Tegucigalpa, Honduras.- Hace ocho años Pável Aguilar comenzó a transitar un proceso artístico que solo ha ido en crescendo.
El artista hondureño otra vez comparte buenas noticias: ganó un premio de Atelier Mondial en Basilea, la ciudad suiza donde reside desde hace varios años, y esto le abre las puertas para realizar una residencia artística en Taipéi (Taiwán); después, en 2026, hará una exposición que también es parte del premio que ganó.
Este logro no solo es motivo de emoción y agradecimiento para Aguilar, sino también de gran responsabilidad y compromiso, para seguir construyendo una trayectoria anclada en el aprendizaje, la experimentación y la sensibilidad.
“Mi formación ha sido un viaje entre territorios, lenguajes y disciplinas”, dice el artista nacido en la costa caribeña hondureña, y en ese viaje ha logrado conocer otras culturas y abordarlas desde su propuesta artística.
¿Cómo llega a este momento: el de ganar un premio de Atelier Mondial?
Este premio es uno de los más competitivos en la ciudad de Basilea y en toda la región trinacional que incluye Suiza, Francia y Alemania. Este año se postularon 179 artistas en diferentes disciplinas y solo 16 fuimos seleccionados. Ser uno de ellos es un enorme honor.
Como artista hondureño, me llena de orgullo llevar el nombre de nuestro país a estas esferas del arte internacional, donde el nivel de exigencia es altísimo.
Este reconocimiento no solo prestigia mi trayectoria, sino también mis raíces y mi decisión de trabajar en la intersección entre las artes visuales y las nuevas tecnologías.
¿Cuál ha sido el papel de Atelier Mondial en la formación artística a través de espacios como este en el que usted obtuvo este reconocimiento?
Atelier Mondial cumple un rol fundamental: abre caminos. Sus residencias internacionales que se desarrollan en Berlín, París, Tokio, Nueva York, Taipéi, Kinshasa, Buenos Aires, Oaxaca y Yereván ofrecen a los artistas la oportunidad de expandir sus horizontes, crear sin presiones inmediatas y entrar en contacto con contextos culturales muy diversos.
El premio consiste en un aporte económico de 15,000 francos suizos (unos 15,500 euros), más un atelier con vivienda en la ciudad de destino. Es un respaldo concreto que me permite dedicarme plenamente a la investigación y a la creación.
¿Cómo se prepara para su residencia de tres meses en Taipéi?
Estoy preparándome con una mezcla de investigación previa y apertura hacia lo inesperado. Me interesa comprender el pulso sonoro de Taipéi, sus paisajes urbanos y la relación entre tradición y modernidad.
La residencia tendrá lugar en un espacio muy destacado: el Treasure Hill Artist Village (THAV), referente de la escena artística taiwanesa, lugares donde confluyen artistas locales e internacionales y donde se generan diálogos entre prácticas experimentales y la comunidad. Estar allí significa situarme en uno de los epicentros creativos de Asia.
¿Cuál es el programa que marcará su estancia en Taipéi?
Durante los tres meses quiero desarrollar una serie de experimentaciones sonoras que parten de mi investigación sobre instrumentos ancestrales taiwaneses, y su interacción con tecnologías interactivas.
Planeo realizar grabaciones de campo en la ciudad, colaborar con músicos y artesanos locales y crear instalaciones sonoras que permitan al público participar activamente.
Como parte del programa, también tengo confirmada una exposición individual en las galerías del Treasure Hill Artist Village (THAV), lo que representa una oportunidad única de mostrar mi trabajo en un contexto asiático y de generar un diálogo directo con el público taiwanés.
¿La exposición de 2026 está ligada a la residencia en Taipéi o desde ya usted se ha estado planteando el proyecto que expondrá?
Ambas cosas. Ya tengo un proyecto en curso, pero lo concibo como un proceso vivo. La residencia en Taipéi será un laboratorio abierto, donde el trabajo se transformará en contacto con la cultura y el entorno taiwanés.
La exposición de 2026 recogerá esa experiencia, será la síntesis de ese intercambio. No será una obra cerrada ni puramente personal, sino una creación atravesada por voces, sonidos y memorias compartidas durante la residencia.
¿Cómo definiría hasta este momento su proceso formativo como artista, y cuáles son los pasos que está decidido a dar para continuar con este crecimiento?
Mi formación ha sido un viaje entre territorios, lenguajes y disciplinas. Crecí en la costa caribeña de Honduras, en un entorno profundamente marcado por la naturaleza y la música, donde comprendí desde muy temprano la fuerza transformadora de los sonidos.
Esa raíz me llevó a formarme como músico clásico, pero con el tiempo descubrí que mis inquietudes artísticas necesitaban expandirse hacia otros medios. Fue así como encontré en el arte sonoro y en las artes visuales un espacio fértil para crear un lenguaje propio, uno que me permite entrelazar sensibilidades estéticas con reflexiones sociales y ecológicas.
Hoy, mi práctica se sitúa en la intersección entre arte, antropología y tecnología. Busco establecer puentes entre distintas geografías y tradiciones, entre América Latina, Europa y ahora Asia, con la convicción de que el arte es un territorio común capaz de generar diálogos que trascienden fronteras.
La residencia en Taipéi representa un paso fundamental en este camino: una plataforma para crecer, experimentar y demostrar que incluso viniendo de un país pequeño como Honduras, es posible situarse en el corazón de los debates artísticos globales.
Para mí, eso no solo es motivo de orgullo, sino también una responsabilidad que asumo con seriedad y gratitud. En este proceso, reconozco también el valor de las personas que me acompañan.
Agradezco profundamente a Samaí Torres y al profesor Carlos Lanza por su incondicional apoyo en la difusión y acompañamiento de mi práctica, un respaldo que me recuerda que la trayectoria de un artista nunca es individual, sino que se construye en comunidad, en diálogo y en confianza.
Esa red de afectos y complicidades es la que me impulsa a seguir avanzando con rigor y sensibilidad en este camino artístico.
De cara al futuro, estoy decidido a continuar ampliando mis investigaciones, a explorar nuevas tecnologías y, sobre todo, a mantener un compromiso activo con los temas que me movilizan: la ecología, la memoria y los vínculos entre lo antropológico y lo contemporáneo.
Mi objetivo es seguir cultivando un arte que dialogue con lo urgente de nuestro tiempo y que, al mismo tiempo, conserve la capacidad de inspirar esperanza y belleza.
