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Santos Orellana: el hijo de un campesino que aspira a ser presidente de Honduras

Es el sexto de nueve hermanos y cuatro hermanas. Se formó como capitán en las Fuerzas Armadas, cuyos jerarcas le dieron de baja deshonrosa por revelar los secretos de los militares y políticos con el narcotráfico
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02.11.2021

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- El capitán Santos Orlando Rodríguez Orellana está seguro qué “Dios pone a cada ser humano sobre esta tierra con un propósito”. Cree que si el suyo es llegar a ser presidente de Honduras se cumplirá, temprano o tarde, aún sin tener dinero para montar una costosa campaña electoral.

¿Puede en estos tiempos el hijo de un campesino llegar a gobernar el país? Para Rodríguez Orellana no hay nada imposible. Esa etiqueta de que se necesitan muchos millones de lempiras para acceder al poder tiene que romperse, afirmó el militar, quien por hacer bien su trabajo las Fuerzas Armadas le dio baja deshonrosa.

El destino lo sacó de una institución con valores invertidos, conduciéndolo a la vida de un político. Incluso lo hizo retornar a sus raíces de agricultor en El Picacho, Yamaranguila, Intibucá, lugar donde nació el 12 de septiembre de 1974.

Al venir de un hogar pobre, la superación no le fue nada fácil. A punta de sacrificio personal se graduó como maestro de educación primaria en la Escuela Normal de Occidente, en la Esperanza, Intibucá.

Luego, el 8 de enero de 1995 ingresó a la Escuela Militar General Francisco Morazán donde en 1998 obtuvo el título de licenciado en Ciencias Militares con orientación en Administración de Empresas Agropecuarias, extendido por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras.

En sus 21 años de servicio dentro de las Fuerzas Armadas destacó como un oficial responsable en las misiones asignadas. Fue capacitado en inteligencia y contrainteligencia, control y análisis del tráfico de estupefacientes, análisis de conflictos, armas y antiterrorismo en la Escuela de las Américas en Columbia Fort Benning, Georgia-Alabama, Estados Unidos.

Hasta el 2016, Rodríguez Orellana era un soldado más dentro de la institución cumpliendo misiones aquí y allá. Llegó a saber mucho sobre el involucramiento del poder político y militar en el narcotráfico y crimen organizado, y eso le costó sus aspiraciones.

Tras un incidente con un agente de la DEA en 2016 el capitán reveló que el 11 de agosto del año 2014 en una operación en la zona de Brus Laguna, La Mosquita, Gracias a Dios, capturó a varias personas decomisándoles armas, drogas y también un helicóptero propiedad de Juan Antonio Hernández Alvarado, hermano del actual presidente Juan Orlando Hernández.

En vez de defenderlo por su trabajo, las Fuerzas Armadas y el sistema se fueron contra él. Para callarlo el 21 de octubre de 2016 le dieron baja deshonrosa. Con esta decisión, los militares crearon su peor pesadilla y su mayor azote.

Rodríguez Orellana, apoyado nada más por su esposa Jennifer Lizeth Bonilla, no se intimidó y fue de frente revelándole a la sociedad la vinculación de los altos mandos militares y políticos con el crimen organizado y el narcotráfico.

Como la baja deshonrosa no sirvió para silenciar al oficial, las Fuerzas Armadas presionaron a la Fiscalía para que reabriera un caso viejo ocurrido en Plaplaya, La Mosquitia, el cual ya estaba cerrado; incluso el ministro de defensa Fredy Díaz Zelaya lo querelló luego que relacionara a los jerarcas castrenses con el tráfico de drogas, a lo que Rodríguez Orellana le respondió que “la verdad no se puede querellar”.

Lo último es que ahora buscan perseguir a su familia por lavado de activos. Por este caso un par de abogados y un juez- identificados con nombre y apellido- le pidieron a la esposa un soborno de 30,000 dólares para evitar que el caso prospere, a lo que el militar respondió con una carcajada, relató.

¿Puede en estos tiempos el hijo de un campesino llegar a gobernar el país? Para Rodríguez Orellana, montando a caballo para la foto, no hay nada imposible. Foto: Emilio Flores / EL HERALDO.

¿Puede en estos tiempos el hijo de un campesino llegar a gobernar el país? Para Rodríguez Orellana, montando a caballo para la foto, no hay nada imposible. Foto: Emilio Flores / EL HERALDO.

Origen humilde

La única riqueza que Rodríguez Orellana asegura tener es su familia, sus amigos y sus valores morales. “Mire… aquí nacimos y crecimos', expresó mostrando una envejecida, pero resistente vivienda, ubicada en lo más alto de la cima de El Picacho, una comunidad de difícil acceso, allá en los más recóndito de Yamaranguila.

“Este es mi padre”, dijo abrazando a don Vidal Rodríguez Reyes, un hombre de 82 años, que en su interior posee todavía la fuerza de la juventud. Para que fuera a ver sus terrenos en la montaña, “le compré un caballo mansito y me dijo que el animal era muy lento, que necesitaba uno más brioso”, relató el capitán.

Incluso “le quise reparar la casa, pero me dijo que nadie va a tocar nada hasta que el muera. Aquí crecimos, este es nuestro hogar, siempre fue humilde. Éramos una marimbita de niños- 13 hermanos-; mi mamá Vilma Ondina Orellana, quien ya murió, era una campesina que solo hizo segundo grado y mi papá apenas tercero”.

Fue una niñez dura, bonita y feliz a la vez. Todos los días “nos levantábamos a las 4:00 de la mañana. Lo primero que hacíamos era café, lavar el nixtamal, moler el maíz en molino de mano, unos se iban a traer los terneros, otros las vacas, y a las 7:00 de la mañana todos a la escuela”.

“Mi mamá se levantaba a eso de las 6:00 de la mañana, le llevamos el café a la cama. Era una costumbre. Yo jamás descuidé a mis padres”. Todos los días al mediodía ella hacía un famoso chilate con dulce y tenían que llevarle con el almuerzo a su papá que estaba en el campo, recordó.

'Esas cosas las llevamos dentro. Nuestro origen no lo podemos perder, aunque a mucha gente le da pena su pasado. En la academia llegué a tener compañeros que cuando ya eran subtenientes les daba pena decir quién era su papá, eso es grosero', calificó.

'Aquí aprendimos a ordeñar, a arar la tierra y tirar madera con bueyes, a moler a caña, incluso aprendí a puntear el dulce', recordó el oficial. Su padre que seguía muy de cerca la conversación interrumpió diciendo: “Si hubiera sabido que iban a venir les hubiera mandado a sacar caldo de caña”. El capitán rio.

Después de tantos años en este pueblo nada ha cambiado. Este es uno de los lugares más olvidados de Honduras. Aquí no hay luz, ni agua potable, ningún servicio básico, un maestro para seis grados, añadió Rodríguez Orellana, explicando que hasta hace unos cuatro años la única forma de viajar a Yamaranguila era a pie o a caballo.

Agradeció a un amigo que le prestó un tractor para abrir la brecha de la carretera, una vía accesible únicamente para vehículos de doble tracción, pero al menos hoy la comunidad tiene un acceso para comunicarse con el interior del país.

“Yo me le fui a este señor a los 11 años. Quería seguir estudiando y salir adelante. Recuerdo que solo agarré camino. Conseguí trabajo en una panadería y estudiaba, luego entré al colegio y después a la Normal de Occidente. Me gradué de maestro de educación primaria”, puntualizó.

Rodríguez Orellana viene de una familia de 13 hermanos, nueve varones y cuatro mujeres. Él es el sexto. Rumualdo el mayor, es médico; Cristóbal, después Ondina y Amanda que son maestras, sigue Antonio y luego está él. Posteriormente Genaro, quien era policía y apareció muerto en Yoro luego de participar en el decomiso de una droga y negarse a tomar un dinero que le daba su jefe.

Sigue Vidal, quien también es maestro, posteriormente Alexander, que murió recientemente y era abogado; continúa Javier, quien era teniente, pero al ver la situación de su hermano se retiró de la institución militar.

A él le preside Nahún, ingeniero forestal, y por último están Rebeca Nohemí (doctora) y Elisa (técnico forestal). “Increíble pero casi todos somos profesionales”, exclamó el ahora político.

Relató que él quería ser ingeniero agrónomo, pero no tenía los recursos para irse al Curla (Centro Universitario Regional del Litoral Atlántico), entonces la única opción que le quedó era entrar a las Fuerzas Armadas, a la cual ingresó el 8 de enero de 1995.

Rodríguez Orellana no olvida que la fórmula para salir adelante fue la de ayudarse un hermano con otro. Rumualdo comenzó a estudiar medicina a los 35 años, era maestro de educación primaria: trabajaba y estudiaba. “Yo ya era subteniente y le ayudaba un poco, luego mi hermano como médico le ayudó a los demás y así nos superamos casi todos”.

A pesar que fue separado de las Fuerzas Armadas, considera que esa institución fue un pilar en su formación, aunque los principios y valores ya los llevaba desde su hogar.

Rememoró que su papá solo decía una vez las cosas. “Éramos nueve varones, a veces rebeldes. Imagínese usted, hubo un tiempo que las dos hermanas mayores se fueron y quedamos solo los hombres”.

“No crecimos en lujos, en ninguna riqueza, pero nunca nos faltó la alimentación. Mi papá siempre tuvo su milpa, su cañal, sus vacas, eso era su trabajo. Entonces uno dice, en el campo se puede vivir”, evocó.

Lamentó que los hijos de los campesinos de tierra adentro no tengan las mismas oportunidades que otros tienen, sin embargo, son capaces de superarse decentemente si se lo proponen.

La única riqueza que Rodríguez Orellana asegura tener es su familia, sus amigos y sus valores morales. “Mire… aquí nacimos y crecimos', expresó mostrando una envejecida, pero resistente vivienda, ubicada en lo más alto de la cima de El Picacho, una comunidad de difícil acceso, allá en los más recóndito de Yamaranguila. Foto: Emilio Flores / EL HERALDO.

La única riqueza que Rodríguez Orellana asegura tener es su familia, sus amigos y sus valores morales. “Mire… aquí nacimos y crecimos', expresó mostrando una envejecida, pero resistente vivienda, ubicada en lo más alto de la cima de El Picacho, una comunidad de difícil acceso, allá en los más recóndito de Yamaranguila. Foto: Emilio Flores / EL HERALDO.

Cambio de vida

“Solo Dios sabe porque cambió mi vida”, agregó el capitán, tras rememorar que nunca imaginó que había abierto las puertas de su separación de las Fuerzas Armadas, cuando hace seis años en un operativo en La Mosquitia capturó el helicóptero vinculado al hermano del presidente y por conocer los nexos de los altos mandos de las Fuerzas Armadas con el tráfico de drogas.

El 21 de octubre de 2016, “el día de las Fuerzas Armadas me dieron de baja deshonrosa, fue un momento difícil para mí, porque tenía sueños por alcanzar dentro la rama militar, pero Dios tiene propósitos y él nos puede cambiar el rumbo de la vida de un momento a otro”, reflexionó.

Entonces “me vine para acá, a El Picacho y comencé a cultivar café en esas montañas, en una herencia que le dejaron a mi papá. Aquí nadie se dedicaba a eso, incluso mi papá se opuso y me dijo que dejara de estar gastando tiempo que ahí no se pega el café. Sembré varias manzanas y aquí pasaba feliz en esta casa de mi papá porque yo aquí no tengo casa”.

Contó que cuando el relajo con Tony y la embajada de Estados Unidos llegó a El Picacho un medio de comunicación a realizar un reportaje porque creían que él vivía en una mansión, y se asustaron cuando vieron la realidad.

“No quería involucrarme en nada de la política, pero me convencieron a que luchara y ahora aquí estoy como candidato presidencial independiente. Considero qué si es voluntad de Dios, que el hijo de un humilde campesino llegue a gobernar el país, así será”.

El oficial lamentó que en una nación donde el 73 por ciento de la población vive en la pobreza, los pobres elijan a los millonarios para que los gobiernen y les roben su futuro. Esto algún día tiene que cambiar, por eso su nueva batalla.

Un periodista que lo atacó en una radio dice que le preguntó de dónde estaba sacando tanto dinero para la campaña. ¿Cuál dinero? 'Nosotros hacemos buya con lo que los amigos, el equipo y nuestra gente consigue'.

Deploró que en este país se haya fomentado la idea que para ser candidato presidencial se debe tener mucho dinero, etiqueta que se tiene que cambiar. Incluso le dijeron que para inscribir el movimiento necesitaba entre tres y cinco millones de lempiras y “nosotros nos fuimos sin nada e inscribimos a MIDE (Movimiento Independiente Dignidad y Esperanza)”.

“Me metí a la política sin nada, porque el único capital que tengo es mi familia, mis amigos y mis valores morales. Lo único que hemos puesto en la campaña son nuestros vehículos y el tiempo”, pormenorizó.

Describió que en las giras llegan a un hotel, pero dicen 'queremos una habitación pero que tenga cuatro camas porque somos cuatro los que andan', y en cuanto a la comida compran baleadas en la calle.

Lo que “yo visualizaba antes, de que en la política había que meter miles de millones de lempiras para aspirar a ser presidente, es mentira. Eso es, pero en la política sucia'.

'Nosotros hemos andado de la mano de Dios y es increíble. Con el pastor Isaías Zelaya nos hemos ido solo con el combustible y hemos encontrado respuesta en cada uno de los pueblos”.

La gente es especial, en cualquier lado donde “llegamos nos dan comida y apoyo”. Por ejemplo, en Tocoa les pagaron el hotel, pero 'digan que lo pagaron porque si no van a tomar represalias contra nosotros'. 'No necesito millones, ni usar el dinero del pueblo para comprar conciencias'.

“No tengo millones para política, estoy cien por ciento claro que hasta donde hemos llegado es porque miles de hondureños nos han apoyado y la mano de Dios se ha manifestado de una manera sobrenatural. Estoy sorprendido con cada una de las cosas”, expuso.

Para Rodríguez Orellana, hay un pueblo que clama por el sufrimiento a que lo ha sometido la clase política tradicional, por eso es obligación de todo buen hondureño trabajar para encontrar un alivio a ese dolor.

El país ha sido destrozado, pero aún se puede recuperar. Orellana lo tiene así de claro: hay que comenzar regresando al orden constitucional, atender de inmediato a los sectores más vulnerables y olvidados, reestructurar el presupuesto general de la República priorizando la salud y la educación; por otro lado, es necesario un fortalecimiento de la economía, mirar nuevamente hacia el campo porque no es justo que el campesino ahora tenga que ir a la ciudad a comprar un cartón de huevos.

Él considera que todas las instituciones públicas tienen que ser transformadas para que cumplan con su verdadero papel, así como que es necesario la recuperación de empresa como la ENEE y Hondutel, desbaratadas por los mismos gobiernos.

Valoró al Consejo Nacional de Defensa y Seguridad (CNDS) como una amenaza, igual que la ley de las Zona de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDE), la ley de secretos, el nuevo Código Penal que fomenta la impunidad, normativas que considera se deben derogar

Asimismo, vio la urgencia de detener la migración de los jóvenes, dándole oportunidades. Ees doloroso verlos partir porque este país no les ofrece nada”. Si el dinero no se robara seguro que ajustaría para mejorar las condiciones de vida de la población, estimó.

Rodríguez Orellana es un hombre que está convencido que debe seguir adelante con su proyecto político porque si hasta ahora está vivo es porque hay un propósito con su vida. “Dios me ha guiado como persona, como profesional, con el movimiento, con el equipo, como esposo, como hijo y como padre”, aseguró.

“Este es mi padre”, dijo abrazando a don Vidal Rodríguez Reyes, un hombre de 82 años, que en su interior posee todavía la fuerza de la juventud. Foto: Emilio Flores / EL HERALDO.

“Este es mi padre”, dijo abrazando a don Vidal Rodríguez Reyes, un hombre de 82 años, que en su interior posee todavía la fuerza de la juventud. Foto: Emilio Flores / EL HERALDO.