El presidente saliente, Porifiro Lobo Sosa, no pudo controlarse y lloró al escuchar el reconocimiento público que le hizo el nuevo mandatario, Juan Orlando Hernández, por los múltiples esfuerzos que hizo por reinsertar a Honduras en el concierto de las naciones y por reconciliar a las familias hondureñas.
Cuando Lobo Sosa fue investido como gobernante el 27 de enero de 2010 solo vino un presidente amigo a la toma de posesión y algunos representantes de organizaciones no gubernamentales.
Honduras vivía una situación difícil por los sucesos del 28 de junio y era necesario comenzar una ofensiva del gobierno orientada, primero, a alcanzar el reconocimiento internacional y luego luchar por conseguir préstamos para impulsar obras. El año 2010 fue un año difícil para Lobo Sosa.
Esta labor fue reconocida por Hernández en su discurso pronunciado en el Estadio Nacional. “El presidente Lobo logró la transición hacia la democracia después de la crisis política más grande que ha vivido la historia moderna de nuestro país”, destacó el nuevo mandatario.
“Usted”, añadió, “tendió los puentes para la unidad de los hondureños. Usted reconcilió al país. Usted regresó la dignidad que el pueblo se merece, cuando estábamos aislados del mundo, cuando estábamos todos en un desierto sin que nadie nos diera agua”. “Presidente Lobo: mi cariño, mi respeto, mi gratitud, gracias”, dijo Hernández.
Lobo quiso disimular con una leve sonrisa pero sus ojos humedecidos por las lágrimas lo traicionaron.
No desfiló
El gobernante saliente no desfiló por la pista olímpica, por donde lo hicieron los dignatarios que vinieron al país.
No hubo ninguna explicación sobre la causa que motivó al exmandatario entrar por el sector de silla. No había ninguna posibilidad de que lo silbaran porque quienes estaban en las graderías eran las bases del Partido Nacional, las mismas que hace cuatro años le aplaudieron cuando recibió la banda presidencial.
Lobo Sosa se despojó de la banda a las 9:50 de la mañana. Con su característica sonrisa se la quitó despacio y se la entregó al presidente del Congreso Nacional, Mauricio Oliva, como paso previo a la investidura del nuevo mandatario.
Se trató del último acto de Lobo Sosa como Presidente de la República, dejando atrás cuatro años que para él fueron largos por los entuertos que encontró en el camino de la difícil búsqueda de soluciones de los más ingentes problemas del país.
El gobernante saliente, que fue acompañado por su esposa Rosa Elena, se sentó a la par de Mauricio Oliva, presidente del Congreso.
Una vez que concluyó el acto de investidura, Lobo Sosa, ya como un ciudadano común, se trasladó con su esposa a su casa a almorzar con unos amigos, según uno de sus exportavoces.
El exnúmero uno de la Casa de Gobierno regresará al campo, a cultivar la tierra. En Olancho, a pocos kilómetros de Juticalpa, tiene una propiedad, La Empalizada, de unas tres mil manzanas que dedica al cultivo de granos básicos.
Desde antes de ser presidente estaba considerado como uno de los más grandes productores de granos de Centroamérica. Con sus hijos también se dedica al engorde de ganado.
“Allá los espero en La Empalizada”, les dijo a los diputados amigos en uno de sus últimos actos oficiales en el Congreso Nacional.
Según cuentan algunos de sus allegados, el exgobernante no se desligará del todo de la parte política. “Se dedicará a dar asesoría a algunos amigos”, dijo la fuente consultada.
Los viernes, sábados y domingos se trasladará a Olancho, no se sabe si lo hará vía aérea, como lo ha estado haciendo, o por la vieja carretera que tiene partes buenas y partes malas.