Siempre

Edmundo Lobo: la poesía de una cámara que le cantó a Honduras

Y la fotografía ya no quiso ser registro, quiso ser arte, entonces se dejó seducir por la poesía del ojo

FOTOGALERÍA
23.08.2020

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- A Janeth Blanco y Naobi Cáceres

En 1974, el chileno Edmundo Lobo llegó a Honduras con el propósito de sumarse a los procesos de capacitación en el agro hondureño, era la época de la reforma agraria y las luchas campesinas. Lobo salió de Chile en 1973 tras el derrocamiento del presidente Salvador Allende, pero antes de llegar al país tuvo una ligera estadía en Costa Rica; venía bajo un convenio con la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación), que necesitaba crear una oficina de divulgación en Honduras.

Además de sus tareas específicas con la FAO, el maestro Edmundo Lobo venía con el interés de vincularse al mundo cultural nuestro, ese deseo lo llevó a recorrer con su cámara los distintos pueblos y aldeas de las diferentes regiones que visitó; en una entrevista dada a la Agencia EFE en el año 2016 con motivo de su retorno a Chile dijo: “Cuando conocí este país, me sedujo inmediatamente la belleza que tenía, tanto la belleza natural como el paisaje humano que había, quise registrar todo eso y mi trabajo se fue acumulando durante cuarenta años hasta que se hizo la exposición que ya conoces, ‘Honduras Tierra Adentro’”.

Lobo fue uno de los fundadores de “Comunica”, la labor educativa y cultural que realizó desde ese espacio fue extraordinaria; en 1979, año en que se fundó diario EL HERALDO, se desempeñó como fotógrafo de este medio de comunicación; también trabajó en el Departamento de Extensión Universitaria de la UNAH, de acuerdo con Isolda Arita, directora de la Editorial Guaymuras, fue allí donde conoció a un grupo de jóvenes, entre ellos a Tony Bermúdez, Rigoberto Paredes y Roberto Castillo, con quienes en 1980 lograron darle vida a uno de los proyectos editoriales más importantes del país; Lobo trabajó como diseñador gráfico de esta casa editorial.

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Los argumentos visuales del maestro

Como señalé anteriormente, Lobo fue diseñador gráfico, hay una tendencia a que los buenos diseñadores decanten su trabajo hacia la fotografía, esa capacidad de organizar y construir imágenes sobre un soporte crea la sensibilidad para diseñar con la cámara la realidad que esta capta.

En la fotografía de Edmundo Lobo hay un sentido de composición impecable, limpio, pero no es una composición académica, muchas fotos son tomadas en el instante en que el motivo aparece y estimula el ojo, se nota en ellas la espontaneidad del momento que no da lugar para acomodarse, sin embargo, el sentido de la composición se presenta, sencillamente, porque el ojo de Lobo es un sensibilidad organizada. Al respecto, el antropólogo Federico Travieso ha dicho: “Edmundo, como les mencioné, es diseñador —también es dibujante y un excelente caricaturista— y su fotografía lo refleja. Decíamos antes que, además de equipo, el fotógrafo debe tener ojo; es decir, capacidad técnica. Y las fotografías de Edmundo muestran un sentido de composición preciso, propios de un diseñador. A veces sus composiciones descansan en trazos de una simplicidad impresionante: la línea diagonal trazada por una flecha tawahka o el óvalo de una máscara lenca, o el trazo del perfil de un pescador resaltado contra el fondo de la maraña de la red que teje”.

En su obra la composición es casi intuitiva, lleva la luz y el espacio en su cerebro, la definición en blanco y negro acentúa la fuerza de la imagen proporcionándole a esta una texturización visual sumamente poética. Siendo la fotografía un arte en soporte bidimensional como la pintura, no hay en las piezas de Edmundo Lobo una planitud posible, no existe ese relamido brillante en el papel que a base de extremada saturación pretende darle cuerpo a la imagen. Lobo esquiva la planitud a base de formidables contrastes de luz y sombra, pocos como él supieron captar la luz en el espacio, resolviendo la relación figura-fondo tras obturar con maestría los relieves naturales que depara la luz solar al impactar los objetos; las estructuras visuales de Lobo son casi tridimensionales.

El otro punto es su idea del tiempo, todos sabemos que la fotografía es un género que dialoga con la temporalidad y, sobre todo, con el instante, pero estas fotografías de Lobo tienen la capacidad de eternizar el instante, de hecho, esta afirmación parece una contradicción: ¿es posible eternizar el instante? La salida que Edmundo le da a esta situación es captar la nostalgia, el sentimiento más profundo de la gente o la maravillosa poesía del paisaje, esto hace que la realidad detenida por la cámara guarde todos sus créditos en la memoria de quien observa sus fotografías; allí, en la recepción de la imagen, el instante toca las puertas de lo eterno, cada “instantánea” ha perpetuado para siempre el ojo amoroso y solidario
de Edmundo Lobo.

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El paisaje humano en su obra

Lobo encontró en la gente el motivo central de su estética, su cámara buscó el rostro y las actividades del hondureño humilde, de la mujer y el hombre que trabajan para sobrevivir, llevando a cuestas el peso de una penosa existencia; pero además, captó en ellos su identidad, sus modos de existir, su cultura, el apego a la tierra, sus momentos de esparcimiento, su
contenida esperanza.

La fotógrafa Daniela Lozano nos dice que “la fotografía de Edmundo profundiza en el ser del hondureño e indaga su condición desde la perspectiva antropológica y artística, mostrando una composición fotográfica armoniosa, donde es posible observar la capacidad que tenía para encontrar situaciones, explorar momentos y vislumbrar instantes decisivos; Edmundo Lobo tenía muy clara su filosofía y su forma de fotografiar”.

Centrar su cámara en la gente fue una experiencia que trascendió el simple registro de las personas; Lobo fue más allá de esa mirada positivista que documenta rasgos físicos, datos y entornos como si fueran objetos para ilustrar textos científicos; su percepción fue ante todo una sensibilidad, un “corazón” como la definió Federico Travieso; hay en esa mirada antropológica, que acertadamente señala Lozano, una búsqueda de la espiritualidad humana; en sus obras existe aquella vitalidad que une a la gente a sus raíces, a su trabajo, a su paisaje. Edmundo Lobo es un fotógrafo cuya cámara escudriña las motivaciones más profundas de las personas: es cámara-compromiso, cámara-ternura, cámara-pasión,
cámara-vida.

El maestro se nos fue, pero nos dejó un haz de luz en blanco y negro para perpetuar en la memoria su canto a la Honduras de tierra adentro.