Roatán, Islas de la Bahía.- Navegando por las aguas del mar a cercanías de aeropuerto Juan Manuel Galvéz en Roatán, se encontraba el pescador deportivo Manuel Aldair Alemán Aguilar, junto a su amigo Eddy Orellana. Todo indicaba que sería una noche tranquila, pero el estruendo de la caída de un avión cambió por completo esa noche del 17 de marzo de 2025.
Al escuchar el impacto, Alemán condujo su lancha a unos 100 metros donde cayó la aeronave jetstream 32 de la aerolínea “Línea Aérea Nacional de Honduras S.A” (LANHSA), misma que habían visto despegar a las 6 de la tarde, es decir, menos de un minuto antes.
Cuando llegó a la escena donde estaban los restos del avión, se encontró primero con los cuerpos inertes flotando en el mar.
“Unos estaban con el cráneo medio partido, miré a una francesa, a quien el asiento del avión se le cruzó como una flecha, las extremidades estaban cruzadas, será un milagro si esa muchacha sobrevive”, detalló Alemán.
Del otro lado de la destrozada aeronave, alcanzaron a escuchar gritos de desesperación, clamando por auxilio, aferrándose con sus últimas fuerzas a seguir con vida. Se debía tomar acción de inmediato para intentar rescatarlos.
“No hallaba qué hacer, alguien me dijo que por qué no grabé, pero no había tiempo para hacerlo, solo salvar y rescatar a quienes seguían con vida”, recordó. Las condiciones eran adversas: el viento no cedía y las olas dificultaban la maniobra”, relató el pescador.
Tres mujeres y dos hombres lograron auxiliar Manuel Aldair y su amigo Eddy Orellana, quienes en sus ojos reflejaban un enorme pánico. El miedo no solo lo vivían las víctimas, sino también Manuel Aldair quien entré los nervios, actuó de inmediato.
Atemorizado, confesó que “tenía miedo que la avioneta explotara o que se hundiera y con la misma succión me llevara con la lancha y los pasajero al fondo del mar. Al final no me importó que explotara o no la avioneta, solo rescatar a las personas que estaban allí”.
Los sobrevivientes rogaban por ayuda, pues ninguno se imaginaba que un viaje desde Roatán hacia La Ceiba terminaría un fatídico accidente aéreo.
“Una de ellas le dijo a mi amigo que jamás van a olvidar la cara de nosotros, que siempre nos llevarán en su memoria porque los salvamos”, añadió Aguilar a su testimonio.
Manuel Aldair se contactó con otro amigo pescador para redoblar esfuerzos en el traslado de los afectados. Llevaron a un sitio más seguro a los sobrevivientes para luego regresar por quienes desafortunadamente perecieron.
“En esta vida todos merecemos un propósito, nadie merece morir así”, declaró con tristeza.
Impotencia
Treinta minutos después, llegaron los equipos de rescate para socorrer a las víctimas, siendo trasladadas en ambulancias hacia centros hospitalarios.
Aguilar regresó a su hogar, donde lo esperaba su esposa y su hija. No pudo concilar el sueño al repasar todos los acontecimientos que presenció, al igual que por la adrenalina que recorría por su cuerpo.
Los pescadores fueron vistos como héroes por su valiente hazaña en rescatar a esas personas, así como también por parte de los sobrevivientes, quienes les expresaron su profunda gratitud.
A pesar de su noble acción, Manuel Aldair no se considera a sí mismo como un héroe, pues su anhelo era poder rescatar a todos, pues doce de las personas fallecieron.
“Hice lo que cualquiera hubiera hecho en mi lugar (...) queríamos rescatar más, pero lastimosamente la aeronave se estaba hundiendo y succionando a más personas”, señaló.
Manuel Aldair y Eddy no suelen acudir a ese punto cercano donde el avión cayó, por lo que ambos consideran esta casualidad como una especie de milagro.
Alemán Aguilar admite que si se diera la posibilidad de volver a encontrar a las personas que rescató, sería un momento que lo alegraría, pero al mismo tiempo apunta que “siento que con lo que hice fue suficiente, estas son cosas que suceden en la vida, uno nunca sabe qué le deparará el destino. Las personas no deberían temer tomar un vuelo, son situaciones que simplemente ocurren”.