Siempre

Mauricio Durón: Mucho más que un relevante crítico de cine en Honduras

Una insigne figura -muchas veces tras bambalinas- que ha hecho y sigue haciendo historia

13.10.2018

Conversar sobre cine con Mauricio Durón Bustillo es más que un placer de crecimiento intelectual. Es un deleite comparable a visionar una muy buena película que entretiene mientras alimenta el espíritu.

Y al igual que frente a un buen filme, podría sentarme callado, atento a escucharlo por horas y horas hablar sobre todo lo que él sabe de cine y disfrutar con su discurso que trasluce la gran pasión que tiene por el séptimo arte.

Pensando en todo esto, hay una manera superconcisa de presentar a nuestros lectores a Mauricio Durón: la persona que más conoce de cine en Honduras. Nuestra conversación me llevó a conocer detalles muy interesantes sobre la historia reciente de la crítica de cine en nuestro país. A continuación, transcribiré algunos fragmentos de ella que espero disfruten.

Una pregunta obligada de mi parte es ¿dónde localiza el origen de su vinculación con el cine? Quiero indagar más y compartirles en cómo surge tal pasión. Él me responde sin dilación: “Es necesario señalar que las raíces del entusiasmo y motivación para que el cine fuera parte de mi ser las encuentro desde que yo era muy pequeño al tener la oportunidad de ir a ver películas al cine. Cine que tal vez se presentaba exclusivamente como entretenimiento, porque aun cuando había compañías itinerantes que llegaban a Tegucigalpa para presentar espectáculos varios, el objetivo era ofrecer un entretenimiento.

La televisión llegó a Honduras alrededor del año 59, de manera que fue el cine lo que más determinaba el entretenimiento y, desde entonces, quedé maravillado y enamorado de él. A esto, cuando iba creciendo, debo atribuir también la motivación mía a varios comentaristas y críticos de cine a los que tenía acceso leyéndoles a través de revistas culturales y de variedades; de la lista abundante de gente que influyó sobre mi persona estaban, entre otros, Stanley Kauffmann (USA) por ejemplo, pero fue realmente Guillermo Cabrera Infante (Cuba) quien, en sus publicaciones en la revista cubana Carteles, bajo el seudónimo de G. Cain, en una sola columna semanal hacía referencias también al cine europeo y a los clásicos más notorios del cine norteamericano.

A través de él conocí, por ejemplo, la nueva ola del cine francés, el cine de Ingmar Bergman y el gran cine italiano; él me hacía ver el cine no solo a través de lo que estaba en la pantalla y la narrativa, él me ofrecía el subtexto, lo que traían de cultural, histórico y atmosférico aquellos filmes. Me enseñó a ver el cine más allá de lo que en pantalla representaban los protagonistas.

De manera que la influencia de Cabrera Infante acompañó mi formación y mi crecimiento, a tal punto que a mi regreso a Honduras en los 70, después de haber ido a estudiar afuera (en Estados Unidos y España) y de haber podido tener acceso a una gran cantidad de buen cine de todas partes del mundo, logré hacer algo propio y tuve la oportunidad de tener un espacio en diario La Prensa para publicar comentarios de cine; en este espacio, y a manera de homenaje a Cabrera Infante y su seudónimo G. Cain, yo firmaba la columna como J. Abel, un juego de palabras en el que de manera íntima, humorista y casi indescifrable yo le rendía gratitud y homenaje a este gran crítico de cine.

La anécdota se torna más graciosa porque los cheques salían a nombre de J. Abel, así que nunca pude cambiarlos en el banco”, comenta Mauricio entre risas cómplices.

En una próxima publicación podré extenderme más sobre otras facetas en las que Mauricio Durón, insigne figura hondureña -muchas veces entre bambalinas-, ha hecho y sigue haciendo historia en el cine nacional; por ahora, solo quiero mencionar que además de su trabajo de crítica de cine, su producción artística personal -en un momento en el que en Honduras era prácticamente imposible hacer cine- lo llevó a explorar y aplicar de manera espléndida la dinámica y la mística del lenguaje cinematográfico en el montaje teatral con maravillosas piezas como “Rashomon” del escritor Ryunosuke Akutagawa y “La gaviota” de Chéjov.

Además de esto, fue por muchos años consecutivos quien traducía en directo y comentaba con gran conocimiento la Gala de los Premios Oscar de la Academia estadounidense de Cine, fue miembro y presidente del Tribunal de Censura Cinematográfico, faceta esta última que también dejaremos para otro capítulo, pues hay mucho que escudriñar y conocer también en este aspecto de nuestro cine. Por el momento, solo agradecer enormemente a Durón por su tiempo, por sus enseñanzas y por su profunda amistad que conservo como uno de los más valiosos tesoros que me ha dado el cine y , en definitiva la vida, en esta nuestra querida Honduras. Gracias.