Tegucigalpa, Honduras.- Cada septiembre, Honduras y sus vecinos centroamericanos se llenan de desfiles, palillonas, bandas estudiantiles, banderas ondeando al viento y un poderoso sentido de orgullo ritualizado.
Sin embargo, detrás de los tambores y fuegos artificiales surge una pregunta incómoda: ¿somos realmente independientes o simplemente conmemoramos una declaración en papel mientras nuestra identidad nacional y cultural sigue fragmentada, prestada o inconclusa? La independencia, después de todo, no es solo la ausencia de un poder colonial.
Es en realidad la presencia de un yo auténtico y claro. El Acta de Independencia firmada en 1821 nos dio soberanía en los documentos, pero dos siglos después, muchos hondureños todavía se preguntan qué significa ser “independientes” en la vida diaria.
El escritor hondureño Ramón Amaya Amador advirtió hace mucho: “El pueblo que no tiene conciencia de sí mismo, es como un hombre que ha perdido la memoria”. Sus palabras resuenan hoy, cuando nuestro relato nacional muchas veces parece un eco de voces extranjeras, ya sea en modelos políticos, tendencias culturales o incluso en nuestras bases económicas.
Francisco Morazán, el gran unionista centroamericano, concebía la independencia no como una fiesta, sino como un proyecto de identidad y fuerza colectiva. “Ser libre no es simplemente quitarse las cadenas (escribió en sintonía con un espíritu que más tarde también expresaría Nelson Mandela), sino vivir de manera que se respete y se engrandezca la libertad de los demás”.
¿En que quedó su sueño de una Centroamérica sólida y unida? Se derrumbó bajo rivalidades internas. Hoy nuestras banderas ondean por separado, pero la debilidad compartida permanece.
Siendo sinceros, confundimos soberanía política con independencia cultural, y son cosas totalmente distintas. ¿Qué opina usted?Para el escritor e historiador hondureño Mario Argueta, la independencia sigue siendo una tarea inconclusa.
Según él, “solo una lucha desde abajo por la genuina y verdadera liberación nacional puede aspirar a hacer realidad tal proyecto de patria”. Una patria que, como señala, no debe aislarse del resto de la comunidad internacional, pero tampoco “adherirse a una globalización”.
Nuestra rica herenciaprecolombina
La ironía se hace más evidente cuando miramos a nuestros pueblos originarios. Los lencas, maya-chortís, garífunas y muchas otras etnias nativas guardan algunos de los tesoros culturales más ricos de Honduras, pero sus tradiciones a menudo se marginan en nombre de la “modernidad”.
Hablamos de independencia, pero dejamos en silencio a las voces más antiguas de nuestra tierra. El lenca en Honduras está extinto como lengua porque las nuevas generaciones se negaban a emplearlo debido al acoso y burla pública cuando lo hablaban.
José Martí, el pensador cubano, advirtió hace más de un siglo: “El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino!”. Pero demasiadas veces preferimos vinos importados (literal y metafóricamente) en lugar de nutrir lo propio.
En nuestra tierra se arraigó una de las culturas más avanzadas de la entera historia de la humanidad, la civilización maya, que descolló en la astronomía, las matemáticas y el arte. Toda esa rica historia quedó literalmente en ruinas que lamentablemente poco valoramos actualmente.
No todo está perdido
Señalar nuestra fragilidad no significa rendirse a la desesperanza. Al contrario, es un llamado a despertar. La independencia hondureña encontrará su verdadero significado no en los desfiles anuales, sino en aulas que enseñen nuestra historia con profundidad y precisión, en comunidades que honren la sabiduría indígena, en jóvenes que valoren su lengua y su arte tanto como admiran a Hollywood o al reguetón. El reto es hacerla hondureña, no simplemente prestada
Opinión
Mario Argueta recuerda que la independencia debe entenderse “como un proceso integral, en el que la emancipación política vaya de la mano con la económica y la cultural. Un proceso que exige una permanente consolidación y fortalecimiento para que no se debilite ni desaparezca, y en el que el interés nacional sea el eje y núcleo de gobernantes y gobernados por igual”.