Crímenes

Francia, entre el populismo y la incertidumbre electoral

Los dos grandes favoritos son la candidata del FN, Marine le Pen, y el socialista Emmanuel Macron, que con su movimiento político ha movilizado a izquierda y socialistas

11.03.2017

París, Francia
La carrera hacia la presidencia de la República en Francia se está convirtiendo en un apasionante juego preelectoral que vuelve a revelar las miserias y fragilidades del sistema político en nuestro vecino país.

A la emergencia del populismo encarnado por el Frente Nacional (FN) de Marine le Pen, el ocaso pronosticado de los socialistas franceses -aunque se atisben algunos “brotes verdes”- y la ausencia de una verdadera alternativa de izquierda, hay que añadir ahora la turbulenta lucha dentro de la derecha francesa por hacerse con el liderazgo.

Y también la patética resistencia del candidato electo de la misma, François Fillon, por apearse de la lucha tras haberse descubierto un escándalo de corrupción familiar realmente impresentable y después de haber dejado fuera de juego al resto de los candidatos, entre los que destacaban Nicolas Sarkozy y Alain Juppé, dos pesos pesados de la política francesa eternamente incombustibles.

Los resultados
Aunque parece que al final Fillon renunciará o se verá apartado por la falta de apoyos por los mismos que le auparon en la campaña electoral en marcha, no cabe duda que el escenario es muy confuso y que el candidato que pudiera resultar -sin descartar todavía al corrupto que pagó casi un millón de euros a su esposa por un trabajo que nunca realizó y a sus hijos por otros de dudoso comprobación- lo tendrá realmente difícil para situarse en la previsible segunda vuelta frente a la candidata ultraderechista Le Pen.

Por ahora, los dos grandes favoritos son la candidata ya citada del FN y e l socialista Emmanuel Macron, que con su movimiento político ¡En Marcha! ha conseguido movilizar al desconcertado electorado socialista y a la agónica izquierda de cara a los próximos comicios.

Paradójicamente, y contra todo pronóstico, el éxito del nuevo líder socialista tiene mucho que ver con que se presenta como independiente, se ha alejado de las desacreditadas siglas del Partido Socialista Francés (PSF) y que incluso tiene a gala acreditarse como candidato fuera de la política francesa tradicional frente a sus potenciales electores.

Moviéndose casi en un discurso a medio camino entre el mundo de los antisistema y los “independientes”, aunque no es más que un vulgar apparatchik que hizo toda su carrera pegado a la burocracia socialista ligada al poder y a la gran banca, Macron crece como la espuma cuanto más se aleja de sus antiguos compañeros y los aparta de la escena político-mediática de su campaña.

Cuanto más lejos están de los focos de su actos y de él mismo sus antiguos compañeros socialistas, mejor le va a Macron en las encuestas.

Un duelo beneficioso
Apenas queda tiempo para que pueda surgir un candidato alternativo en la derecha francesa, una vez que nadie quiere lanzarse a un naufragio cierto cuando quedan apenas semanas para ir a las urnas el 23 de abril, y es más que seguro que el duelo decidido entre Le Pen-Macron juega a favor del segundo.

¿Y por qué? Porque al igual que ocurriera hace años, cuando su impredecible padre Jean Marie le Pen competía con el derechista Jacques Chirac en los comicios de 2002, el voto de la izquierda, la derecha y el centro se unirán, previsiblemente, contra Le Pen y auparían al socialista al poder.

Ya ha ocurrido en las últimas elecciones regionales y se volverá a repetir en clave presidencial; la gente está enfadada con sus políticos, pero no tan desesperada.

El líder socialista Macron tiene todo el viento a su favor para convertirse en presidente, pero no por méritos propios sino por deméritos de una derecha caudillista, tercermundista y claramente latinoamericana, en el sentido que no son más que una cuadrilla de hiperliderazgos en busca del triunfo de su proyecto personal sin sacrificar nada en aras de crear un ideal político y partidista colectivo capaz de vertebrar una alternativa real, articular un movimiento con perspectivas de consolidación, ganar unas elecciones y gobernar un país del siglo XXI.

Francia es un país moderno con una derecha de país bananero sin bananas. Fillon tiene más que ver con Álvaro Uribe y Alejandro Toledo, de Colombia y Perú, respectivamente, que con François Mitterrand. Fruto de sus ansias por el poder, por no decir ambiciones, y una egolatría sin mácula de duda ni medida, la derecha francesa siempre ha sido una suerte de camarote real, y no de ficción, de los hermanos Marx (no de los marxistas, claro).

Así las cosas, y con la tensión en alza en una derecha fragmentada, triturada por los medios y poco dada a una respuesta crítica ante la debacle que se les avecina sin remisión, es más que probable que el próximo inquilino del Palacio del Eliseo vuelva a ser un socialista y quizá sea lo mejor para todos, sobre todo para el proyecto europeo, que hace aguas por todos los frentes y que amenazaba con un Frexit.

Una victoria de Le Pen sería un desastre para la Unión Europea (UE) y una puñalada de muerte al proyecto continental que representa el ideal europeísta sustentado en los valores de la solidaridad, la libertad, la justicia y la igualdad.

Estas ideas, que le sonarán a chino a más de uno, son las que han evitado durante décadas las guerras y los conflictos en Europa al tiempo que generaban bienestar, estabilidad y prosperidad para el continente.

Que el proyecto era mejorable es algo que queda meridianamente claro para el común de los ciudadanos, pero las alternativas al mismo eran muchísimos peores, por supuesto.

Paso a paso
Pese a todo, hay que mantener la cautela. Los recientes fracasos de todos los estudios de mercado, encuestas y estudios de opinión en medio mundo, desde el Reino Unido del Brexit hasta los Estados Unidos de Trump pasando por las elecciones generales españolas y el resultado del plebiscito en Colombia, inducen a pensar que los análisis sociológicos que hasta ahora conocíamos como medianamente exitosos tienen irreparables fallas en su realización, desarrollo de conclusiones y exposición de posibles escenarios de resultados.

Es decir, y para concluir, que cualquier cosa puede ocurrir en estas semanas que restan desde aquí a las elecciones francesas, pero resulta harto probable que la derecha levante el pueblo y que vayan a surgir otras opciones con posibilidades de éxito aparte de las conocidas. Que Dios nos coja confesados.