminó hasta la estación de taxis para regresar a su casa. Un hombre se le acercó por la espalda, la llamó por su nombre y, cuando ella dio vuelta para ver quién la llamaba, el hombre le disparó cinco veces en el pecho. Un sexto disparo lo hizo a la cabeza, cuando la víctima ya estaba en el suelo en un charco de su propia sangre. La Policía empezó a investigar el crimen allí mismo. Los testigos dijeron que, de lunes a viernes, la mujer viajaba en taxi colectivo, pero no pudieron identificar a su asesino; y tampoco pudieron dar una descripción de él.
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INVESTIGACIÓN
“El asesino andaba cubierta la cabeza con una gorra de visera ancha y baja, doblada como la doblan los militares -le dijo el ministro de Seguridad, Gustavo Sánchez, al doctor Cherenfant durante la visita que este le hizo en su despacho-, tenía el pelo largo, pero en el análisis de los investigadores resultó que se trataba de una peluca. También llevaba lentes oscuros y mascarilla; además, vestía una camiseta de mangas largas, floja, de color negro y encima tenía una chumpa de cuero “Harley Davidson” con un número en la espalda. Calzaba tenis negros y vestía pantalón azul desteñido. Los testigos dijeron, también, que llevaba guantes como de motociclista. Y todo esto lo confirmamos con las grabaciones de los videos de seguridad de la zona. Las cámaras lo captaron alejándose de la escena del crimen, con la pistola escondida debajo del faldón de la camiseta y sin prisa por escapar. Por supuesto, nadie lo siguió. Dos calles más adelante, lo esperaba una motocicleta sin placas; se subió en ella, la encendió y se fue. Las cámaras de seguridad del 911 lo captaron hasta que se perdió más allá de la colonia Aurora, cerca de la San Miguel, por unas calles de tierra”.
El doctor Cherenfant se acomodó en el sillón y dijo:
“Un crimen brutal contra una mujer indefensa”.
Sánchez le respondió al doctor Cherenfant:
“Así es. Mujeres son asesinadas sin compasión por criminales que, en su mayoría, tienen motivos personales. Son sus parejas sentimentales; son exparejas; son pretendientes despechados; son hombres violentos que no aceptan el ‘no’ de una mujer; son hombres despiadados que le hacen daño a la mujer en un afán egoísta de dominación, de sometimiento de la mujer, y, cuando ellas reclaman su derecho a ser respetadas, o tratan de escapar del mal que sufren, el hombre se vuelve un criminal, y termina con la vida de la mujer a la que juraron amar, cuidar, defender... Y estos casos criminales se dan, la mayoría de las veces, dentro de los hogares, son lo que nosotros llamamos crímenes de convivencia, porque las víctimas han convivido con sus victimarios bajo un mismo techo... Y, ante esto, nada puede hacer la Policía para evitar el mal”.
Hizo una pausa el ministro de Seguridad, y, luego, agregó:
“En el caso de esta mujer que fue asesinada en la estación de taxis, la DPI no se detuvo, a pesar de que cada día llegan nuevos casos criminales que deben ser investigados y resueltos”.
El doctor Emec Cherenfant preguntó:
“¿Qué tenía la DPI para investigar este caso? ¿Cómo llegarían hasta el criminal?”.
Sánchez, sonrió.
“Doctor -dijo-, la investigación criminal es una ciencia, casi tan exacta como las matemáticas o tan detallista como la cirugía plástica. Usted conoce nervios, músculos, huesos, arterias, venas, tendones, y sabe muy bien por donde llevar el bisturí en la cirugía, para que la cirugía sea un éxito. Algo parecido sucede en la investigación criminal. Nuestros agentes son... como los cirujanos. La escena del crimen es como el quirófano. Ven cada detalle en ella; analizan hasta el indicio menos importante; recogen cualquier cosa que puede ser una evidencia; y observan, analizan, realizan hipótesis, y llegan a conclusiones que los van llevando, como de la mano, hacia el criminal, y a la solución del crimen”.
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CASO
El ministro tenía en la mesita que estaba entre él y el doctor Cherenfant copia de los expedientes de setenta y cinco casos más, todos crímenes de sangre que habían sido resueltos por la DPI y que había escogido personalmente para que sean publicados.
“Los agentes estudiaron a fondo los videos de las cámaras de seguridad -dijo el ministro, después de una pausa breve-, y lo primero que descubrieron fue que el asesinato era por encargo. En videos de días anteriores, encontraron a alguien que seguía a la mujer desde que salía de su trabajo hasta la estación de taxis, y, al hacer las comparaciones y los análisis, las características físicas del asesino coincidían con las del perseguidor de la mujer. Pero, esto podría no tener peso ante los jueces. El hombre que seguía a la mujer podía ser cualquiera y coincidir con ella en aquel camino. Sin embargo, los detectives estaban seguro de que se trataba del asesino. Y, con esta certeza, les pidieron a los informantes que averiguaran algo más sobre aquel hombre. Y les dieron fotografías. Luego, con las fotos de la chumpa de cuero “Harley Davidson”, fueron a los mercados a buscar lugares donde se vendieran chumpas como esa. Y es que la del asesino tenía una característica especial: un número, y, cerca del número, al lado izquierdo, tenía un agujero pequeño hecho con un cigarro, y un botón grande de color negro costurado en el ruedo de la chaqueta. Los agentes dedujeron que había sido puesto allí para tapar otro agujero, tal vez más grande que el primero. Y, con esa información, fueron a los mercados. Un día, otro día, y dos semanas enteras, hasta que alguien reconoció la chumpa cerca del puente Mallol. Dijo que la había vendido hacía unas tres semanas. Y buscó un recibo en el que estaba un nombre. Los agentes le preguntaron si estaba segura de que era la chumpa que ella había vendido y la muchacha respondió que sí, que ella misma, por instrucciones del dueño de la tienda de ropa usada, le había puesto dos botones para tapar agujeros pequeños, que parecía que fueron hechos por colillas de cigarro. Y, además, allí estaba en el recibo la descripción de la chumpa. Y el número de la espalda estaba en el recibo. Los agentes confirmaron con el dueño de la tienda lo que les dijo la muchacha acerca de los botones para tapar los agujeros y presentó un manifiesto de aduanas y una factura en las que estaban descritos varios productos, y, entre ellos, la chumpa. Ahora, solo faltaba que los informantes dijeran algo interesante. Y no tardaron en llamar a los agentes. Uno de ellos, que vivía en la colonia San Miguel, le dijo a un agente de la DPI que alguien conocía al hombre de la foto y que sabía que tenía una moto negro y rojo, que a veces andaba con placas y otras no. Y el agente se reunió con el informante y este llevó a la persona que conocía al hombre de la foto; les dijo que era un exmilitar que vivía en la salida a Santa Lucía, y que se llamaba José”.
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JUEZ
Hizo otra pausa el ministro de Seguridad y le dijo al doctor que disfrutara el té que acababan de servirles. Después, agregó:
“Una parte del equipo de investigadores le había pedido al fiscal que le solicitara al juez el vaciado del teléfono de la víctima y también el vaciado del teléfono del exesposo. Y el juez dio la autorización. En el teléfono de la mujer no se encontró nada relevante, pero en el del exesposo había un número al que había hecho varias llamadas una semana antes de la muerte de la mujer. Y, los agentes, alegres por la forma en cómo iban saliendo las cosas, hicieron una llamada al número de José; una mujer policía le dijo que deseaba verlo, que la perdonara por haberle gritado y José se extrañó de aquella llamada y la policía le dijo que se había equivocado de número y se disculpó. Y, en ese momento, solicitaron el vaciado del número de José y trataron de localizarlo en el lugar donde había recibido la llamada. Trabajaba como repartidor de encomiendas. Los detectives ya estaban seguros de que José era el asesino y tenían claro que le habían pagado para matar a la mujer. Y sospechaban del exesposo. Entonces, para estar más seguros, investigaron a este hombre, y se dieron cuenta que la exmujer le había ganado un juicio en el que el juez le embargó el sueldo por el cincuenta por ciento para la manutención de sus dos hijos. Y se dedicaron a averiguar todo lo que pudieran sobre este hombre y descubrieron que era un comerciante que tenía asignado un sueldo en su propia empresa, y que el sueldo era elevado; los agentes pensaron que el hombre quiso deshacerse de la mujer porque le había ganado el juicio y porque el juez pronto iba a dictar sentencia sobre la empresa del hombre. Pero, todo eran hipótesis y los agentes no querían dañar la investigación. Sin embargo, doctor, cuando tuvieron en las manos el reporte de las llamadas del número de José y del número del hombre, no tuvieron más dudas. Incluso había una llamada después del asesinato. Así, que, los detectives llamaron a la empresa repartidora, pidieron comida y solicitaron que José la llevara, diciendo que José era confiable y que ya habían tratado con él en varias ocasiones. Y, de la empresa, enviaron a José a una casa cerca del Hato de Enmedio. Los agentes se hicieron pasar por una pareja normal, Y José no tardó en llegar. Y allí mismo le presentaron al orden de captura. José quiso resistirse, y los agentes lo dominaron, porque cuatro agentes más estaban cerca de la pareja que esperaba la comida. Y le decomisaron a José una pistola Taurus, en realidad, un revólver. Y los agentes sabían que José tenía un revólver porque no encontraron casquillos de bala en la escena del crimen y porque habían visto bien los videos de seguridad en el momento en que le disparó a la víctima”.
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“Mientras detenían a José, varios agentes detenían al exesposo de la víctima. José aceptó colaborar con la Fiscalía y dijo que le pagaron cincuenta mil lempiras para matar a la mujer. Y dio un nombre y un número de teléfono, pero al revisar se trataba del nombre y el número de teléfono del exesposo de la mujer asesinada. Los dos fueron llevados a los tribunales. Y fueron condenados”.
Calló el ministro de Seguridad, y el doctor Cherenfant le dijo:
“Un excelente trabajo”.
Cherenfant se despidió después de beber el té. Un ayudante del general llevó los expedientes hasta su carro. Setenta y cinco casos más.