Honduras

La historia de Julia y su sufrimiento en silencio entre el ruido de la calle

El impacto social provocado por la pandemia se siente en las vísperas del Día del Niño. Las piñatas y los dulces fueron desplazados, muchos infantes prefieren comida para saciar su hambre

FOTOGALERÍA
09.09.2020

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- “A esta hora exactamente hay un niño en la calle...”, advierte la desgarradora melodía de Mercedes Sosa. Su melancólico canto es la banda sonora de los 15 mil niños y niñas despreciados y marginados en la Honduras antes, durante y muy posiblemente después de la pandemia del covid-19, según defensores de derechos humanos.

Julia

En sus uñas no hay esmalte, su rostro desconoce el maquillaje… su fiesta de 15 años ni siquiera es una utopía, su vida se resume a 10 horas al día bajo el inclemente sol. El hambre y la esperanza de generar ingresos para alimentarse son su compañía. A ella la abraza la calle y la intemperie. Aunque su camisa diga “Enjoy the summer” no sonríe, su espalda es un vagón cargado de dificultades y una niñez triturada por los escasos centavos que consigue.

Aunque se le ve decaída en una esquina, se aferra a un limpiaparabrisas. Su reutilizada mascarilla resalta una mirada cansada y ojos que, como la noche, cautivan con un silencioso e inevitable lamento.

Ayer cenó junto a su madre y tres hermanos tortillas con mantequilla, los nutrientes de su última comida son insuficientes, pero bastan para iniciar otro día de supervivencia.

Vea aquí: Los rostros inocentes de la mendicidad provocada por el Covid-19

En sus recuerdos no hay muñecas, peluches o paseos familiares. Su estómago hace ruido… son las 11:00 de la mañana, aún no desayuna y en sus bolsillos se arrugan seis lempiras.

Los vehículos son constantes, mientras espera la luz roja de la oportunidad, los conductores detienen su marcha, pero ven otra cosa.

Desde miradas lascivas y propuestas indecentes hasta el desprecio y el grito: “No me toqués el carro”. Otros suben sus vidrios, agitan su mano para rechazarla y se distraen con sus costosos celulares.

Quizás la solvencia o indiferencia de algunos les impide ver a una de los nueve mil niños, niñas y adolescentes (NNA) en situación de calle en el Distrito Central, según World Vision (WV).

Ella y su extrema necesidad demuestran que el lema “quédate en casa” no aplica para el 67 por ciento de la población que vive en condiciones de pobreza y busca en la calle ingresos para sobrevivir, según estudios del Foro Social de la Deuda Externa de Honduras (Fosdeh).

Una vez su desgastado calzado pasó por la escuela primaria y llegó hasta el cuarto grado.

En la aventura del saber se hizo de una amiga, no volvió a verla y casi no recuerda su voz.

Desconoce que su desdicha también la comparte más de un millón de NNA fuera del sistema educativo nacional, según el Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi).

Carece de una figura paterna, su papi Toño murió hace cinco años. Admite que de vez en cuando él la visita en sus sueños.

Tras el deceso, tuvo un padrastro pero se marchó. Una deuda de tres mil lempiras provocó amenazas a muerte y eso derivó en abandono.

“Él quitó dinero prestado a gente mala, ellos le dijeron que lo iban a matar y por eso nos dejó”, relató cabizbaja.

Su silueta ya es la de una señorita, sin una figura paterna que la cuide es presa de los sátiros y sus propuestas, ella los ignora y recuerda que tiene que esforzarse por su hermano especial.

“Tiene nueve años, hay que trabajar porque tiene una manguerita en la cabeza”, explicó mientras revelaba que la hidrocefalia achaca a su hermano menor. Hace una semana, un conductor quebró su limpiaparabrisas, no recibió disculpas, mucho menos dinero, a veces imagina que come un dulce pastel y que es una doctora que cura pacientes, pero el salado sudor que rueda por su cara y llega a sus labios le regresa a su realidad.

Tags: