Ciudad del Vaticano.- El mundo se prepara para despedir al papa Francisco, el jesuita que revolucionó la iglesia Católica, que murió a sus 88 años el lunes 21 de abril tras sufrir un ictus cerebral.
Su cuerpo será expuesto al público desde el miércoles -23 de abril- en la Basílica de San Pedro hasta el viernes y el sábado tendrá lugar su funeral.
Para que los fieles puedan darle el último adiós al sumo pontífice, el cuerpo ha sido sometido a un procedimiento que tiene como objetivo preservar el cuerpo durante los días de su velación, hasta su funeral y posterior entierro en Santa María la Mayor el sábado 26 de abril.
El cuerpo del papa fue sometido a un embalsamamiento moderno, un proceso que consiste en el drenaje de la sangre, que es reemplazada por una solución de químicos que ayudan a conservar el cadáver.
La mezcla incluye alcohol, tintes, agua y formaldehído, que se inyecta a través de las venas en el cuello.
Esta solución actúa como una transfusión inversa, expulsando la sangre y eliminando bacterias, lo que desacelera el proceso de descomposición.
Cabe mencionar que esta práctica se utiliza hasta hace algunos años, tras la muerte en 1914 del papa Pío X, pues anteriormente se empleaban métodos más rudimentarios para embalsamar el cuerpo, como la extracción de órganos y aplicación de aceites, hierbas y lejía.
Esto no siempre garantizaba buenos resultados, por lo que en ocasiones aplicaban medidas adicionales como lavar el cuerpo con lejía para ayudar a secarlo y los orificios se rellenaban con hierbas, algodón y cera para evitar la fuga de fluidos durante su exhibición.
El funeral de Francisco será diferente a los de otros papas, pues así como dispuso en vida, su cuerpo fue colocado directamente en un ataúd de madera forrado con zinc que permanece abierto durante su exposición. La diferencia es que antes se utilizaban catafalcos para mostrar los cuerpos de los pontífices ante el público.
Además, el papa optó por abandonar ciertos símbolos tradicionales en los funerales como que no se muestre el báculo papal y no será enterrado en tres ataúdes -uno de cipres, un segundo de plomo y un tercero de roble-.
De igual forma, el papa Francisco pidió, en su testamento, ser sepultado en una tumba sencilla y sin adornos dentro de la Basílica de Santa María la Mayor.