Honduras

Hondureñas, esclavas sexuales en México

El 80 por ciento de las mujeres que trabajan en bares, cantinas y centros de tolerancia son de origen hondureño. Algunas se han quedado para pagar sus deudas migratorias, otras han visto en este estilo de vida una forma más de ganarse la vida.

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07.04.2014

Las luces del cabaret se encienden a las 8:00 de la noche y en el interior unos 30 trabajadores, entre barman,vigilantes, personal de limpieza, cocineras, meseros y bailarinas, empiezan sus labores cotidianas.

Se trata del centro nocturno Jacalito, de los de mayor demanda en Tapachula, México, uno de los puntos clave en la ruta migratoria.
En el alucinante camerino unas 15 jóvenes mujeres hondureñas se maquillan y preparan su sexi y diminuto vestuario con el que bailarán.

EL
HERALDO fue testigo del espectáculo que derrocha sensualidad
pero también las cadenas que las vuelve esclavas por no haber alcanzado el sueño americano por el que un día dejaron su tierra y a sus seres queridos.

La pasarela con un tubo en medio se ilumina con luces tenues y de colores. Mientras que en el fondo una pantalla de televisión anuncia encuentros deportivos. El centro nocturno Jacalito, ubicado en esta ciudad a 15 kilómetros de la frontera con Guatemala, permitió a EL
HERALDO
el acceso de cámaras y entrevistas con las bailarinas, sin embargo, solo dos aceptaron la propuesta con la condición de guardar su identidad.

“Las personas nos juzgan por el trabajo que hacemos y nuestras familias no saben que estamos en este tipo de lugares”, señalan. “Sofía”, una hermosa hondureña de 29 años de edad, originaria de San Pedro Sula, trepada en unas zapatillas de plataforma transparente del número 14, recuerda que hace dos años dejó Honduras invitada por una amiga para trabajar en México, donde ganaría mejor salario.

“Hace dos años llegué a Tecún Umán (localidad fronteriza entre Guatemala y México) y luego crucé por las balsas el río Suchiate, que sirve de división política, crucé de mojada”, dice mientras en su rostro se dibuja una tenue sonrisa.

Abunda que a los cuatro meses de llegar a esta ciudad, y tras recorrer las calles buscando trabajo en diversas empresas y negocios que la rechazaban por ser extranjera y estar de manera irregular en el país, se vio en la necesidad de emplearse como bailarina exótica.

“Los empresarios no le dan empleo a los extranjeros no legalizados, por eso lo más viable que nosotros hacemos es trabajar en estos lugares (bares, cantinas y centros nocturnos)”, dice Sofía, quien pide que no las juzguen ya que lo hacen por necesidad y quien agrega que bailar es un trabajo que no ofende a nadie. ¿Qué es lo difícil de este trabajo?, le preguntó
EL HERALDO

a esta catracha. Sin pensarlo mucho respondió: “A veces llegan personas muy exigentes y quieren estarte manoseando. Desnudarte ante las personas también es difícil, en un principio por la pena que nunca lo haz hecho, pero la necesidad de ayudar a tu familia hace que sigas en este ambiente”.

“Las personas que nos dedicamos a esto es por que allá en Honduras hay mucha pobreza y casi no se consigue empleo”, lamenta.

Sueldo

Sofía, madre de dos menores de seis y ocho años de edad, refiere que obtiene un sueldo como bailarina de 300 pesos (alrededor de 22 dólares, es decir, unos 430 lempiras) diarios, además de las propinas que recibe por acompañar al cliente a tomar y que en una noche podría ser de 1,000 a 1,200 pesos (unos 75 a 90 dólares, o sea, entre 1,460 y 1,755 lempiras).

Señala que su sueldo lo emplea para pagar los estudios de sus hijos y el de ella, que cursa el segundo trimestre de la carrera de psicología, además de apoyar a su familia en Honduras.

Refiere que ella es una madre soltera como muchas mujeres que luchan por una vida mejor para su familia. La hondureña señala que el trabajo que desempeñan no es reconocido y la sociedad las mira como las peores personas, pero además las autoridades migratorias les niega el derecho a regularizar su estancia a pesar de llevar un par de años radicando en México.

“En migración nos dicen que no nos pueden regularizar porque trabajamos en bares, pero no tenemos otra opción, estas empresas son las únicas que nos abren las puertas. Quiero decirle a las autoridades que nuestra intención es vivir acá de manera legal y trabajar para cubrir nuestras necesidades económicas”, insiste Sofía.

Controles

Refiere que quienes se emplean en el bar llevan un control sanitario y cada mes les practican pruebas de VIH y otras enfermedades venéreas, además de recibir charlas por la organización internacional “Médicos del mundo” y otros organismos no gubernamentales, quienes les enseñan cómo usar un condón para prevenir embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual.

A la charla se integra “Channel”, una joven de piel morena, de 30 años, proveniente de La Ceiba, quien sin pudor deja al descubierto su bello cuerpo mientras se pone un corsé blanco. “Mire, aquí migración de plano se niega a darnos los papeles, dice que porque trabajamos en bares, que somos de la vida alegre, eso no tiene nada que ver, somos como cualquier persona, no le nacemos daño a nadie”, dice la también llamada “Diosa Negra”.

Señala que las causas por las que muchas hondureñas dejan su país es la falta de empleo y la delincuencia que no los deja trabajar, además que las empresas no pagan buenos salarios.

Abunda que su meta era llegar a Estados Unidos pero por temor a ser secuestrada, asaltada, abusada sexualmente o a perder la vida en el camino, decidió quedarse en Tapachula y emplearse en este tipo de negocios porque sin papeles no les dan trabajo en algún tipo de comercio o empresa a pesar de tener una carrera profesional.

“Me gusta mi trabajo, no me siento presionada, estoy aquí por voluntad propia y por el buen sueldo que percibo”, manifiesta Channel, quien es madre de un niño de nueve años de edad.

Mayoritarias

En los 12 mil bares, cantinas, botaneros, casas de citas, centros nocturnos y cabarets de Chiapas, algunos regularizados y otros clandestinos, trabajan un promedio de 30 mil mujeres centroamericanas, un 80 por ciento de origen hondureño y el resto de Guatemala, El Salvador, Nicaragua y mexicanas.

Los establecimientos se ubican principalmente en la ruta migratoria: por la frontera de Suchiate-Tecún Umán y Talismán-El Carmen, los principales municipios son Ciudad Hidalgo, Frontera Hidalgo, Cacahoatán, TuxtlaChico, Tapachula, Huehuetán, Mazatán, Huixtla, Escuintla, Acapetahua,Mapastepec, Pijijiapán, Tonalá y Arriaga, estos en la región Istmo-Costa de Chiapas.

Mientras que por el lado fronterizo en la zona Sierra del estado mexicano los municipios donde se registra el mayor movimiento de comercio sexual son Motozintla, Bejucal de Ocampo, El Porvenir, La Grandeza y Siltepec.

En tanto que la zona fronteriza de Ciudad Cuauhtémoc-La Mesilla se ubican los poblados de Paso Hondo, Frontera Comalapa, San Gregorio Chamic,Comitán, San Cristóbal y la capital del estado Tuxtla Gutiérrez.

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