“En Honduras faltan líderes”. Es una frase que escuchamos a diario. Aparece en charlas cotidianas, en los medios y en comentarios de todo tipo. Pero ¿será cierto que no hay líderes? ¿O será que estamos buscando en los lugares equivocados?
Muchos líderes no están en la política ni en los reflectores. No hacen alarde de su trabajo, pero están ahí, creando fundaciones, generando empleos con pequeñas empresas, colaborando en iniciativas de salud, educación o medio ambiente. Muchos de ellos tienen algo en común fueron formados en el Movimiento Scout. Aunque poco visibilizado, el escultismo lleva más de cien años presente en Honduras, formando generaciones de jóvenes a través de un método sencillo, pero poderoso, aprender haciendo, comprometerse con una promesa, trabajar en equipo y servir a los demás. El lema “Siempre listo para servir” no es solo una frase, es una manera de vivir.
Un país que forma líderes jóvenes está invirtiendo en un mañana más justo y fuerte. Esa es la visión del Movimiento Scout, preparar a las nuevas generaciones para liderar, no desde el poder, sino desde el compromiso con su comunidad.
En Tegucigalpa, las oficinas nacionales del Movimiento Scout coordinan los grupos del país y las actividades del Campo Escuela Scout, ubicado en Valle de Ángeles, un espacio donde cada año se desarrollan campamentos, cursos y actividades formativas para jóvenes de todo el país. En San Pedro Sula, el Grupo Scout 1 Pompilio Ortega, ubicado en la colonia Trejo, continúa este legado con un equipo de Dirigentes altamente capacitado y todos voluntarios. Cada sábado, niños y jóvenes entre 7 y 21 años se forman en valores, liderazgo y ciudadanía activa, utilizando la técnica scout, un método educativo al aire libre que combina el juego con la responsabilidad. En patrullas, aprenden a organizarse, tomar decisiones y apoyarse mutuamente.
Dentro del movimiento, las especialidades scout permiten que cada niño o joven explore sus habilidades, desde la cocina hasta la astronomía, desde el dibujo hasta el rescate. Se les anima a descubrir sus talentos no para competir, sino para ponerlos al servicio de su comunidad. Esa es la esencia del liderazgo conocer tus capacidades y usarlas con propósito. En vez de preguntarnos por qué no hay líderes, podríamos comenzar a apoyar a quienes los están formando. Padres, madres, instituciones y comunidad en general, todos podemos ser parte de ese cambio. Porque un líder no nace de la noche a la mañana. Se forma poco a poco, con ejemplos, con oportunidades y con espacios donde pueda crecer.