Siempre

Artículo de Octavio Carvajal: Narcisista y trapecista

De pronto ese individualismo en el poder lleva al presidente Manuel Zelaya a errar y ofender a quien intente retarlo. ¡Amor, tranquilo!
14.08.2022

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Ese afán ególatra del presidente Manuel “Mel” Zelaya -alabado por su gente- puede darle un revés a su adorada imagen.

Insistimos, “Mel” camina, respira y transpira por la jefa Xiomara Castro a quien relega con o sin su venia. En una de sus más frescas apariciones, Zelaya se desfiguró frente a líderes lencas; los llamó “duritos” por pedir su “ayuda” que sobra para unos y falta para muchos.

Vimos a un “Mel” irritado, pensando y hablando -como siempre- por el legado de JOH. La firma para concluir el plan carretero entre La Campa y Gracias, Lempira -15.2 kilómetros-, fue el detonante. Segunda cita “Nuestras Raíces” con pueblos indígenas dislocó al cerril Zelaya. Mauricio Ramos, secretario de Infraestructura y Transporte, diestro del tema, calló; habló su patrón, a su antojo, a su saber y a su capricho.

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GUARDIAS

Igual, lo escoltó su hijo Héctor Manuel, (taciturno) secretario privado de la presidenta Castro quien -sin razones claras- falta a las pláticas más relevantes con su gente pues siempre, para su suerte y bajo excusa de ser su vital asesor, la suple Zelaya que no deja de soñarse universal, ícono de sabiduría, de prudencia, de reflexión en medio de tanta tribulación nacional.

Estas pinches letras, puntos y comas no harán, bajo ningún paraje, que Zelaya o su séquito se comiden por su bien.

Los notables se atontan con voces disonantes. De repente, podrían analizar su opinión para lanzarla a su albañal. Así han pasado los jefes, razonando las eras de “regencia” civiles de Roberto Suazo Córdova a la fecha, todos han sido y serán felices en sus burbujas.

“Mel” con su Poder Ciudadano roncó como todos. Entre chorro de ciempiés y, por el oro, tuvo muchos loros a sus pies, entre civiles, políticos, financieros y ciertos cronistas, sus zalameros absolutos. Empero, por más billete que regó, cayó sin perder el maldito ego de los grandes. Con perdón de la deuda a manos de Flores y Maduro, Zelaya no perdonó que JOH, según jura, lo dejó empeñado.

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PESADILLA

Y como todo achaque gira en torno a JOH, uno de sus afelpados mozos de prensa que no supo de su vanidosa gestión ni de las pasadas, dijo que el indómito preso en Nueva York repelió (siendo presidente) con gas picante a grupos indígenas, en un pujo fachoso e inexcusable de eximir (su estilo), consentir y aplaudir el ultraje de su amo contra faros de La Campa, Lempira.

Nada justifica el abuso ni nadie, ni en sueños, debe salvar la grosería de ningún patrón. La Constitución abriga a cualquier pueblo a pedir auxilio. No obstante, pareciera que en todo desliz personal, grupal, familiar o de gobierno, lo coligen por los excesos de JOH. Entonces, si alguien afín a la actual gestión sale señalado por estafas o lo pide Estados Unidos por narcotráfico, ¿también dirán que JOH lo infectó o lo incriminó? Si JOH mimó, por ejemplo, el nepotismo, lo de ustedes ¿no lo es? Es “mérito propio”, dicen.

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COPIA

Si los cachos se dieron viáticos, prestaciones ilegales, altos cargos hasta para queridas exigentes y pagaron vagones de lata por “hospitales móviles”, no cabe duda de que ustedes se irán -tarde o temprano- bajo mil coartadas que hartan a la gente que no tiene ni veinte lempiras para hartarse ni darle de hartar a su ringlera de hijos paridos por padres insanos, sin educación sexual.

Exculpar a “Mel” por su altivez y su falta de respeto a pobladores lencas en busca de recursos para concluir el tramo carretero hacia La Campa es un acto censurable. Nadie merece tan ruin humillación ni mucho menos que les digan “duritos” por pensar desde su investidura que la humildad y la necesidad del soberano es sinónimo de ignorancia o de sometimiento.

De todos es conocido el andar, actuar y hablar de Zelaya Rosales, no hay por qué asustarse, pero llegar al extremo de mofarse de una etnia en un acto oficial y público nos hace pensar qué tipo de epítetos podría expresar en privado. El poder -su majestad “Mel”- no es para subirse o simular amor por los pobres, aplastándolos, sintiéndose, además, un erudito del quehacer local.

Tal vez por joder, si bota su elevado ego, pide perdón a sus ofendidos, dignos de jefes que no sean pencos ni hieran por pedir socorros públicos perdidos en falsos lencas gozando de pencas caribeñas. ¿Seré yo? Sus adictos dicen que usted “se lució”, por eso no pasa de moda. Las letras lastiman si el poder embriaga a pinches fatuos.

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