Tegucigalpa, Honduras.- Cuando un niño ve cómo su hermano recibe elogios por sus calificaciones, siente un nudo en el pecho y la necesidad de esforzarse para “alcanzarlo” y obtener reconocimiento. Los padres suelen usar estas comparaciones con la intención de motivar y estimular el esfuerzo integral, pero este sentimiento es apenas la punta del iceberg de los efectos emocionales que pueden generar en los niños.
La máster en psicología Anjannette Gavarrete señala que la mayoría de estas comparaciones “generan más problemas personales y familiares, provocando más rivalidad que motivación”.
Escuchar frases como “mira cómo lo hace tu hermano” o “por qué no sos como él” lleva a los niños a interpretar que su valor depende de superar a otros, causando celos y resentimiento.
El impacto de estas comparaciones no depende únicamente de lo que se dice, sino de cómo y cuándo se dice. La especialista explica que “lo que hace la diferencia es el tono, la intención y la forma en que los padres transmiten el mensaje”.
Si se enfatizan las fortalezas con apoyo y cariño, la observación puede despertar entusiasmo y confianza, pero cuando se recalcan carencias o se exigen resultados, los niños sienten presión y su autoestima se debilita.
Considere que la seguridad emocional de los hijos se construye en la certeza de ser valorados por quienes son y no por cómo se perciben frente a otros.
La exposición continua puede llevarlos a buscar aprobación externa y la sensación de que nunca son suficientes. Según Gavarrete, este patrón puede incluso extenderse a amigos o miembros de entornos más amplios, afectando las relaciones y la percepción de sí mismos.
Reformule las comparaciones
Pequeños comentarios diarios pueden alterar la percepción que los niños tienen de sí mismos y de sus hermanos. Aquí le mostramos cómo reformular esas frases desde un enfoque responsable y respetuoso.
- Respetar su esencia: “Veamos juntos otras formas de hacerlo y encontrar la que te funcione”, sustituye la expresión “mira cómo lo hace tu hermano, aprende de él”.
- Enfocarse en el propio progreso: “Cada uno tiene sus logros y desafíos, vamos a enfocarnos en tu propio progreso”. Esta alternativa transforma comentarios como “después no te quejes cuando tu hermano te gane”.
La opinión de la experta: El rol de las etiquetas
“Las etiquetas tienen un gran peso en la identidad del niño. He trabajado con familias donde un hijo es llamado ‘el responsable’ y el otro ‘el travieso’ o ‘el tremendo’: el primero se siente presionado a no equivocarse y el segundo termina repitiendo el rol de ‘problemático’ porque cree que ese es su lugar en la familia. Cuando un niño es etiquetado, deja de explorarse en otras áreas y limita su propio desarrollo”, enfatizó la especialista.
Indicadores de baja autoestima infanto-juvenil
- Necesidad excesiva de aprobación: busca la validación de adultos y compañeros y muestra angustia si no recibe elogios por sus acciones. Su felicidad depende más de la valoración externa que de su esfuerzo.
- Autodevaluación constante: se califica negativamente en comparación con otros y manifiesta frases como “no sirvo” o “nunca hago nada bien”. Se centra en errores y minimiza logros propios.
- Retraimiento social: evita interactuar con los demás por temor a ser juzgado y se aísla en actividades grupales. Muestra timidez extrema y su conducta pasiva limita el desarrollo social.