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El español, ¿un lenguaje en degeneración?

En nuestra constante modernización y esnobismo, el idioma de Cervantes (el segundo más hablado globalmente después del mandarín) sufre una rápida y agónica dilapidación en su núcleo central. El siglo XXI es un reto para el español
22.04.2022

Bajo nivel de educación

Como todos sabemos, en el español se utilizan algunas características ortográficas endémicas para dar el correcto sentido al lenguaje escrito. Las tildes tiene un uso bien definido y sus reglas gramaticales son claras. Sin embargo, nuestro país adolece de un nivel intelectual que en muchos casos termina degradando al idioma, por lo que en mensajes de texto y posteos de redes sociales es muy común encontrar errores gramaticales notables, faltas de tilde, mal uso de las sintaxis o la letra h, confusión entre la s, la c y la z o la v y la b y hasta la n y m.

Sin duda la tecnología ha jugado un papel preponderante en esta degradación, pues la urgencia por enviar mensajes o subir información a las redes sociales hace que se abrevien de forma indebida e innecesaria varias palabras y no se corrijan los errores. Ya ni los autocorrectores logran su cometido con éxito.

Antaño, cuando nuestra sociedad era más lectora de libros bien editados, la memoria eidética o fotográfica del lector contribuía a su buen léxico y gramática. La inmediatez de los videos y portales sociales ha desplazado la lectura de libros correctamente escritos.

El castellano es un idioma acaudalado, hermoso y elegante. No obstante, se resquebraja ante el descomunal mal uso que se le está dando y las influencias ajenas a las que se le expone en el desafío por evolucionar en un mundo entretejido firmemente por la tecnología.

Los anglicismos

El castellano se ha adulterado con una infinidad de anglicismos, factor exacerbado por la adopción de nuevos aparatos tecnológicos que basan en el idioma inglés sus sistemas operativos, su estructura externa e instrucciones.

La cultura norteamericana impregna de forma profunda nuestra idiosincracia y la desdibuja fácilmente al carecer nosotros de una robusta identidad nacional. El hip hop norteamericano y su espíritu urbano ya habían por años permeado en otros países de la región caribeña, diluyendo la elegancia de la prosodia castellana e imponiendo la dicción de palabras incompletas o mal entonadas.

El auge actual de géneros culturales del Caribe como el reguetón ha traído entonces cual caballo troyano esas adulteraciones a nuestra lengua y paladar y las nuevas generaciones, que poco conocieron la otrora elegancia del castellano, adoptan sin miramientos dichos atropellos.

Esta cultura de la autoindulgencia al momento de comunicarnos hace que ya ni siquiera sea reprensible la comisión de errores en la prosodia o la gramática. Esa prisa en la grafía de los mensajes daña al idioma.

Tan multicultural es Latinoamérica como lo son sus diferentes acentos regionales

No es lo mismo escuchar a un rioplatense hablar con su acento que pese a ser español nos recuerda al italiano, que escuchar a un sudamericano hablando portuñol o a un puertorriqueño su entonación. Inclusive, hay quien dijo que fue una maravilla diseminar el idioma castellano en América para consagrarlo en la elegancia de la inmensa variedad y eternizarlo.

Pese a esto, huelga decir que no todo regionalismo es digno de adoptarse en otros confines del mundo hispanohablante y es una pena cuando escuchamos a compatriotas que crecieron junto a nosotros hablar con entonaciones robadas o copiadas de otros países y peor aún, hacer mal empleo de dichas frases, palabras o conceptos.

Las nuevas generaciones conocen un lenguaje parco y casi telegráfico

A falta de bibliotecas surtidas y rebosantes de cultura del lenguaje que otrora abrían un universo a sus asiduos visitantes, el internet ahora seduce con su promesa de gratificación inmediata y alcance excepcional de cualquiera en cualquier lugar y en cualquier momento.

Una oferta tan facilitadora es casi irrebatible, por lo que los jóvenes son arrebatados en un mundo virtual lleno de faltas al idioma y privados del uso de su inventiva, imaginación y retentiva.

Algunos extranjerismos deberían llamarse barbarismos, pues están destrozando a placer la columna vertebral y etimológica de la esencia de nuestro idioma.

Costumbres lingüísticashistóricas se desvanecen

Honduras fue conocido por el uso de “usted” y “vos” para referirse a la segunda persona. De hecho, el “vos” se usaba siglos atrás para denotar respeto al interlocutor y su grado de alcurnia y hasta realeza. Poco a poco evolucionó hasta quedar el “usted” para un tono más respetuoso y el “vos” para un tono más jovial y lúdico.

Triste es admitir que el uso del “vos” está quedando en la llanura del irrespeto o cuando insolentemente se necesita agraviar al prójimo. Es más, para trato jovial y cercano o seudorrespetuoso, se está adaptando el uso del “tú” para dirigirse a la segunda persona, con el consecuente embrollo de que muchos hondureños no saben distinguir entre las conjugaciones verbales distintas que el “vos” y el “tú” conllevan. Eso es un sacrilegio a la pureza del idioma y una puñalada por la espalda a nuestra identidad nacional.

El uso del “tú” en un hondureño nato raya casi en la hipocresía pues no hemos sido eso por siglos. Usar el “tú” alternado con conjugaciones verbales en “vos” o viceversa está mancillando no solo nuestra vasta lengua de orígenes latinos, sino nuestra propia historia catracha. Es una verdadera pena que se relegue el elegante uso del familiar “vos” por el “tú” comprado de las novelas mexicanas, películas españolas o comedias sureñas.En el marco del Día del Idioma, hagamos una pausa y meditemos en qué lenguaje y educación lingüística le estamos heredando a nuestros hijos y a este pedazo de tierra catracha.

Tomemos un buen libro, Cervantes, Cortázar, Lorca, Darío... y degustemos y afinemos nuevamente nuestro paladar por la exquisita riqueza del idioma español, reconociendo sus variedades, sus regionalismos, pero haciendo al castellano nuestro idioma propio, nuestra identidad.

Jamás debemos olvidar que aun nuestra forma de pensar y actuar en gran medida están condicionadas por el idioma que aprendimos desde la cuna. Seamos los portadores y embajadores que nuestro idioma merece.