Tegucigalpa, Honduras.- “Nuestra calidad de vida está directamente relacionada con la calidad de nuestros pensamientos”, escribió Robin Sharma en su libro “El monje que vendió su Ferrari”.
Esta reflexión, sencilla pero poderosa, resume una verdad que cada vez más estudios en psicología y neurociencia confirman: lo que pensamos determina cómo nos sentimos, cómo actuamos y, en última instancia, el tipo de vida que construimos.
Lo que nos decimos cada día no solo moldea nuestra percepción del mundo, también impacta en nuestra autoestima, en la manera en que enfrentamos los retos y en cómo edificamos o mermamos nuestras relaciones.
En palabras de la psicóloga y terapeuta Diana Nicole Lozano, “los pensamientos a diario son quienes dirigen nuestra vida, a través de estos conectamos con nuestro entorno. Mientras más se repiten, más repercuten en nuestro estado de ánimo la forma en que percibimos a los demás y hasta cómo respondemos al entorno que nos rodea”.
Además, la neurociencia habla de neuroplasticidad, la habilidad del cerebro de reorganizarse y crear nuevas conexiones según lo que repetimos. Esto significa que, al entrenar la mente con pensamientos más saludables, poco a poco se fortalecen los circuitos que nos ayudan a ver la vida con más claridad y optimismo.
Afirmaciones positivas
Las afirmaciones positivas son frases conscientes que repetimos para reprogramar la mente y dirigirla hacia lo que queremos cultivar.
No se trata de frases mágicas ni de autoengaño, sino de recordatorios que nos ayudan a entrenar el pensamiento, reducir la autocrítica y enfocar la atención en lo que sí es posible.
La clave para que realmente funcionen está en la constancia y en hacer de ellas un hábito cotidiano. Pueden repetirse en voz alta al despertar o antes de dormir, practicarse frente al espejo para fortalecer la autoconfianza, escribirse en un diario como parte de una rutina de reflexión o incluso colocarse en recordatorios visibles.
Al ponerlas en práctica, estas frases se convierten en recordatorios de fortaleza y autocuidado.
Podemos recurrir a afirmaciones como “he superado momentos difíciles antes, puedo con este también” para reforzar la resiliencia, o recordarnos que “tengo derecho a descansar y cuidar de mí” cuando el cuerpo y la mente piden una pausa.
También resulta útil reconocer que “este es solo un pensamiento, no una verdad absoluta”, lo que nos ayuda a convivir mejor con las ideas negativas, y cerrar el día con un gesto de gratitud sencilla, como decirnos: “hoy elijo reconocer algo bueno, por pequeño que sea”.
Incorporar afirmaciones positivas en la vida diaria suele generar cambios significativos: mayor autoestima y autoconfianza, reducción del estrés y la ansiedad, mejores relaciones interpersonales e incluso un mayor impulso hacia metas y hábitos saludables.
Lozano lo resume así: “La clave es que no sean frases vacías, sino semillas que poco a poco van cambiando nuestro pensar”.
Al final, los pensamientos son como semillas: si sembramos miedo y duda, cosecharemos inseguridad; si sembramos confianza y gratitud, florecerá una vida más plena.
Practicar afirmaciones positivas no significa ignorar la realidad ni negar los problemas, sino elegir una perspectiva que nos permita afrontarlos con más fuerza y esperanza. Y cultivar lo que pensamos es, en definitiva, cultivar la manera en que vivimos.
¿Podemos controlar todo lo que pensamos?
Muchas veces creemos que el poder absoluto es nuestro, pero no es así. Lozano lo explica con claridad:
“El ser humano no tiene el control de lo que sucede a su alrededor. Los pensamientos aparecen, muchas veces, en modo alerta e ideas intrusivas, hasta llenos de paranoia. Lo que sí está en nuestras manos es la manera de relacionarnos con ellos”.