Siempre

En abandono Buzludja, el ovni arquitectónico del comunismo búlgaro

Construido en la cima de una montaña, ahora solo es el recuerdo de lo que queda del socialismo

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20.10.2018

STARA PLANINA, BULGARIA.- El edificio comunista de Buzludja, una especie de ovni de hormigón colocado en la cumbre de una montaña, es un monumento que en Bulgaria se relaciona con un régimen denostado, pero que levanta pasiones entre los turistas y expertos occidentales, que quieren salvarlo de la ruina.

Inaugurado en 1981 como un símbolo del socialismo triunfante, esta gigantesca construcción circular que antaño podía albergar hasta a 400 visitantes a la vez, todavía planea en su pedestal a más de 1,400 metros de altitud, en la cadena montañosa de los Balcanes, en el corazón del país.

Se utilizó mármol y cobre para decorar las 75,000 toneladas de hormigón, acero y cristal que conforman esta proeza arquitectónica de unos sesenta metros de diámetro, cuya estrella roja era visible, en días despejados, en Rumania y Grecia.

Pero sus días de gloria fueron pocos. Abandonado desde la caída del régimen comunista en 1989, en la actualidad está corroído por la mala hierba, ya despojado de sus preciosos ornamentos.

Durante mucho tiempo solo lo conocían los amantes del turismo insólito, que llegaban atraídos por la particularidad del lugar y por los vestigios de los eslóganes comunistas en sus paredes. Pero ahora, el ovni ha entrado en el radar de los especialistas internacionales de la defensa del patrimonio.

“En su estilo brutalista es un verdadero éxito arquitectónico del siglo XX. Este monumento es, por supuesto, excepcional por su dimensión y por su potencia”, subraya Laurent Levi-Strauss, exdirector adjunto del departamento de preservación del patrimonio cultural de la UNESCO.

Patrimonio cultural
Para el arquitecto británico Graham Bell, “es un edificio increíblemente impresionante, pero tan increíblemente triste a causa de su estado de deterioro”.

La oenegé Europa Nostra, para quienes esos expertos efectuaron recientemente una visita al lugar en presencia de periodistas de la AFP, clasificó Buzludja entre los siete sitios culturales más amenazados de Europa.

“Forma parte del patrimonio cultural europeo, pero Europa apenas sabe de su existencia”, lamentó Bell. Para la oenegé, el edificio todavía puede salvarse parcialmente con fondos europeos.

El ingeniero Mario Aymerich, del Instituto del Banco Europeo de Inversiones, dio muestras de su entusiasmo y subrayó las “soluciones innovadoras” desplegadas para la construcción de la cúpula del edificio.

Una atención internacional súbita acogida favorablemente por los pocos defensores búlgaros del monumento, incluido su arquitecto, Gueorgui Stoilov. “Está bien que Europa se interese (por el edificio), puesto que Bulgaria no lo hace”, apunta el arquitecto de 89 años.

Si bien suele estar solicitado por los locales para los reportajes de boda o para rodajes de películas, Buzludja nunca ha estado entre las prioridades de las autoridades búlgaras, sometidas desde los años 1990 a un estricto régimen de austeridad presupuestaria y poco deseosas de dedicarle medios a un edificio tan aislado como connotado.

Arquitectura totalitaria
Fue una arquitecta búlgara nacida en 1990, justo después de la caída del régimen, la que le devolvió su popularidad a Buzludja.

“No es posible que una obra arquitectónica tan única e impresionante se deje en tal estado”, denuncia esta joven, Dora Ivanova, que lleva cuatro años haciendo campaña para sensibilizar a los expertos, tras haber descubierto el edificio por Internet cuando estaba estudiando en Alemania.

“No se trata de restaurarlo para glorificar el comunismo, sino de conservarlo para explicar la historia”, subraya.

Admitiendo la imposibilidad de devolverle al edificio su fasto inicial y consciente de la “controversia” que genera en el país, Levi-Strauss considera que el monumento podría dedicarse a “usos de tipo educativo, conferencias y conciertos”.

El edificio fue erigido con ocasión de los 90 años del partido socialista búlgaro, que celebraba allí sus actos festivos. Se sufragó con contribuciones llamadas “voluntarias” y se construyó con la colaboración del ejército.

En la actualidad, el edificio sigue siendo “un buque insignia de la arquitectura totalitaria del siglo XX en Europa”, destaca Rumen Draganov, director del Instituto búlgaro de análisis del turismo, que cree que podría servir para “atraer turistas” a la región.