Siempre

Armando Lara: el cuerpo como espacio existencial

La cultura moderna entronizó el cuerpo como territorio de lo vivido, sin cuerpo no hay existencia social, Lara lo reconoce, su pintura lo revela

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15.11.2020

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- A Raúl Arechavala, pensador luminoso.

Hace dos décadas escuché este comentario: “Armando Lara se está repitiendo, ya días viene haciendo lo mismo”. Puse en duda esa aseveración porque ese no era criterio para descalificar su trabajo.

Jackson Pollock hizo “lo mismo” por muchos años y no fue cuestionado por eso; Willem de Kooning pintó sus figuras con un estilo expresionista ampliamente reconocido y lejos de ser objetado, ha sido reivindicado; Barnett Newman, con su factura minimalista reiterada en cada una de sus etapas, dejó su huella particular en el arte abstracto. Los impresionistas en la versión Manet, Monet, Renoir, Sisley, Morisot y otros compañeros de viaje pintaron bajo el mismo método y nadie los acusó de repetirse; Arturo López Rodezno articuló gran parte de su producción bajo la iconografía maya y hoy goza de prestigio.

“Refugiados”, 1994.Con esta obra gana la Medalla de Oro en la Segunda Bienal de Pintura de Centroamérica y el Caribe, República Dominicana (1994). Desde la metáfora del cuerpo aborda el tema de los migrantes, la odisea de un viaje doloroso.

“Refugiados”, 1994.
Con esta obra gana la Medalla de Oro en la Segunda Bienal de Pintura de Centroamérica y el Caribe, República Dominicana (1994). Desde la metáfora del cuerpo aborda el tema de los migrantes, la odisea de un viaje doloroso.

Definir una estética, darle identidad y construir a partir de ella un estilo, en ningún momento puede considerarse repetición mecánica. Lara ha fundado con propiedad una estética del cuerpo, su obra nos habla desde el cuerpo, sueña desde el cuerpo, concientiza desde el cuerpo, pinta desde el cuerpo. Esto es lo que quiero enfatizar en este ensayo, no tanto sus recursos pictóricos, cuyos créditos ya están bien establecidos.

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Hacia una poética del cuerpo

Discursar desde el cuerpo es fundamental para comprender todas las circunstancias de nuestra existencia. Jesús Adrián Escudero sostiene que gran parte de la filosofía se ha interesado más por las producciones del espíritu humano que por su cuerpo. La infravaloración platónica del mundo sensible, la estigmatización escolástica de la carne y la desconfianza cartesiana hacia los sentidos son diferentes ejemplos de las cautelas que toma la reflexión filosófica con respecto a cualquier tema relacionado con un cuerpo que pueda poner en peligro la pureza de la razón. Frente a esto, Lara nos presenta una idea holística del cuerpo, que va desde las versiones más realistas condicionadas por la vida social y psicológica del sujeto hasta las versiones más oníricas que rozan el imaginario surrealista.

Nada de lo humano es ajeno a la pintura de Lara, pero es el cuerpo el territorio donde vive y pervive todo el drama social que subyace en él. Es el cuerpo el espacio que vehicula el mundo desde el cual nos habla el artista. El cuerpo es la memoria que nos reinventa, el mapa que traza nuestro destino. Tenemos un cuerpo y somos un cuerpo, ahí se define la existencia objetiva y subjetiva del ser en la obra de Armando Lara, de allí que sus representaciones del cuerpo estén dotadas de una realidad honda y compleja, más que cuerpos son expresiones concretas de la odisea humana, es la carne misteriosa y silenciosa que gravita en el lienzo. En el silencio estos cuerpos gesticulan su ausencia.

'El tren de la memoria”, 1996. Lara trae este recuerdo de la niñez en La Lima, Cortés, y desde el cuerpo traza una mirada antropológica, reconstruyendo un imaginario de fuerza, unidad y poder.

'El tren de la memoria”, 1996.
Lara trae este recuerdo de la niñez en La Lima, Cortés, y desde el cuerpo traza una mirada antropológica, reconstruyendo un imaginario de fuerza, unidad y poder.

Cada pieza de Lara nos liga al mundo con un cuerpo desnudo, listo para revelar esplendor o la humillación del ser. Estos cuerpos anticipan un hecho: nos ofertan una representación del mundo antes de que este surja como “representación” en la conciencia; esto significa que el mundo pensado por el artista, primero se define como una conciencia del cuerpo y solo después como un paradigma de la razón humana. Mi conciencia es mi cuerpo, parece decirnos en cada una de sus obras; en ese sentido, se acerca al filósofo francés Gabriel Marcel (1889-1973) quien afirma que “el cuerpo no es objeto, ni instrumento, ‘Yo soy mi cuerpo’”, en otras palabras: soy conciencia, soy sujeto, porque soy cuerpo.

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Los desafíos de una belleza problematizada

El cuerpo, en sintonía con las ideas de Foucault y Butler, ya no se concibe como un simple objeto de deleite visual, como un elemento material y pasivo, sino como una plataforma artística, una zona de inscripción de conductas sexuales y sociales, un reflejo de la ideología y del poder. Hay quienes han visto en estos cuerpos de Lara un culto a la belleza tradicional heredada del clasicismo renacentista, en realidad, Lara no discursa desde lo abyecto ni lo impúdico y degradante como ya lo han hecho algunos artistas contemporáneos como Cindy Sherman o Barbara Kruger, quienes han desalojado del cuerpo esa aura de belleza y sublimidad que lo caracterizó por siglos.

Lara reconstruye esa línea de temporalidad renacentista y barroca que ha trazado el discurso del cuerpo en la historia del arte, pero con la virtud de insertarlo dentro de una visión del mundo absolutamente moderna. El cuerpo es representado como fragmento, como contingencia, en desplazamiento constante, quebrando así la unidad espacial, física y moral que la tradición clásica le otorgó a este hasta la primera mitad del siglo XVIII.

“Las alas del agua”, 2020. Esta obra forma parte de una serie de dibujos que buscan expresar esa armonía del hombre con la naturaleza. El cuerpo recuperando el espacio natural que la cultura moderna le ha negado en nombre de la civilización.

“Las alas del agua”, 2020.
Esta obra forma parte de una serie de dibujos que buscan expresar esa armonía del hombre con la naturaleza. El cuerpo recuperando el espacio natural que la cultura moderna le ha negado en nombre de la civilización.

La tradición clásica nos presentó una mirada idealizada del cuerpo, su canon basado en la perfección también se asoció a las virtudes morales; Lara, en cambio, nos ofrece una idea del cuerpo como soporte de las contradicciones humanas dentro de una cultura que se mueve entre el desarraigo y la esperanza. No hay neutralidad posible en esos cuerpos, la belleza de sus volúmenes, su perfección anatómica, las virtuosas atmósferas de luz que los envuelven, los fondos dinámicos que mueven esos cuerpos en diferentes planos son expuestos dentro de una iconografía simbólica sustancializada en el gran conflicto humano. Los cuerpos terminan siendo signos, presencias modelizadas dentro de un mundo atroz, compulsivo y sin sentido, en otras palabras, Lara nos ofrece una belleza corporal que transparenta el gran dilema de nuestra conciencia: ser o no ser.

“La puerta mágica”, 1996. Enjambre de cuerpos, búsqueda y encuentro con el otro, el cuerpo es la dimensión humana de todo lo vivido, de todo lo anhelado.

“Las ventanas de la memoria”, 1998. La memoria es el cuerpo, un recuerdo de esos ventanales propios de la arquitectura bananera por donde se atisba esa cultura de trabajo y poder obrero expresado en la corpulencia de los cuerpos.

Los cuerpos de Lara son el resultado de un complejo proceso de construcción sociocultural, en ellos la sociedad cobra identidad, se torna presencia reveladora. Esta es la razón por la que los antagonismos sociales se organizan en un cuerpo que resiste desde los códigos de una belleza fragmentada, dolorosa y crítica. Los enjambres de cuerpos que gravitan en el espacio pictórico remiten a la multiplicación de una humanidad que se busca a sí misma, los cuerpos van y vienen, salen y entran en un movimiento perpetuo: deseo de encontrarse y restaurar así la plenitud mutilada.

Lara es el artista hondureño que desde la pintura ha construido un universo visual y conceptual del cuerpo, su persistencia y su poética lo alejan de lo casual y de una insulsa repetición mal atribuida, instalándolo así en el lugar que solo los grandes maestros pueden ocupar.

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