Tegucigalpa, Honduras.- Frases como “otra vez vos con lo mismo” o “mirá cómo tu hermana sí puede y vos no” suelen decirse al paso, casi sin pensar y sin intención de herir, pero dichas frente a otros, en tono irónico o reiterado, se convierten en heridas que calan en la identidad del niño, que no siempre suenan como insultos, pero que sí humillan.
Se trata de una violencia sutil, encapsulada en la cotidianidad, que ha aprendido a esconderse detrás de la autoridad o la costumbre.
A este fenómeno, la máster en psicología Anjannette Gavarrete lo define como humillación infantil, que “es cuando el niño se siente pequeño o ridiculizado por cosas que muchos adultos ni siquiera notan”, explicó.
Puede venir de un padre, una madre o un maestro. A veces parece una advertencia, otras un consejo o incluso un acto de cuidado. Pero lo que realmente recibe el niño es un sentimiento de insuficiencia que lo reduce y lo confunde.
La entrevistada señaló que “algunos piensan que corregir es hacerlo sentir mal para que aprenda” y bajo esa lógica, muchos adultos actúan “por su bien”, sin notar que lo que en realidad siembran es una herida emocional. Así, la palabra que debía orientar se vuelve acusación; la corrección, castigo; y la autoridad, un espejo que solo humilla.
Y aunque sean muchos los factores —como el cansancio— los que acompañan estas intenciones, lo cierto es que educar no implica hacer sentir menos a nadie, y aún menos a un niño; es enseñarle sin herirlo, corregirlo sin exponerlo y ponerle límites sí, pero sin avergonzarlo.
“Educar con respeto no es ser blando, es entender que se puede guiar sin lastimar”, reflexionó Gavarrete.
Estrategias para educar sin herir
La forma en que se nombra, se señala o se corrige a un niño lo puede dignificar o humillar. A continuación, la entrevistada propone algunas estrategias que le permitirán guiar sin exponer.
- Corregir en privado: regañarlo frente a otras personas puede activar en ellos una respuesta de vergüenza o humillación que opacará cualquier enseñanza.
- Evite sarcasmos y grito: hablar con autoridad no es igual que hablar con prepotencia; lo primero construye, lo segundo hiere.
- Enseñe desde la comprensión: cuando le explica con claridad por qué algo no está bien, se fortalece la capacidad de razonamiento ético y la autonomía emocional del niño.
Otros consejos que le serán de utilidad
- Fíjese en la conducta, no en la identidad: decir “eso que hiciste no está bien” no es lo mismo que decir “sos un malcriado”. La primera frase señala el acto; la otra juzga la esencia. Recuerde que ellos están en formación.
- Haga preguntas antes de juzgar a su hijo: preguntar “¿qué crees que podrías haber hecho diferente?” abre un espacio de reflexión. Esta actitud permite al niño conectar con sus emociones y revisar sus acciones.
- Modele con el ejemplo: los niños aprenden más del ejemplo que de las palabras. Si un adulto exige respeto, pero grita; si pide paciencia, pero pierde el control, el mensaje se vuelve contradictorio.
Opinión de la experta: Efectos emocionales
Gavarrete afirma que “la vergüenza repetida va apagando la confianza del niño. Lo hace pensar que equivocarse es malo, que no debe mostrarse tal como es, y que tiene que esforzarse para ser aceptado. Esto lo puede volver retraído, muy exigente consigo mismo o con miedo a fallar. Y cuando eso se repite, no solo afecta su autoestima, también daña su forma de relacionarse con los demás y con sus emociones”.
