Siempre

Artículo de Octavio Carvajal: La mara de Xiomara

Los pandilleros tienen brazos en todos los rincones. Ahora, un marero anda igual que un político o bolsista: fatuo y bien trajeado
27.11.2022

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Bajo el auge descarado, libertino y criminal de las pandillas callejeras en los últimos treinta años, el trono de Libertad y Refundación (Libre) se ve torpe, de pronto hasta servicial, gallina o cómplice de este flagelo que también pulveriza la economía ante la pachorra de una oscura, fuerte y solapada mara trajeada que se lava la baba en la cara de la jefa Xiomara Castro.

El tigre -reza un dicho- se mata chiquito, pero aquí es todo al revés. Adrede o no, mentes perversas, gente grande -políticos y financieros- lo dejaron crecer por millones de razones. Grave traba no solo son las pandillas -tatuadas o no- que extorsionan, matan y cuartean vidas y mercados, sino esa tropa de actores léperos que por piques y codicias propias vedan el progreso y el bien general.

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TORMENTO

Unos y otros, multicolores, derechos y zurdos, se culpan del caos. Típicos juegos de vivos cobardes, jugando con la vida de miles de ciudadanos exiliados por el acoso delictivo y, de remate, por la abulia de rectores que no son estúpidos, sino coautores del crimen en todos los rincones del país. ¿El Estado fallido persiste? Pareciera que sí. ¿Hay gobierno con poderío o lo domina el bajo mundo?

Se acusó al exjefe liberal Carlos Roberto Reina (1994-1998) de aportar al rápido ascenso de las pandillas anulando el servicio militar por verlo cerril y grosero. Doctos, tal vez sociólogos y otros eruditos, podrían juzgar si el extinto Reina que alucinó con su eslogan “El pueblo al poder”, orilló el auge y el joder de temibles y bestiales antisociales que articulan con el crimen organizado.

A nuestro juicio, como nos atañe, todos, incluyendo los actuales, tienen su saldo en este caldo delictivo escoltado -al modo de narcos- por malos militares, policías y civiles (políticos y bolsistas). Es inaudito desde cualquier ángulo que las maras callejeras operen sin el apoyo de los de arriba que necios y cínicos se culpan mutuamente mientras asesinan a la gente y el comercio fracasa.

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AMORES

Si las pandillas aterran en sitios donde hace poco reinaba la paz es porque la mima una mara gubernativa. Un patrón actúa contra la barbarie, a menos que él o sus vecinos arrullen el mal. Claramente todos se hacen los tontos con verdugos que joden y parten inocentes dejando en descrédito la nación liderada por una mara de corbatudos, doble vía, inútiles para el bien y útiles al sistema corrupto.

Estos insociables hacen y deshacen con la venia de poderosos. Nadie se traga el cuento de que actúan a la brava; si así fuera y realmente los sometieran con rigor, todos los días veríamos sendas capturas, de pronto hasta cruentas riñas con los mandos, pero no, lo que vemos es un chorro de muertos, entre taxistas, choferes y cobradores de buses y otros castos vilmente asesinados y cortados por no poder pagar el “impuesto de guerra” que para en manos de mafiosos desalmados. Si las maras ven con desprecio la vida humana, más criminal es la flema, la apatía y el complot oficial.

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TERROR

Amarran barrios y colonias completas. Usan chips (su lotería electrónica) en celulares que rápida y metódicamente tiran en comercios a su hilo de víctimas sometidas a dar una “prima” sustancial y renta mensual. Molidos por las maras nos cayó Porfirio Lobo Sosa y su legalizada “tasa de seguridad” (extorsión maquillada) para vigorizar a policías y militares. Efecto: dos pandillas, la callejera y la de portada.

Nadie toma al toro por los cuernos. A grandes males... todo es puro tamal. La autoridad -como siempre- salen con piruetas en la jeta de pandilleros terroríficos. Satura zonas en su búsqueda y escandaliza con un capturado, un celular y tres carrucos de moña incautados. ¡Guao! Con operativos de tal envergadura los mandos resultan un pichingo para los bandoleros.

El Salvador, con su jefe Nayib Bukele, contra todos los augurios, unió los tres poderes del Estado, blindó sus cuerpos de seguridad y cortó el avance asesino de las maras. Casi 60 mil cabezas están en prisión, y aquí viven libres y ricos matando a castos. Unos periodistas y políticos -cuidados a lomos del “tasón” por “chepos” y “chafas”- riñen la apatía contra este mar de pícaros donde “el marero soy yo”. ¿Verdad, Carlos?

La mara de JOH se fue, pero su ficha es el caballito de guerra de una nueva banda, igual peligrosa y cruelmente criminal. ¿Es dualidad o casualidad? ¿Gobierna otra mara con Xiomara?

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