Gracias, Honduras.- La deuda histórica que Honduras tiene con la población indígena y afrodescendiente ha dejado una profunda huella que solo podrá difuminarse cuando los gobiernos tomen decisiones desde el conocimiento y la comprensión.
Cuando veníamos en el viaje hacia Gracias, Lempira, Cintia Bernárdez nos contaba un poco sobre su trabajo con las comunidades indígenas y afrodescendientes, y cómo el hecho de que no se comprendan las raíces culturales, costumbres y tradiciones de estos hondureños marca una brecha que incluso los deja al margen de sus derechos, como el acceso a la salud y la educación.
Ella venía en el mismo bus porque también participaría en el IX Festival Internacional de Poesía Los Confines, donde desde hace años ha tenido espacio para desarrollar talleres infantiles con un objetivo claro: fortalecer la identidad cultural desde las primeras etapas de la vida.
En el marco de esta edición ha impartido, junto con Saira Amaya, los talleres "Los ritmos de la herencia garífuna con el cuento ´Yo quiero ser bailarín de máscaro´" y "Tejiendo historias de nuestros pueblos", ambos con una metodología activa y participativa que busca ir más allá de la simple escucha.
"Los niños no solo se sientan a oír cuentos, sino que interactúan, cantan, bailan y reflexionan sobre quiénes son y de dónde vienen", explica nuestra entrevistada, cuya obra literaria, como "Wagücha: El cofre de los secretos de mis ancestros", está centrada en la salvaguardia de los saberes ancestrales, especialmente de la población garífuna.
Sus cuentos, cargados de simbolismo, son una invitación a redescubrir las raíces y a resignificar la pertenencia a comunidades indígenas y afrodescendientes en un país donde, según afirma, aún persisten fuertes estigmas y discriminación, que marcan una brecha para la integración de los comunidades indígenas y afro.
En los talleres se abordan temas como la lengua materna, la cosmovisión y el patrimonio cultural inmaterial. A través de relatos como "Wagücha" y el uso de instrumentos musicales garífunas, Bernárdez crea un espacio donde los niños pueden reconocerse en sus historias familiares y culturales.
La respuesta ha sido esperanzadora: "Antes nadie decía que era lenca; ahora, después del taller, varios levantan la mano con orgullo", cuenta emocionada.
Y es que no es un proceso "natural" sentirse parte de algo, muchos de estos niños vienen de familias donde se les inculca no revelar su origen por temor a la discriminación, como si ser parte de un grupo indígena fuera una condena.
Además de combatir los estereotipos —como la imagen sexualizada o meramente festiva de la cultura garífuna—, Cintia Bernárdez también denuncia casos de apropiación cultural que afectan directamente a las comunidades: “Hay personas que se hacen pasar por garífunas para obtener beneficios, desplazando a los verdaderos portadores del saber ancestral”.
Su trabajo no se queda solo en el aula, también participa en la redacción de una propuesta de ley para la protección de las lenguas y saberes ancestrales. Esta iniciativa representa un paso hacia la reparación histórica de las comunidades indígenas y afrohondureñas, muchas veces excluidas de los procesos de toma de decisiones.
La escritora insiste en que los niños no nacen con prejuicios, sino que estos se aprenden. Por eso, apuesta por métodos lúdicos y afectivos para enseñar: "Les mostramos que ser garífuna no solo es bailar o cantar; también podemos ser escritores, docentes y líderes comunitarios”.
Con su trabajo profundamente pedagógico, Bernárdez evidencia que la identidad se construye desde la infancia y que el reconocimiento comienza con una simple pero poderosa pregunta: ¿Quién soy yo?