Cuando “Gabriela” pensó que el inframundo de las drogas y la prostitución la había secuestrado, mientras tenía bajo su responsabilidad una hija de dos años, una familia capitalina la acogió sin discriminación.
Ahora la joven vive, ríe y traza sus primeros sueños, gracias a la intercesión de la fundación Buckner Honduras, para ubicarla en un hogar adecuado. Así como “Gabriela”, decenas de niños y jóvenes poseen una nueva oportunidad en la vida aún después de haber comulgado con el crimen o padecer las secuelas del abandono.
Y es que la organización internacional se conmovió por las historias de miles de niños hondureños que permanecen invisibles ante la mirada fría de la sociedad.
Siete años de proyección
Hace siete años (2006), Buckner Internacional conoció por primera vez el oscuro velo que cubre a los orfanatos y las calles hondureñas donde deambulan los pequeños.
En 2009 se constituye como Organización no Gubernamental (ONG) en el país para desarrollar programas de rescate y prevención para niños y jóvenes en riesgo social, señaló Janeth Contreras, presidenta de Buckner Honduras.
Desde entonces, estimó que unos 75 mil muchachos han sido arropados por el abrigo de la organización, ya sea a través de sus proyectos, capacitaciones o donaciones.
Programas solidarios
Crear oportunidades y proteger a la infancia en un ambiente familiar van de la mano para Buckner, lo que se refleja en los Centros de Transformación Comunitaria (CTC).
Actualmente el CTC funciona en Tegucigalpa, San Pedro Sula y Roatán, donde ofrecen brigadas médicas, educación preventiva, ayuda humanitaria y capacitaciones.
Asimismo, trabajan en conjunto con el Instituto Hondureño de la Niñez y la Familia (Inhfa) y la Fiscalía Especial de la Niñez para los programas de Hogares de Transición y Familias Solidarias.
En los Hogares de Transición se acogen a adolescentes entre 12 y 17 años, víctimas de abuso sexual, físico o mental, en familias que cumplan los requisitos necesarios.
En tanto, en Familias Solidarias se abren las puertas a niños en riesgo social recluidos en orfanatos, mientras el Estado resuelve su situación legal.
No menos importantes son las donaciones de zapatos que hasta la fecha han logrado calzar a unos 70 mil niños pobres en Honduras.
“Los programas sí impactan en los niños, porque los rescatan de esa vida sin personalidad y apagada que llevan en los orfanatos, y luego, por primera vez, se atreven a soñar”, declaró conmovida y con lágrimas en sus ojos Contreras.