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'Quemen sus camisetas y huyan': el ruego de capitana de fútbol a sus compañeras

La jugadora residen en Dinamarca, donde consiguió asilo en el 2016 y lamenta no poder ayudar a las mujeres que se encuentran en peligro tras la invasión de los talibanes

19.08.2021

COPENHAGUE, DINAMARCA.- “Le pido a mis compañeras que quemen sus camisetas y huyan”, son las desesperadas palabras de la ex capitana del equipo femenino de Afganistán, Khalida Popal, tras que los talibanes tomaran el control de su país.

Popal, de 34 años, que obtuvo asilo en Dinamarca en 2016, aseguró que no puede dormir pensando en el peligro que corren sus compatriotas que siguen en Afganistán.

Las jugadoras, quienes aún no pueden salir de Afganistán debido a la pocos vuelos, llaman la ex capitana, sin embargo, ella no puede hacer nada más que aconsejarlas a que huyan de sus hogares y escapen de los vecinos que las conocen como pioneras de los derechos femeninos y tratar de borrar su historia, en particular, el activismo contra los talibanes que ahora están restableciendo el Emirato Islámico de Afganistán.

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“Les he pedido por favor, que eliminen sus redes sociales con sus fotos, que escapen y se escondan. Hasta les pedí que quemen o se deshagan de sus camisetas”, contó.

Según ella, ya hay hombres armados que van de casa en casa en busca de enemigos del régimen, a pesar de las promesas del grupo islamista de trabajar por la reconciliación nacional y perdonar a sus adversarios.

La propia familia de Khalida Popal, que vive en la ciudad de Herat, en el oeste del país, ya ha informado de cambios.

'A las mujeres de mi familia que salieron a la calle les dijeron que se dieran la vuelta y regresaran a casa, que no fueran a la escuela o que serían golpeadas', dice la ex futbolista desde Copenhague.

Sin protección

Khalida Popal teme por las jugadoras afganas, pues considera el fútbol como una herramienta para luchar por los derechos de las mujeres.

'Fui una de las personas que fundaron el equipo con el objetivo de permanecer unidas como mujeres de Afganistán', recuerda.

'Queríamos enviar un mensaje al mundo y a los talibanes: nosotras (las mujeres) no somos débiles, puedes matar a nuestras hermanas, pero te demostraremos que estamos a su lado',dice.

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'Mis jugadoras son niñas que han afirmado en las redes sociales que los talibanes son el enemigo. Ahora ven a este enemigo armado delante de sus puertas y ventanas y tienen miedo de lo que les va a pasar', lamenta.

Khalida Popal describe la situación como 'desgarradora'. Sus jugadoras, dice, tienen dificultades para comprender por qué han sido abandonadas por la comunidad internacional.

'Cuando las jugadoras me llaman o me envían mensajes de voz, me dicen: '¿Por qué nos han traicionado (Occidente)? ¿Por qué los políticos abandonaron a las mujeres de Afganistán? ¿Qué hemos hecho mal?'', recuerda.

'En la actualidad, las que viven en el país se desplazan de un lugar a otro', afirma Popal.

'Lo que da miedo es que nadie quiere protegerlos porque los talibanes les asustan diciéndoles: 'Si no nos dan información sobre nuestros enemigos, usted y su familia serán asesinados'.

Los sueños se evaporan

Popal recuerda que se enfrentó al sexismo cuando era responsable de las finanzas de la Asociación Nacional de Fútbol, ya que algunos hombres se negaban a aceptar su sueldo porque era mujer.

Pero según ella, eso no es nada comparado con la vida de las mujeres bajo el régimen talibán, desde 1996 hasta su expulsión tras los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos.

El martes declararon que respetarían el derecho de las mujeres y les permitirían trabajar y educarse, aunque bajo la sharia. 'Palabras vacías y huecas', para Khalida Popal.

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'Anuncian que será bajo la sharia, pues hemos visto lo que había dado en el pasado a las mujeres de Afganistán y de otros países', lamentó.

'Si siguen la sharia, eso no les dará ningún derecho a las mujeres, sean quienes sean. Todos los sueños que tengan se evaporarán'.

Para la antigua futbolista, es difícil ver la historia repetirse dos décadas más tarde.

'Yo era una niña cuando los talibanes tomaron el poder y me dijeron que no jugara en la calle, que no fuera a la escuela, que terminaría quemada', recuerda.

'Cuando empezaron a golpear a mi padre y amenazar a mi familia, nos fuimos y pasamos casi ocho años en los campos de refugiados de Pakistán'.

Con esperanza, regresó a su país. 'Pero se han hecho falsas promesas y, una vez más, el país se queda solo y es un regreso a la casilla de salida'.

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