Crímenes

Grandes Crímenes: El caso de la Villa Olímpica

¿Hasta cuándo la extorsión seguirá destruyendo vidas?
31.10.2021

TEGUCIGALPA, HONDURAS.-Nota inicial. Este es uno de esos miles de casos que duermen en los archivos de la Policía, y que forman parte de la historia criminal de Honduras. Hoy se lo presentamos a los lectores tal y como lo contó Juan Pablo Ordóñez, uno de los detectives de la vieja Dirección Nacional de Investigación Criminal (DNIC) a quien deseo agradecer sinceramente su apoyo para esta sección de diario EL HERALDO.

Deseo, además, que este caso sea un homenaje especial para Juan Pablo Ordóñez, al igual que para todos sus compañeros y compañeras que, en aquellos lejanos tiempos, dedicaron su tiempo y su vida a combatir el delito con verdadera entrega y profesionalismo. Este es el caso de Juan Pablo.

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CARTA

Estimada Carmilla, a continuación le hago una narración del caso que le ofrecí para que lo lea y, si le parece, lo presente a los lectores, según su discreción. Y quedo pendiente con otro caso de homicidio de alto impacto. Si tiene cualquier incógnita no dude en preguntarme.

DENUNCIA

Este caso trascurre en el año 2012, a inicios del mes de agosto. Todo inicia en una madrugada.

Un señor, al que llamaré don Carlos, llega a las oficinas de la DNIC a interponer una denuncia por extorsión. La victima manifiesta que él ya había estado pagando extorsión por tener un negocio en la colonia Bella Flor, y que desde la semana pasada lo han estado llamando para que siga pagando. La suma pagada era ya de L 150,000.00. En aquel momento no existía la FNA ni la FNAMP, entonces se le asignaban aquellos casos al departamento de Análisis y Tratamiento de la Información, y para este tiempo los agentes ya habíamos recibido el entrenamiento especializado por parte de la policía de Colombia, expertos en estos temas.

Para combatir los delitos de secuestro y extorsión lo que procedía era solicitar vaciados telefónicos, identificar el tipo de banda o delincuencia común, fuera esta pandilla, bandas criminales, estafadores, empleados, familiares, extorsión carcelaria y otros. También dábamos asesoramiento a la víctima, seguíamos el registro de números de extorsionadores y cotejamiento de cartas extorsionadoras, lo que significa comparar escritura y simbología pandillera, entre múltiples otras diligencias que los casos ameritaban.

Al conversar con don Carlos al momento de entrevistarlo él estaba nervioso. Preocupados y con deseos de ayudarle, entramos en sintonía con él. Me presenté hasta entrar en confianza y él empezó a contarme los hechos. Ya el señor más tranquilo se retira.

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DILIGENCIAS

Al día siguiente se le reporta al Jefe de la Unidad sobre los casos recibidos en el turno. Como usted sabe, Carmilla, en la DNIC faltaba de todo menos las ganas de trabajar. En esos tiempos era muy difícil que se consiguieran vaciados telefónicos como ahora sí tiene la facilidad la DPI. Para contrarrestar esta falencia se recurría o todas les técnicas de investigación al alcance. Entonces, ese día yo me fui a descansar, pero le dejé el caso a una compañera para que avanzara con las primeras pesquisas, y ella, llamada Lesby Cárcamo, era una detective muy acuciosa, una excelente policía. Ella comparó las denuncias de aquel sector y se encontró que la escritura de aquella nota era igual a tres notas de tres casos diferentes, pero siempre en la zona, y tenían en común montos de extorsión grandes, intimidación y disparos a los negocios.

Dos días después recibo una llamada a las 11:15 de la noche. Me llamaba don Carlos, hablándome todo alterado, y me dijo:

“Juan Pablo, me vinieron a tirotear la casa y me llamaron por teléfono amenazándome que si no pagaba me matarían a mí y a mi familia, y que ni llamara a la Policía ya que ellos trabajaban con la Policía”.

Yo, en ese momento me fui a la oficina, en Villa Adela, y con el agente de turno de Análisis, Anti Pandillas y un equipo de Inspecciones Oculares, nos fuimos a la casa de don Carlos a levantar los casquillos y ojivas de la escena del crimen, aparte de tranquilizar a la víctima.

A este punto de la investigación tenemos indicios balísticos, la carta de extorsión, que es una prueba caligráfica, e identificada una banda del crimen organizado por la forma de operar, las armas que usan, logística, cantidades grandes de dinero que exigen y la violencia que usaban, ya que o la gente pagaba o cerraba los negocios. Teníamos que trabajar aquel caso antes que se convirtiera en un homicidio.

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RAPIDEZ

A la mañana siguiente cité a Don Carlos a primera hora para organizar una “entrega programada”. Así se le denomina a una operación de vigilancia, cercando el lugar donde llegará el extorsionador a recoger la cantidad exigida, para posteriormente capturarlo. Para que esto se dé se necesita orillar a los delincuentes a un lugar cerrado, con pocas salidas y entradas, donde haya cámaras y exista buena visibilidad para los agentes, entre otros factores externos. La negociación no prosperó ya que no era una simple banda de extorsionadores, y por más que se le asesoró a don Carlos en no seguir pagando, al ver que el caso no se resolvía, se ofuscó y dijo que ya no quería seguir con el caso ya que él había pasado una mala experiencia con la Policía de Fronteras, o sea, Servicios Especiales.

En estas situaciones no se puede obligar a la víctima a continuar con la denuncia ya que la extorsión es un delito de orden privado. Don Carlos me dijo:

“Juan Pablo, le agradezco, pero temo por mi familia”.

“Usted tiene mi número y estamos a la orden”.

Aparte, por supuesto, teníamos una infinidad de casos por investigar, y don Carlos se retiró a las 1:00 pm de la oficina. Ese mismo día salimos a realizar diligencias de otros casos en una pick up blanca llamada “Móvil 46”. Yo, con aquel caso debajo de mi brazo con el pesar. Al ser un día viernes, la mitad de la Unidad salía de fin de semana. En el vehículo íbamos la agente Lesby, el agente David Tejeda, un excelente detective, y yo. Alrededor de las 4:00 de la tarde recibo la llamada de don Carlos. Escucho el sonido que va en movimiento, como que va en carro, y me dice:

“Juan Pablo, vengo del banco y les voy a entregar el dinero”.

Llevaba una gran cantidad en efectivo, y yo le digo:

“El pagar no le garantiza que lo dejarán de extorsionar”.

Él me contestó:

“Yo se los voy a entregar, pero yo lo llamo porque tengo miedo”.

Las anteriores veces que él pagaba le decían que dejara la bolsa con el dinero en tal lugar, y ésta vez le dijeron que llegara en persona con el dinero y que lo llamarían en movimiento para asegurarse de que no tenía un plan con la Policía. Yo le dije:

“Cuando tenga el lugar, me avisa”.

Los compañeros, al escuchar los hechos, tomamos la decisión de ayudar al señor a pesar de no contar con el apoyo suficiente. Se solicitó apoyo a base Atenas, esto es, “Comunicaciones”, y en ese momento llama don Carlos y me dice que le dijeron que se ubique frente al portón #3 de la Villa Olímpica, y yo le dije que “íbamos en camino; no lo dejaremos solo”. Él me repetía:

“Por favor, Juan Pablo, ayúdeme”.

Mire, Carmilla, yo aceleré aquella Toyota rumbo a la Villa Olímpica para tratar de llegar antes que los delincuentes e infiltrarnos con tiempo. Los demás agentes cargaban sus armas de reglamento, Beretta 9mm, preparados para lo que viniera; después de todo, no solo éramos policías sino agentes de la DNIC, y teníamos la obligación de ayudar a aquel ciudadano que estaba en peligro.

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EN LA VILLA

Al llegar al lugar dejo al agente Tejeda en la estación de buses, infiltrado cerca del portón #3, y yo continúo conduciendo alrededor del bulevar de la Villa Olímpica. En eso estaba, cuando veo que se estaciona el vehículo de don Carlos frente al portón 3, y, dos minutos después, se escucha el motor de una motocicleta. Volteo a ver y eran dos hombres; se estacionan frente al carro de la víctima, sin bajarse, y el pasajero saca una pistola y le pide el dinero a Don Carlos. En lo que yo me estoy subiendo a la mediana para dar persecución a la moto, el agente Tejeda les grita: “Policía de Investigación”. Los delincuentes le disparan al agente Tejeda, este repele el ataque a 30 metros de distancia; yo me acerco, Tejeda se sube en movimiento a la móvil y vamos en persecución. Cien metros adelante, el delincuente que iba atrás cae producto de los impactos de bala y el que conducía la moto se estaciona para abrir fuego contra el vehículo policial impactando varios disparos en el vidrio frontal, las luces y la batería. Yo cruzo el vehículo para buscar cobertura de los disparos, dando persecución a pie al que disparó al vehículo, en lo que el criminal toma ruta hacia la colonia Universidad Norte. Voy detrás de él y él me va disparando, yo le disparo en movimiento y lo hiero en el hombro. En ese momento siento como un carro me arrolla por la espalda. Al caer al piso me siguen disparando y me cubro. Ya no puedo disparar porque era hora pico y donde estaba el delincuente estaba lleno de personas, ya que es el punto de taxis de la colonia Universidad Norte. En fin, logra escapar y yo regreso a la escena del crimen, donde se puso a don Carlos a salvo. Teníamos una baja, uno de los delincuentes, un arma y el dinero intacto. Llegaron al lugar dos motorizadas del Escuadrón de motorizados y, posteriormente, unidades de la DNIC, Unidad Contra Asaltos, Capturas, Inspecciones Oculares y otros policías.

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EN LA UNAH

Al escuchar la balacera, los guardias de la UNAH, muy precavidos se dotan con las escopetas y los revólveres, y observan que del zacate, cerca de la posta a la entrada al Observatorio Astronómico, iba saliendo un hombre de complexión gruesa, estatura media y que lucía con sangre en el hombro. Los guardias lo encañonan y le dijeron que suelte el arma, y en eso ven que tira algo brillante al monte, y un guardia le pregunta:

“¿Qué es eso?”

A lo que el hombre respondió:

“No les importa”.

Los guardias, igual buscaron lo que el hombre había tirado en el monte, y lo encontraron: era una placa policial de la Policía Preventiva. Los guardias le preguntaron:

“¿Sos policía y no te da pesar que podías matar a tus propios compañeros?” Y él respondió:

“Cada quien está en lo que está”.

No sabemos quién avisó que tenían detenido a aquel mal policía, pero en ese mismo momento fueron dos compañeros por el sospechoso capturado, y nos dimos cuenta en el acto de que era el mismo delincuente que se había escapado en la persecución.

El detenido era un policía en activo al que llamaban Rony. Por desgracia para nosotros, un año antes sucedió el caso del hijo de la rectora Julieta Castellanos por lo que la Policía Nacional se encontraba en su punto más álgido del ojo público. Casamata evitó a toda costa asociar a Rony a la Policía y, aunque las pruebas eran irrefutables, le tramitó la baja en un día para ocultar que era un policía activo asignado a la posta de la colonia San Miguel. Al final solo fue juzgado por la extorsión y no por el atentado ni por falta a los Deberes del Funcionario ni por Asociación Ilícita. Salió en libertad a los tres años, y en el 2016 volvió ser arrestado en Choluteca, esta vez por la DLCN. Don Carlos desapareció de aquel lugar. Lo último que supe de él es que vive y trabaja feliz.

NOTA FINAL

Un día, mientras platicaba con un Comisionado de la Policía, me dijo:

“Mire, Carmilla, siempre hemos tenido y tendremos malos policías. Fíjese que el director de la Policía Nacional, el “Tigre Bonilla”, cuando se dio cuenta del caso de la Villa Olímpica, y al saber que se había capturado al policía Rony, llamó muy enojado al director de la DNIC, y le dijo:

“Mirá, vos, hacé que esos investigadores hdp dejen de joder a los policías”.

¡Cosas veredes, Sancho amigo!