Selección de Grandes Crímenes: Convivencia mortal

Las cámaras lo captaron alejándose de la escena del crimen, con la pistola escondida debajo del faldón de la camiseta y sin prisa por escapar. Por supuesto, nadie lo siguió. Dos calles más adelante, lo esparaba una motocicleta”

  • 03 de agosto de 2025 a las 00:00
Selección de Grandes Crímenes: Convivencia mortal

VISITA. El doctor Emec Cherenfant llegó a la cita diez minutos antes. El oficial ayudante de Héctor Gustavo Sánchez lo hizo pasar a la sala de espera del despacho y le dijo que el señor ministro tardaría unos minutos.

“Pide que lo disculpe, doctor -le dijo-. Estará aquí un poco después de las ocho de la mañana. ¿Desea tomar algo?”.“Un té -dijo el doctor-. No se preocupe. Esperaré”.No esperó mucho tiempo. Diez minutos después, el propio ministro de Seguridad lo hizo pasar al despacho. Después de los saludos le dijo:

“Doctor, es necesario que la gente sepa la verdad sobre los casos criminales que hemos visto en los últimos días. No se trata de rivalidad entre bandas o pandillas, no se trata de ajustes de cuentas entre delincuentes del crimen organizado. Es algo más profundo, algo que la Policía Nacional ni cualquier otra institución del Estado, dedicada a combatir el crimen, puede controlar. Son crímenes que se dan en los hogares. Crímenes de convivencia”.

“La maldad está en el corazón humano -comentó el doctor Cherenfant-, y solamente Dios la puede curar”.“Así es -dijo el Sánchez-, sin embargo, la Policía Nacional, la Secretaría de Seguridad tiene que hacer su trabajo. No podemos evitar los llamados ‘crímenes de convivencia’, pero no descansamos hasta llevar al criminal ante la justicia... Y de estos casos, de estos éxitos que nos hacen sentirnos orgullosos, tengo para usted setenta y seis, todos resueltos por la Dirección Policial de Investigaciones en los que los que cometieron el hecho están pagando sus delitos con cárcel”.

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Hizo el ministro una pausa y añadió:“Una tarde, hace poco tiempo, una mujer joven y de bonita presencia salió de su trabajo en una oficina de gobierno. Caminó hasta la estación de taxis, para regresar a su casa, cuando un hombre joven, un muchacho, se le acercó por la espalda, la llamó por su nombre y cuando ella dio vuelta para responderle, el delincuente le apuntó con una pistola al pecho. Le disparó cinco veces. El sexto disparo lo hizo a la cabeza, cuando la víctima ya estaba en el suelo, en un charco de su propia sangre. La mujer murió allí mismo. Los testigos dijeron que, de lunes a viernes, viajaba en taxi colectivo, de su casa al trabajo, y del trabajo a su casa, y los taxistas la conocían bien. Pero, no pudieron identificar a su asesino, y tampoco pudieron dar una descripción de él, para que el dibujante, el artista forense de la DPI, hiciera un retrato hablado... Y es que andaba cubierta la cabeza con una gorra de visera ancha y baja, doblada como la doblan los militares; tenía el pelo largo, que resultó, en el análisis, que se trataba de una peluca; llevaba lentes oscuros, y mascarilla; además, vestía una camiseta de mangas largas, floja, de color negro, y encima, una chumpa de cuero ‘Harley Davidson’, con un número en la espalda. Calzaba tenis negros y vestía pantalón azul desteñido. Los testigos dijeron, también, que llevaba guantes, como de motociclista. Y todo esto lo confirmamos con las grabaciones de los videos de seguridad de la zona. Las cámaras lo captaron alejándose de la escena del crimen, con la pistola escondida debajo del faldón de la camiseta, y sin prisa por escapar. Por supuesto, nadie lo siguió. Dos calles más adelante, lo esperaba una motocicleta sin placas, se subió en ella, la encendió, y se fue. Las cámaras de seguridad lo captaron hasta que se perdió más allá de la colonia Aurora, cerca de la San Miguel, por unas calles de tierra”.

Hizo otra pausa el ministro y luego de tomar un poco de agua, añadió:“Atrás dejó a la víctima, una mujer joven y bonita, empleada y madre de dos hijos. Y, por supuesto, lo primero que dijimos es que se trataba de un crimen por encargo. El modus operandi del criminal es típico en estos casos”.

“¿La conocía el criminal? -preguntó el doctor Cherenfant.“Al principio, creímos que sí -respondió Sánchez-. La investigación partió del hecho de que el asesino la llamó por su nombre. Sin embargo, doctor, teníamos que estar seguros, porque la sociedad nos pide que hagamos justicia, que capturemos al delincuente y lo llevemos a los tribunales, por lo que tenemos que trabajar con pinzas; con sumo cuidado, ya que, como se ha dicho siempre, es preferible cien criminales libres que un inocente preso. Y le digo esto porque los primeros resultados de la investigación nos dijeron que la víctima acababa de separarse de su esposo, de quien sospechaban los familiares y amigos. Pero, cuando lo entrevistaron los agentes de la DPI, vieron que las características físicas del asesino eran diferentes a las del esposo. El asesino, de estatura regular y delgado; el esposo, alto, de más de un metro ochenta centímetros, y de complexión recia. Se mostró accesible a los agentes, y ellos notaron tristeza en él. Dijo que estaba separado de su esposa, que se había ido de la casa hacía seis meses, que ella se había quedado con todo: casa, negocio, que había fracasado en sus manos, y hasta lo había embargado por el cincuenta por ciento de su sueldo. Y, según él sabía, ahora tenía otra relación, o estaba empezando una nueva”.

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Investigación

Sirvieron el desayuno, el doctor y el ministro comieron despacio. El doctor pidió otra taza de té y mojó en él dos galletas de avena. A un lado de la mesita estaba el expediente del caso que Sánchez estaba explicando.

“Son muchos los casos en los que usted es protagonista, doctor -le había dicho al doctor Cherenfant-, casos en los que algunas de las víctimas fueron sus pacientes”.

“Y, desgraciadamente -dijo el doctor-, otros casos en los que los victimarios fueron mis pacientes. Es lamentable el que la maldad haya echado raíces en el interior del hombre... Y tiene razón usted, ministro, al decir que, estos ‘crímenes de convivencia’ son prácticamente imposibles de evitar”.

“La convivencia en el hogar es armónica o es problemática, y el carácter, la personalidad y la misma naturaleza de las personas llega a desencadenar hechos tan lamentables, como ese en el que un hombre mató a su propio padre y ese otro, entre muchos más, en el que el hombre le quitó la vida a la mujer policía, que era madre de cuatro hijos, y servía a la sociedad con voluntad, entrega y mucho humanismo... Y la discusión, el pleito entre esta pareja, es algo que está lejos de poder ser controlado por la Policía Nacional”.Calló el ministro y el doctor Cherenfant suspiró.

“Cuando el hombre nace, viene con mala levadura -dijo-, es triste”.“Aun así -comentó Sánchez-, nuestro deber es buscar al criminal, capturarlo y ponerlo a disposición de la justicia. Y, como en todos los casos, estábamos decididos a encontrar al asesino de aquella mujer en la estación de taxis y llevarlo a la justicia”.“¿Y lo lograron?” -preguntó el doctor Cherenfant.El ministro le respondió:“Es uno de los mejores casos de investigación criminal de los que podemos enorgullecernos en la Policía”.El doctor sonrió.

“Tenemos excelentes investigadores criminales en la DPI -siguió diciendo el general Sánchez-, y un equipo de agentes se dedicaron noche y día a resolver este caso... Yo mismo estuve pendiente del avance en la investigación”.Retiraron la vajilla en la que sirvieron el desayuno y Sánchez agregó:“Dos agentes, un hombre y una mujer, fueron de tienda en tienda, en los mercados de Tegucigalpa y Comayagüela, buscando a alguien que hubiera visto la chumpa que llevaba el asesino el día del crimen. Era una chumpa de cuero sintético, con la leyenda ‘Harley Davidson’ en la espalda, un número singular abajo del logo de esta marca de motocicletas, y algo más, que notaron los agentes mientras analizaban los videos de las cámaras de seguridad: un agujero pequeño al lado izquierdo del número, hecho con un cigarro y un botón grande, de color negro, costurado en el ruedo de la chaqueta. Los agentes dedujeron que había sido puesto allí para tapar otro agujero, tal vez más grande que el primero. Y otra pareja del grupo de agentes pidió al fiscal que les ayudara para conseguir la autorización judicial para hacer el vaciado del teléfono del esposo de la víctima”.

Sánchez sonrió, se acomodó en el sillón y miró al doctor Cherenfant con aire satisfecho.

“No hay crimen perfecto, doctor -le dijo-, no hay crimen perfecto. Y el que cree que la Policía es incapaz, está equivocado. El delincuente no puede escapar de la justicia. Este es nuestro trabajo, y, a pesar de que la criminalidad enseña siempre sus garras, nosotros no descansamos en nuestra lucha por combatirla. Este asesino, el criminal que llamó por su nombre a su víctima, cometió muchos errores y llamar a la víctima por su nombre fue uno de ellos. Buscamos videos de seguridad de días anteriores al crimen y encontramos algo interesante. Alguien aparecía en los videos, y varias veces, cerca siempre de la muchacha. Entonces, supimos que la vigilaba, que el crimen era por encargo, que se trataba de alguien con experiencia policial o militar, por la forma en que manejó el arma y que llamó a la mujer por su nombre para asegurarse que se trataba de la mujer a la que le encargaron asesinar. Una investigación criminal profesional, doctor”.

El doctor Cherenfant sonrió. Uno de los asistentes de Sánchez entró al despacho con un legajo de carpetas.“Setenta y seis casos criminales resueltos por la DPI -dijo el ministro-, casos conocidos”.El doctor Cherenfant sonrió de nuevo.“El asesino de la muchacha cometió muchos errores -repitió el ministro-, porque no hay crimen perfecto”.

CONTINUARÁ LA PRÓXIMA SEMANA

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