Tercera persona y la (in)definición de la realidad

“Tercera persona”, de Giovanni Rodríguez, explora la mirada del escritor sobre sí mismo, aun cuando pretende narrar “a los otros”. La novela convierte al propio autor en personaje y desafía al lector a moverse entre planos inciertos

  • Actualizado: 03 de diciembre de 2025 a las 11:27
Tercera persona y la (in)definición de la realidad

Tegucigalpa, Honduras.- La tercera persona, en su sentido gramatical y primario, es la cualidad que tiene la lengua de permitirnos hablar del otro (en singular) y de los otros (en plural).

En la literatura es una perspectiva narrativa que, cuando se enseña en los salones de clases, se contrapone a la primera persona.

La tercera persona es, en palabras comunes, contar lo que les sucede a los otros; pero la literatura, sea que se cuente en primera, tercera o en la extraña, y para algunos imposible, segunda persona, siempre hablará de quien la escribe.

'Tercera persona', una autoficción de Giovanni Rodríguez

Esta es una de las ideas que me dejó la lectura de la novela “Tercera persona” de Giovanni Rodríguez, publicada en 2020 (Mimalapalabra) y cuya primera edición data de 2017, por una editorial costarricense.

De Rodríguez había leído ya el libro de cuentos “Habrá silencio en nuestras bocas frías” y las novelas “Los días y los muertos” y “Anchuria”, esta última la más notable de las dos y con la que “Tercera persona” comparte, con bastante fortuna, dos cosas: la metanarrativa y el contar no como una certeza sino como una posibilidad.

En esta novela breve se cuenta la historia de un escritor o aspirante a escritor (como si hubiera alguna diferencia o como si se supiera cuándo se pasa de un estatus a otro) que después de algunos acontecimientos poco deseables en su vida, se muda a España.

El relato da cuenta de sus relaciones interpersonales, sus desplazamientos geográficos y sus proyectos de escritura, que se relacionan, se interfieren e, incluso, se anulan.

El personaje principal es uno de esos que ocupan toda la escena y que al final de la historia al lector le queda la sensación de que es el único.

“Tercera persona” se trata de una novela que explora la psique y el corazón del escritor, y también me atrevería a decir que lo ubica sociológicamente.

Las escenas en las que se “encuentra” con Enrique Vila-Matas me resultan enternecedoras. Delata la primera tarea de cualquier escritor, que es leer, entusiasmarse con los libros y, como natural consecuencia, con los escritores.

En este mismo tono me parecieron las menciones a Horacio Castellanos Moya, de quien ampliaré más adelante. Me dejé llevar (inocente, cómo no) por el título, y pensé que me encontraría con una novela narrada en tercera persona, pero esta sucede en gran parte en primera persona.

Y allí hay un mérito: hilvanar la tercera persona en la primera. Esa es tal vez la vida del escritor: hablar de él, como si fuera otro, conmutar esa primera persona por la tercera. Y en este caso el compromiso es tal que se funde (que no confunde) la ficción con la realidad. Hay un punto en la novela en la que no se sabe muy bien qué es real y qué no.

Tanto el lector (es gracioso cómo hablo de mí en tercera persona) como el personaje se creen y sospechan a la vez una irrealidad, que es la realidad dentro de la obra literaria. Y no saber en qué plano de la realidad se está desarrollando la historia del escritor/autor/narrador deja al lector en una hermosa y fascinante indefinición, indefinición que abarca al personaje principal.

Que el lector no sepa qué terreno está pisando le aporta a la obra literaria un dinamismo que solicita y estimula su inteligencia. De esto se habla en los talleres de creación literaria cuando se dice que se apueste por un lector atento e inteligente.

“Íbamos a encontrarnos en septiembre de 2008 cuando Horacio llegó a Barcelona (...) pero al final el tal encuentro no fue posible. Y entonces como vi frustrada mi inquietud por conocer en persona al autor de ‘El asco’, imaginé que nos encontrábamos para esta novelita un día de abril de 2009 en el café Zurich” (página 69).

Aquí el narrador da cuenta de unos acontecimientos que no fueron posibles sino en la obra literaria. “Tercera persona” demuestra que en literatura da igual qué sucede y qué no. Lo importante es cómo se confecciona la historia a partir de esos acontecimientos más allá de donde estén.

En la escena en la que el escritor decide incluir a Castellanos Moya en su obra hay una suerte de prestidigitación. Después de afirmar que introducirá a Castellanos Moya en la obra, dice: “Algo pasa con ese café, me digo, porque fue el lugar que pensé para mi encuentro con Marta, una amiga catalana a la que no veía hace 6 años”.

Después pasea con ella, para terminar encontrándose con su autor: “(...) nos despedimos en la entrada de la librería La Central de la calle Mallorca, en donde acordé con Horacio encontrarme a la una y media de la tarde” (pág. 70). Y remata: “Parecía un personaje de mi novela, un personaje que, a esa hora, con el cansancio y la resaca, se iba desdibujando poco a poco” (pág. 71).

El lector (yo) junto al narrador se hunden y salen a flote constantemente de una realidad que apenas se ha propuesto. Parece un personaje porque es un personaje de su novela.

Así, este escritor que preferiría no escribir(se), como ese escribiente absurdo de Melville, cuya inacción es la acción de la obra, o si quieren cuya acción es la inacción (en este juego de espejos da lo mismo), aparece en la medida en que logra aparecer en la obra literaria.

Evidentemente, este juego no es nuevo en la literatura, pero está bien recordarlo y actualizarlo, en este caso en la obra de Giovanni Rodríguez.

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