Tegucigalpa, Honduras.- Hace casi una década comenzó a gestarse la poesía de "Respiración circular" y "Zona en construcción".
Desde su residencia en Nueva Zelanda, y entre viajes a Honduras y Colombia, surgieron anotaciones que más tarde se convirtieron en poemas, luego en libros, y finalmente en una sorpresa, porque Leonel Alvarado es, como él mismo reconoce, un poeta que escribe mucho y publica poco.
Pero resulta que en un mismo año ha cruzado continentes con su poesía, "Respiración circular" fue publicado en Honduras por Cisne Negro, y "Zona en construcción" en España por Nautilus Ediciones. El primero es poesía erótico-amorosa, y el segundo ecopoesía.
De los dos hablamos con el poeta que desde sus páginas nos da una mirada a dos mundos: el de los amantes y el de una memoria que nunca se ha sometido al destierro, y que así como nos habla de la cocina de su abuela en Copán, nos habla del mundo.
Sobre Respiración circular
¿Cuál es el objetivo de "Respiración circular"?
Este libro es una celebración de la intimidad; no sólo se celebra el inmenso placer del sexo, sino también el placer de lo compartido, amorosamente, en pareja: platicar, cocinar juntos, bailar en la cocina, lavar los platos o la ropa, bañarse juntos, salir juntos.
Lo de hacer las cosas juntos es esencial, pero sin sacrificar la individualidad ni querer imponerse al otro. Es una relación de igual a igual, de placeres compartidos que llevan a la invención de un lenguaje que sólo se entiende entre los dos y que está constantemente reinventándose, como las formas de hacer el amor; esto permite disfrutar profundamente la intimidad.
"El cuerpo se llama de otros modos, el deseo se dice/ sin temores; uno da y reclama, sin cansarse, los nombres/ de esos demonios que, al decir de San Agustín, pululan/ entre los vapores húmedos. Pero el diablo también/ reconoce sus límites porque no hay insulto en la impureza,/ nadie se hiere en lo que se dice con ardor" (Fragmento de "Respiración circular")
¿Cuáles son los retos de escribir poesía erótica?
Como lo hace la pareja, el libro busca crear un lenguaje único; así me lo planteé desde que comencé a escribirlo, hace ya casi diez años.
Desde el inicio me interesaba cuestionar lo que en la crítica de arte se ha llamado “la mirada masculina”; la crítica de cine Laura Mulvey acuñó en 1975 el término “the male gaze” para referirse a la forma en que, históricamente, los hombres han visto a la mujer, quien tiende a aparecer desnuda en esculturas, pinturas, el cine, la literatura, la fotografía, la publicidad, etc.
El cuerpo desnudo de la mujer ha proyectado las fantasías de los hombres, por eso aparece desnuda, pasiva y disponible, como ocurre en tanta pintura y, sin duda, en poesía; así aparece, para el caso, en el Himno Nacional de Honduras, dispuesta a satisfacer el deseo de posesión del hombre; este tema lo abordo en otro libro.
"Respiración circular", por el contrario, cuestiona esa fantasía masculina; el placer es una aventura compartida por ambos sin que ninguno, repito, pierda su individualidad. Quiero creer que el hecho de que el libro haya sido escrito por un hombre es incidental.
¿Cuáles son esos límites —si es que existen— que hay que respetar al abordar el erotismo en la poesía?
Existen los límites impuestos por la tradición artística y, claro, por ese ente abstracto que es la sociedad.
Hay una gran tradición de poesía erótico-amorosa, escrita por hombres y mujeres, que de alguna manera ha establecido códigos; lo mismo ha ocurrido en las artes visuales y en la música: para el caso, la "Santa Teresa" de Bernini, “Piensa en mí” de Agustín Lara y “Aleluya” de Leonard Cohen funden erotismo y religiosidad de forma ejemplar y demuestran que las formas de expresar éxtasis y placer no han sido agotadas.
Celebro que obras así existan y reconozco la enorme responsabilidad de no faltarle el respeto a esa tradición; esa es, al menos, la intención.
Estos artistas, como tantos, crearon un lenguaje, y creo que cada nueva obra debe buscar lo mismo, por lo que la invención de ese lenguaje, entre la pareja y dentro de la tradición artística, es central en el libro.
¿Qué cuidados toma como poeta para no pasar de los elementos propios del erotismo a lo vulgar?
Si el autor o la autora se limita a proyectar sus propias fantasías sexuales corre el riesgo de caer en el voyerismo; la obra se vuelve un ejercicio masturbatorio.
Lo mismo ocurre, me parece, si se perpetúan los códigos impuestos por la mirada del hombre. Veo el libro, más bien, como una oportunidad para cuestionar esos códigos. Es decir, la celebración de la intimidad de la pareja, esencial en el libro, va a la par de lo que podría llamar un proyecto de lenguaje. La vulgaridad, como sabemos, es también una expresión de lenguaje, un desborde de códigos expresivos en lo que el lenguaje y nosotros mismos perdemos toda dignidad.
En el libro se busca hablar con franqueza de las formas del amor que unen a la pareja, sin perder la dignidad y el placer del lenguaje poético, tampoco sin caer en la cursilería.
¿Podríamos decir que el tema del amor es la columna vertebral de esta poesía, o es una sugerencia exagerada?
Así es, la intimidad amorosa, creada por la pareja a través de todo lo compartido y de la creación de un lenguaje que sólo ellos entienden, es el hilo conductor del libro; ellos gozan y se gozan, mientras imaginan nuevas formas de celebrar esa intimidad en los espacios reconocibles de la casa: la cocina, el baño, el cuarto, etc., son transformados cada vez que ellos entran o salen.
Cada espacio, como sus cuerpos, se abre y se cierra al ser tocado por esa intimidad, hasta llegar al poema final: “Su cuerpo y mi cuerpo son dos cofres cerrados./ Cada uno contiene la llave del otro”.
Sobre Zona en construcción
¿Hay en este poemario una danza entre el pasado y el presente?
Así es, entre tiempos y espacios que se mueven en varias direcciones. Por eso, la vida se ve como un lugar que siempre está en construcción; es como si naciéramos y pasáramos toda la vida con un rótulo que dijera: Advertencia: zona en construcción.
El libro parte de esa premisa y de una escena: la vida detenida en una esquina, y podría decir que todo el libro es lo que ocurre mientras la luz del semáforo cambia de rojo a verde.
Todo lo que converge en esa esquina (carros, gente, árboles, pájaros, etc.) es materia conformada por “una mezcla de carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno”, y todo se detiene, pasa, se evapora, “como esos gases que cada uno es a su manera”.
El libro comienza y termina así, en ese espacio-tiempo en el que somos y dejamos de ser, y en ese cambio del semáforo ocurre tanto, desde la devastación climática y la crueldad contra los animales hasta la resistencia del diente de león en la acera.
"Hubo un primer aquí, un sitio donde lo que sería ciudad/ se fue rodeando de apariciones, transacciones, habitaciones.
Así apareció, rodeado de títulos de propiedad que no satisfacían/ sus ambiciones, ese primer aquí del que venimos todos" (Fragmento de "Qué fácil hacer ciudades", de "Zona en construcción")
Ese ejercicio de memoria de traer esos recuerdos de infancia, esa cotidianidad de los pueblos a un presente que se percibe tan distante ¿Qué significa para usted como persona y como poeta?
Hay un poema sobre un remedio casero de mi abuela que incluía ruibarbo; después descubrí que esa escena, que vi tantas veces cuando era niño, estaba vinculada a la llegada del ruibarbo a Europa en el siglo XIV y a la fantasía mercantil de Colón. Es decir, ese pueblo de Copán, en el que crecí, también fue tocado por la historia universal.
Sin que lo supiera, el pueblo y la cocina de mi abuela eran espacios inmensos que se movían, repito, en varias direcciones y hacia muchos tiempos; la poesía me ha permitido descubrir esas convergencias y volver, fascinado, a la cocina de mi abuela, de tal forma que el pasado se me aparece por todas partes y deja de ser distante.
Honduras, sus raíces, sus costumbres, sus múltiples lenguajes alimentan su poesía ¿Cómo es el desafío de mantenerse cercano a una tierra que ya no habita, al menos no físicamente?
Sí, se trata de moverse entre múltiples lenguajes y de creer que de allí surge la poesía. Uno crece, sin saberlo, entre mitologías que el tiempo y los azares irán transformando, para bien o para mal; la poesía intenta darles sentido, y por eso sirve tanto en el destierro.
He dicho en otros poemas que me fui de Copán a nacer tantas veces a otras partes; eso me ha permitido ser más o menos Alvarado, es decir, una obra más en construcción.