Tegucigalpa, Honduras.- Con música de Pink Floyd o quizá en silencio. Con ímpetu o tranquilidad. Con energía o cansancio... Ha sido un proceso de más de un año para que “Transmutante” finalmente sea.
Pero si bien el proyecto nace en ese momento, se gestó mucho antes, desde que el lienzo de Orlando Roque se volcaba a lo figurativo con guiños abstractos, cuando el trazo dejó de ser una línea para convertirse en una mancha, cuando finalmente la pincelada se convirtió en el mapa de la memoria.
Entramos a ese estudio para descubrir otra vida, otro tiempo, a otro pintor, y lo hicimos antes de que “Transmutante” también habitara otro espacio en el que se enfrentará con otras experiencias, visiones, lenguajes e interpretaciones, cuando sea inaugurada el miércoles 20 de agosto en el Banco Central de Honduras (BCH) en un evento privado, para luego quedar abierta al público por espacio de un año.
De experiencias y texturas
Si nos remontamos a aproximadamente una década, la obra de Roque ya mezclaba texturas, era claro un acercamiento tímido a otro territorio del arte sin que esto significara una intención clara de formalizarlo como un proyecto.
Hace un año, con “Plaza Los Dolores”, ya no fue una mera intención, o el producto de un impulso, en el lienzo del artista crecía lo que finalmente terminó siendo “Transmutante”, aunque no podamos decir que bajo las mismas motivaciones.
Pero nos cuenta él, a la luz de su obra actual, que desde que era estudiante de Bellas Artes tenía una inclinación hacia la textura, “para mí el arte figurativo tiene mucho de abstracción, y de ahí surgió esto de resignificar”, dice.
Pero así como decía un poeta: “no escribo lo que quiero, si no lo que puedo”, la inquietud por el arte abstracto no se resume a tomar el color como lenguaje, también hay detrás un pleno conocimiento técnico, y no solo eso, también un profundo conocimiento de sí mismo y de esas emociones, experiencias y sensaciones que se quieren interpretar, para que finalmente el querer y el poder se materialicen en el hacer a través de una pintura que es su lenguaje visual.
Y así, el artista experimentó, y esa experimentación no estuvo a la vista, fue un proceso íntimo, porque aún no era el momento de contar esta historia.
Pero dentro de ese proceso envolvente que genera el pensar, repensar, meditar y reflexionar, debe haber un orden, el artista no sucumbe ni a su caos, ni al caos que el mismo color le puede generar.
Y en ese sentido le preguntamos qué ha significado para él el color y la textura, y cómo eso cobra sentido en el lienzo, y él nos dice que en su ejercicio plástico el color es “fundamental”, “el color como lenguaje y forma se sale de esa mímesis, de copiar la realidad. Entonces, para mí eso siempre ha estado presente”.
La obra de Roque es expresiva, y desde el color quiere transmitir el sentir del momento que vivió y dio paso a este proyecto, y que se resume en la transformación cíclica del ser humano, en el hecho de que a veces estamos bien y a veces mal, en que subimos y bajamos, en que por momentos nos envuelve la luz y a veces nos traga la oscuridad, y que ante todo eso “siempre debe existir la esperanza y la fe”.
En ese sentido, ya lo dijo el crítico y curador de la muestra Carlos Lanza: “Lo técnico no puede reducirse a un ejercicio moldeado por la habilidad del artista, lo técnico en el arte solo tiene sentido si abre caminos para adentrarnos en la complejidad existencial del mundo, desde esa perspectiva la técnica es un ejercicio crítico”.
De lo personal al lienzo
Este es el proyecto más personal de Orlando Roque, el que más le ha exigido en todos los aspectos, y que ha sido, en algunas etapas del proceso, desgastante, aún así “lo disfruto”, dice el pintor.
Es así que quien se enfrente a la obra del artista podrá percibir esos puntos de tensión y distensión, esos llamados a la luz y la oscuridad, esos encuentros y desencuentros plasmados en una propuesta que no es lineal.
Carlos Lanza señala que “Transmutante” es para el artista “un acto de sanación, de resiliencia ante la vida (...) el dolor, la angustia, la herida y el trauma son evocados en las rugosidades de la materia, en los espasmos del trazo; pero, por otro lado, esas zonas de luz, esas audaces veladuras, revelan el deseo de redención en medio de la incertidumbre y la desesperanza. El arte siempre aspira a resignificar la vida, el arte está allí para recordarnos que la sangre es más tibia en la luz de la esperanza”.
El artista estableció con su proyecto una conexión enérgica, y nada de lo que sucedió en el lienzo fue producto del impulso sin mediación de la reflexión, hay en ella una coherencia establecida, un orden que le da significado a una obra que puede ser, como reconoce el pintor, bien recibida por unos y criticada por otros.
Y ante la interrogante de si dejará la figuración para seguir construyendo su trayectoria desde la abstracción, responde que a él se le conoce por otro estilo diferente al de esta propuesta, y que maneja esto de una manera consciente y coherente, “la figuración no es que la voy a dejar después de este proyecto, estoy experimentando y así como ‘Transmutante’, yo también me voy transformando”.
El curador de la muestra lo indica: “Retornar a la figuración no sería una tragedia, siempre y cuando sea para dignificar una tradición que ha visto en lo abstracto el espejo translúcido de su imagen”.
