Siempre

Artículo de Octavio Carvajal: En cuesta abajo

Los cercanos al trono, en cualquier época, pierden tiempo en pintar la foto de su jefe con un pueblo sin brillo, fácil de burlar
16.10.2022

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Nadie debería asustarse cuando el disco de adulones de cada gestión aplaude encuestas que elevan y lactan el ego de sus amos rodeados por un hilo de fiascos. La vanidad es mera pobreza mental de jefes que no aceptan, ni en sueños, ver sus fichas en añicos. Por eso corren a teñirlas a lomos de un pueblo en cuesta arriba que los pone en cuesta abajo en las urnas por vivos, por torpes y por inútiles.

Nada cambiará en tierra repleta de incultos cercada de astutos. Cada cuatro años, sin urgir de empujón, sobran rastreros de todo tipo, sin distingos de razas ni estratos. Doctos, en lo público y en lo privado, sin talento ni talante. Los “gatos” conformes con arroz y frijoles en sus platos sobreviven tirando vivas al retrato de galanes vendidos de muy gratos en campaña y con mando se tornan ingratos.

CAOS

Los del trono y sus secuaces, ricos y frescos gracias a la ruina general. Por encima de cualquier castigo está su maldito ego. En la calle reprobados y, en sondeos pagados con pisto estatal, los pintan con puntitos de más. Pasan a raspas raspando todo a su paso en sus pésimas regencias. En pleno adelanto, atrasados y enredados en numerosas redes sociales donde muchos son burlados.

Sin dudar, a todos, sin excepción, les embruja ver su imagen por los cielos con el país y su gente, como siempre, por los suelos. Rematados en caminos de herradura, pésimas carreteras, por el desempleo, criminalidad, alto costo de la vida, inflación, devaluación, corrupción, nepotismo y mil plagas. Con yugo en cuesta abajo y en cuesta arriba. En revés y los jefes elevándose, dándole más frijoles y café chingaste a los indios.

Por cuatro décadas atados a civiles ladrones “tutelando” a su antojo y codicia familiar con grupos de prensa serviles, soeces, “pensando” y “creyendo” que a la población le suma o se nutre con “sondeos de opinión” (de sus reptiles) para realzar en balde la ruinosa efigie de sus reyes que suplir las penurias del país hundido en abandono y, de remate, visto de arlequín.

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TREPÓN

¿Importa más “levantar” o “revivir” la figura del mandamás o de todo un pueblo que ya no aguanta más? Un 65 por ciento de fama (mal cociente por culpa del patrón) con el cartón de huevos rozando los 150 lempiras, el galón de gasolina a 114 lempiras con tuerce de subir más, con la moneda a 24.80 frente al dólar, con alquileres impagables y el mando con pompas. ¿Algo no cuadra?

Reprochable que ahogados por los precios y las lluvias salgan con encuestas ególatras que poco o nada le interesa ni le abona a una mayoría haraposa, dividida por los mismos delincuentes de la política. ¿Será que la gente come con el orgullo de un presidente que compra puntos con pisto del fisco para borrar su aplazado? ¿La jactancia del jefe servirá para sacar de la pobreza al 75 por ciento de la población que sobrevive con veinticinco lempiras diarios?

Ideamos que un mandatario debe, si tiene un pico de vergüenza, declinar a su pasajera y onerosa pedantería de sobresalir en sondeos con el gentío en cuesta abajo y en cuesta arriba. Es acción de vivos pulir y estirar rostros de engreídos con un sistema sanitario colapsado, con médicos y enfermeras sin salarios, con los hospitales en la misma desgracia por desgraciados sin gracia que los usan de plancha para cometer fechorías.

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RANDA

Ninguna encuesta para alabar, tapar o manipular malas pasos de un regente causa risa, ni siquiera por joder, en las masas viviendo a puras tortillas y frijoles. Extrema estupidez tirársela de astutos con la gente ahorcada. Pinches mortales no deben tomar el sillón para sentirse excelsos rodeados de excesos, gustos, manías y lujos. ¿Será que un presidente afeitado es sinónimo de ser justo y honesto?

Las nuevas crías deben echar ojo al pasado reciente y verán que cada rey ha tenido su cloaca, con serviles, incluidos dilectos de prensa (los mercaderes de siempre). Uno que se sueña pulcro, volvió más fatuo y endiablado, otro cayó triste pagando cuentas de su sombrío mando y, un tercero, sin par en encuestas, ascendió tanto que cayó de gratis por los cielos de Nueva York.

Cada jefe se engaña solo. La altivez es una debilidad de temple personal para quienes fácil y ciegamente se marean en las mieles del poder. Lástima que las encuestas nunca consultan precios, así sabrían que solo una papa cuesta tanto como ir de aquí hasta Roma. ¡Aleluya, hermanos!

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