Estimado Daniel, tus recientes declaraciones, en las que afirmas categóricamente que “Honduras no es un país corrupto”, resultan sumamente desconcertantes, pues mientras pintas un panorama idílico, la realidad que enfrentan millones de hondureños es diametralmente opuesta.
De acuerdo al Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) 2024 de Transparencia Internacional, Honduras obtuvo una calificación de 22 puntos, la más baja en su historia reciente; lo repito, la más baja en su historia reciente. Este puntaje sitúa al país entre los más corruptos del mundo, solo por encima de Haití, Nicaragua y Venezuela en la región. Desde 2015, Honduras no ha logrado superar la barrera de los 30 puntos.
La encuesta del Instituto Holandés para la Democracia Multipartidaria revela que el 88% de los hondureños considera necesaria una misión internacional para combatir la corrupción, y el 90.4% percibe que las prácticas corruptas afectan directamente su vida cotidiana. Estos datos reflejan una percepción generalizada de corrupción que contrasta drásticamente con tu acomodada visión.
Otros hechos respaldan estas percepciones. En septiembre de 2024, una investigación periodística reveló que Carlos Zelaya, cuñado de la presidenta Xiomara Castro, se reunió en 2013 con narcotraficantes que ofrecieron financiamiento para su campaña política. La implicación de figuras cercanas al actual gobierno en actividades ilícitas siembra dudas sobre la integridad de nuestras instituciones y sobre los aliados de este gobierno.
La corrupción, Daniel, se manifiesta en todos los niveles gubernamentales. La trágica muerte de Juan López, el activista ambiental asesinado en septiembre de 2024 por oponerse a un proyecto minero vinculado al narcotráfico y a la corrupción gubernamental, es otro ejemplo; el nepotismo, las compras amañadas, los bonos parlamentarios, los sobornos, la impunidad judicial, la venta de sentencias, y hasta la colusión empresarial son otros ejemplos, ¿o son inventos míos?
Tu llamado a “cambiar nuestra percepción” y presentar a Honduras como un paraíso, es una inocentada. Entiende bien esto: La percepción de corrupción no es una construcción mediática ni una campaña de desprestigio; es el reflejo de experiencias cotidianas de injusticia, impunidad y abuso de poder que sufren los hondureños.
Es comprensible que, desde tu posición como presidente de la industria de la maquila, busques atraer inversión y promover una imagen positiva del país. Sin embargo, negar la existencia de la corrupción y desestimar informes y percepciones fundamentadas no contribuye a solucionar el problema. Al contrario, perpetúa un ciclo de impunidad y desconfianza que aleja tanto a inversores como a ciudadanos comprometidos con el desarrollo de Honduras.
Te insto a reconocer la gravedad de la situación, gravedad que es reconocida por la mayoría de tus colegas maquiladores que no comparten tu “visión” ni tus misteriosas alianzas; te exhorto a utilizar tu influencia para abogar por reformas estructurales que combatan la corrupción de manera efectiva, pues solo enfrentando la realidad con valentía y determinación podremos aspirar a construir el país próspero y justo que todos deseamos.