Santa Claus tomó de nuevo su trineo y viajó hasta la apartada comunidad de Soloara, en el municipio de Santa Elena, La Paz.
Cargado de juguetes, recorrió más de 200 kilómetros desde la capital hasta llegar al inhóspito lugar que en tiempos pasados perteneció a la República de El Salvador, y que luego de la determinación de 1992 se integró a Honduras.
En este sector remoto y abandonado a su suerte, pues es poca la ayuda que recibe del gobierno, aguardaban cientos de niños hondureños de los que Soli-Diario no se olvidó.
Los ayudantes del gordito barrigón y bonachón dibujaron sonrisas en sus rostros tostados por los inclementes rayos del sol.
La misión no solo era hacerlos felices, sino compartir un mensaje de esperanza y buenos deseos para el nuevo año que recién se estrenó.
Cordial bienvenida
Luego del largo recorrido por tramos de carretera polvorienta, el equipo de EL HERALDO llegó a la comunidad de Soloara, un pueblo donde la pobreza hace contraste con la exuberante riqueza natural.
Y como quien espera la llegada de las primeras lluvias del invierno, así 250 pequeños esperaban al equipo de la sección Metro. Algunos incluso no durmieron la noche anterior debido a la emoción causada por la visita.
La fraternal bienvenida, propia de las personas de tierra adentro, que saben agradecer y valorar los gestos de solidaridad, no se hizo esperar.
Este fue el inicio de un pequeño acto que se desarrolló para agradecer la presencia de EL HERALDO previo a la entrega de los juguetes.
Una plegaria al Divino Creador del Universo para pedir bendiciones para el equipo de periodistas fue la mejor recompensa.
Apenas se dispuso la entrega de la encomienda de Santa, las caritas tristes de los niños, quienes nunca habían recibido un juguete, cambió de repente.
La timidez de los pequeños fue enviada de vacaciones y poco a poco se acercaron al vehículo que contenía sus juguetes.
Alegría y emoción
Las piñatas cargadas de dulces tomaron por sorpresa a los 250 niños y padres de familia. Nadie quería perderse esta actividad, incluso logramos que doña Juana Hernández, una señora de 60 años, regresara a su niñez una vez que tuvo la oportunidad de darle con todas sus fuerzas a la piñata.
Luego, formados en dos filas, los pequeños pasaron uno a uno a recibir los regalos que empresas y lectores solidarios donaron a la campaña.
La alegría brilló en los ojos de Kevin Omar Hernández, un pequeño de 11 años, a quien se le entregó una metralleta de agua.
Sin pensarlo, Kevin corrió hasta la pila de su humilde casa, llenó su juguete del vital líquido y se puso a jugar con él, simulando ser un soldado.
“Me gusta mucho, con esta voy a jugar todos los días y la voy a cuidar porque ustedes me la trajeron”, manifestó el niño, quien aspira ser un buen soldado para defender la patria.
Así también llegó la oportunidad para los demás niños, quienes no perdieron tiempo e in situ abrieron sus regalos y jugaron entre sí.
De esta manera Soli-Diario cumplió con la misión de dibujar sonrisas en los rostros de 250 menores que viven a escasos kilómetros de la frontera salvadoreña, un lugar donde otros no se han atrevido a llegar.