Crímenes

Grandes Crímenes: Un misterio sangriento parte II

¡Impunidad, impunidad, fuente de grandes injusticias!  
14.11.2021

TEGUCIGALPA, HONDURAS.-Resumen. En el día más feliz de su vida, una mujer llamada Diana desaparece con su hijo recién nacido. Su esposo, que llegó a traerla al Hospital Materno Infantil, no volvió a verla. Le dijeron que se había ido dos horas antes. Pero nadie más que él podía ir por ella. Desesperado, empieza a buscarla, hasta que la Policía la encuentra… asesinada. Del niño nadie sabe nada.

VEA: Grandes crímenes: Un misterio sangriento parte I

POLICÍA

¿Por qué mataron a Diana? ¿Quién tenía motivos para quitarle la vida? ¿Por qué asesinarla de aquella forma tan cruel? Y, finalmente, ¿dónde estaba el niño?

“Alguien de confianza fue por ella al hospital -dijo el agente a cargo del caso-; de lo contrario, ella no se hubiera ido”.

“¿Pero quién pudo ser?”

“Alguien cercano a ella. Me atrevo a decir que es un hombre en el que ella confiaba plenamente”.

“¿Un hermano? ¿Un vecino de confianza? ¿Un pariente del esposo?”

“No sabría decirlo, pero creo que hay un hombre involucrado en esto. Además, debemos estar claros que no fue a traerla al hospital para hacerle un bien. La sacó, la raptó y la asesinó. Luego, descuartizó el cuerpo y lo embolsó, y un crimen como este solo lo realiza un enfermo mental o alguien que tenga demasiado odio contra la víctima, alguien que estuviera ejecutando una venganza”.

“El asesino pudo haber actuado por despecho” -dijo uno de los detectives.

“También es posible, pero no tenemos informes acerca de alguien que estuviera enamorado de la muchacha, o que hubiera tenido algo que ver con ella y se sintiera desplazado, a tal punto como para guardar por ella tanta cólera”.

“Tal vez no hemos investigado bien”.

“La muchacha solo tenía una hermana en Tegucigalpa, y estaba trabajando en una maquila cuando le avisaron que su hermana había desaparecido. Y estaba en el trabajo cuando fueron por ella al hospital. También tenía una sola cuñada, y estaba en la casa, con la suegra, esperándola con el niño. Y el esposo no salió de la casa hasta que se acercó la hora que le dieron en el hospital para que fuera por ella”.

“Entonces, ¿quién fue por ella?”

“Existe la posibilidad de que la mujer saliera sola del hospital y que en la calle se encontrara con alguien, tal vez una banda de robaniños, que la raptó, le quitó el niño y la mató…”

“Es posible, pero una de las enfermeras que la atendió esa mañana dijo que alguien había ido por ella, aunque no dice quién era. Yo creo que no lo vio, pero se confió porque la mujer estaba contenta de irse para su casa, y ella entendió que la persona que venía por Diana era de confianza, o que era su marido. Esto es lo que nos dijo la enfermera”.

“¿Quién más sabía en la casa de la muchacha que salía del hospital esa mañana? O sea, que ya le habían dado el alta”.

“Pues se supone que la suegra, la mamá del esposo, el propio esposo y la hermana que vive con ellos. Y de estos tres, solamente el esposo pudo ir por ella, no solo porque es el marido, sino porque es el hombre de la casa. Y nadie lo acompañó. Cuando llegó al hospital, le dijeron que su esposa se había ido hacía unas dos horas. Nadie recordaba a la mujer. Los guardias no siempre están atentos de las caras que salen y entran”.

“Entiendo, ¿pero por qué matarla? ¿Y dónde está el niño?”

¿Cuántas veces más se harían aquellas preguntas? ¿Encontrarían respuestas para ellas?

ADEMÁS: Grandes Crímenes: El caso de la Villa Olímpica

LLAMADA

Tres meses después, el caso de la desaparición de Diana y su hijo empezó a enfriarse. La Policía no sabía por dónde empezar la investigación, y el caso se guardó entre muchos otros expedientes. Sin embargo, una tarde el detective a cargo del caso recibió una llamada. La que hablaba era una mujer y se notaba agitada.

“¿Quién es usted? -le preguntó el detective-. ¿De qué desea hablar conmigo?”

“Soy Ana -dijo la mujer-, la cuñada de Diana, la muchacha que desapareció del Materno Infantil con su niño recién nacido. ¿Se acuerda de ese caso?”

“Sí, claro. Me acuerdo bien. Dígame, ¿en qué le puedo servir?”

“Pues mire que no sé ni cómo decirle esto, es mejor que hable con usted personalmente”.

“¿Puede venir a mi oficina?” -le preguntó el agente.

“No, en su oficina mejor no. Mire, véngase al Metromall, voy a estar cerca de La Colonia… Pero trate de venir rápido. Es que tengo miedo”.

“¿Miedo de qué?”

“No sé. Es que estoy confundida, y hay algo que yo sé, pero que no pude decir hace meses, cuando Diana desapareció…”

El detective no tardó en llegar a la cita. Allí estaba la muchacha, nerviosa y viendo en todas direcciones, como si se sintiera amenazada.

DE INTERÉS: Grandes Crímenes: La última cena

502

“Voy a decirle algo que no dije hace tres meses -le dijo al detective-; y no lo dije porque jamás me imaginé que eso fuera posible, pero después de lo que vi ayer, es mejor que ustedes lo sepan”.

Se sentaron y pidieron café. La mujer siguió diciendo:

“Mire, nosotros tenemos un hermano que se llama José. Es el mayor de todos. Él no se ha casado, y un día dijo que se iba para Estados Unidos, de mojado. Eso fue hace como seis meses. Se despidió de nosotros, pero la noche anterior, yo me levanté al baño, como a eso de las once de la noche, y oí voces. Mi hermano Adán, el esposo de Diana, estaba de viaje en Danlí, trabajando con mercadería. Diana tenía como seis meses de embarazo. Esa noche yo oí que alguien hablaba, y reconocí la voz de mi hermano José. Estaba diciendo que él estaba enamorado. Decía: “No me importa que usted esté embarazada de mi hermano, yo la quiero, y como es mi sobrino lo que usted va a tener, pues yo lo voy a criar como si fuera mi propio hijo. Véngase conmigo, yo la quiero y quiero vivir con usted para siempre”. Esto es lo que él decía, pero no escuché lo que ella le dijo, solo que mejor se fuera porque no quería problemas. Y José se fue. Un mes después, sin saber nada de él, apareció llamando por teléfono a mi mamá. Llamó a mi teléfono y yo me acuerdo bien de que el número empezaba con 502. Él le dijo a mi mamá que estaba en México y que tal vez en un mes cruzaba a Estados Unidos. Que estaba trabajando en un billar, y que no se preocupara por él”.

“Pero -le interrumpió el detective-, 502 es el código de área de Guatemala, no de México”.

“Yo no sabía eso, pero lo supe después. No le dije nada a mi mamá para no preocuparla, pero hoy se lo digo a usted porque me parece raro que le dijera a mi mamá que estaba en México cuando en realidad estaba en Guatemala”.

“Así es”.

“Pero hay algo peor que esto -agregó la muchacha-; ayer en la mañana fui al mercado del Mayoreo, en Belén, y al salir para esperar el bus de la Cerro Grande me llevé una sorpresa. En un taxi iba un hombre igualito a mi hermano José, el que se había ido para Estados Unidos. Yo estoy segura de que él me miró, y yo le grité. Corrí detrás del taxi como pude, y lo llamaba, pero el taxi se alejó y no lo vi más. No le he dicho esto a mi mamá, pero me parece que ya son dos cosas raras, y por eso mejor hablo con usted. José estaba enamorado de Diana, quiso llevársela con él para Estados Unidos, a pesar de que iba a tener un hijo de mi hermano, y el hecho de que Diana haya desaparecido sin dejar rastro se me hace muy sospechoso. Por eso es que mejor quise hablar con usted”.

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INVESTIGACIÓN

Poco tardaron los policías en confirmar las palabras de Ana. La llamada a la que se refirió salió de un lugar llamado Guastatoya, en Guatemala. Los detectives averiguaron con Migración que José había salido de Honduras y que había entrado apenas dos semanas antes de que Diana diera a luz.

“¿Es posible que este hombre haya regresado por Diana?” -se preguntaron los detectives.

“Pues es un sospechoso potencial”.

“Su hermana lo vio hace un par de días en Comayagüela, y dice que no se ha vuelto a comunicar con su madre, que lo hace en México y en camino a Estados Unidos”.

“Es posible, entonces, que este hombre, despechado por el rechazo de Diana, haya planificado una venganza. Fue por ella al hospital, seguramente se presentó diciéndole a la mujer que acababa de llegar deportado, o que se había regresado, y que su hermano Adán le pidió que fuera por ella al hospital, y que estaba contento de verla. La mujer, a pesar de saber qué es lo que aquel hombre pretendía con ella, confió en él, y se fue sin sospechar nada. Entonces, este hombre se la llevó a algún lugar, allí, tal vez, trató de convencerla de que se quedara con él, pero ella se negó, y él, furioso, tal vez la golpeó y terminó matándola. Después, la descuartizó y solo Dios sabe lo que hizo con el niño. Lo cierto es que la muchacha Ana lo vio y lo reconoció en el taxi…”

“Hay que hablar con el fiscal. Necesitamos una orden de captura. Es el principal sospechoso”.

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FISCAL

Los policías presentaron el caso ante un fiscal, y el fiscal solicitó la orden de captura al juez. El juez denegó la orden “porque no son suficientes elementos”. Tres semanas después, una mujer apareció muerta en un solar baldío. La habían estrangulado y, después, cortaron el cuerpo en pedazos. La mujer se llamaba Ana. Era la cuñada de Diana, la mujer que desapareció una mañana del Hospital Materno Infantil… Del niño no se ha sabido nada.

La Policía espera el momento en que puedan interrogar a José, pero este no aparece por ninguna parte… El misterio sangriento sigue sin resolverse.