Mientras miles de hondureños recorrían las carreteras rumbo a playas y pueblos coloniales, un fenómeno poco habitual comenzaba a tomar forma: la llegada masiva de turistas extranjeros en pleno corazón de Centroamérica. Honduras, muchas veces ausente de los mapas turísticos internacionales, se convirtió durante la Semana Santa 2025 en un imán para viajeros regionales y compatriotas que regresaron desde el extranjero. Más de 50,000 visitantes internacionales, según datos preliminares del Instituto Hondureño de Turismo (IHT), ingresaron al país entre el viernes de Dolores y el Domingo de Resurrección. Provenientes en su mayoría de Guatemala, El Salvador y Nicaragua, y con una notable presencia de hondureños radicados en Estados Unidos, estos turistas no solo vinieron a descansar: vinieron a reconectar, redescubrir y, en muchos casos, a sorprenderse. “Yo vine por nostalgia, por familia... pero me encontré con un país que está aprendiendo a recibir al turista con los brazos abiertos”, cuenta Marta Pineda, una hondureña residente en Houston, mientras toma una sopa de caracol frente a la playa de Tela.
Los destinos más visitados no fueron una sorpresa: Roatán y Utila atrajeron a miles con sus playas de postal y arrecifes de coral; La Ceiba vibró con sus ríos y cascadas; y Copán Ruinas volvió a impresionar con su historia milenaria. Pero fue Comayagua, con sus alfombras de aserrín y procesiones nocturnas, la que robó más de una mirada internacional. Los hoteles de la zona colonial colgaron el cartel de “completo”, y los restaurantes duplicaron su demanda. Las cámaras de visitantes salvadoreños y guatemaltecos captaban cada detalle como si descubrieran un secreto bien guardado.
Este inesperado auge turístico dejó cifras que entusiasman al sector económico. El IHT estima que la derrama económica superó los L1,200 millones, beneficiando directamente a pequeños emprendedores, guías turísticos, transportistas, hoteles y restaurantes.