El sitio considerado como el epicentro de la crisis que en los últimos meses se ha vivido en el sector del Bajo Aguán está desolado.
Se trata de la finca Marañones, ubicada en el margen izquierdo de Trujillo, Colón, que está desolada. Las covachas de palma están abandonadas y casi no hay gente.
El conflicto de los dos grupos ahuyentó a por lo menos 300 familias campesinas que se vieron obligadas a salir cuando los hombres armados del otro grupo en disputa les quemaron las chozas.
Pocos quedaron, nadie habla, nadie se refiere a lo que ocurrió. Desde la llegada del Ejército para tomar el control en la finca el viernes 13 de abril, como por arte de magia los agitadores desaparecieron, no han regresado y ahora la zona está vigilada por los militares, quienes han instalado destacamentos permanentes dentro y fuera de la finca.
La Fiscalía de Tocoa y Trujillo ha librado entre 2010 y 2011 más de 10 requerimientos fiscales contra líderes campesinos a quienes se les acusa del delito de usurpación.
Las órdenes de captura permanecen estancadas como un acto de buena fe, aseguran los fiscales, para evitar la hostilidad y violencia en la zona.
Ni las negociaciones ni los créditos que el gobierno ha otorgado a los grupos campesinos han solucionado el conflicto y, por el contrario, día a día la situación se agrava más, al grado que la avanzada de los invasores ya salpica a Cortés y se prevé que llegue a otras tierras para usurpar.
Soledad en la finca
En la finca Marañones, las champas son techo de palma, las paredes de bahareque y plástico, son espacios de unos seis metros cuadrados que ahora quedan como únicos testigos de los enfrentamientos que se libraron durante tres meses por la disputa de las tierras entre los mismos campesinos.
Los patrullajes del Ejército son constantes, contrastan con el poco movimiento de los pobladores que se desplazan a fincas vecinas a bordo de sus bicicletas y vehículos.
Van 12 días desde que el Ejército tomó la zona y no hay rastros de los que bajo el nombre de la tierra hicieron de este lugar su centro de batalla.
“La zona está estable, se acabaron los enfrentamientos y los asesinatos. Es evidente la calma y los pocos que quedaron son gente pacífica que trabaja en las fincas y unas cuantas familias que se quedaron en este lugar. La mayoría emigró porque este lugar solo era utilizado como centro de operaciones y fuera de la finca tienen sus viviendas. No sabemos qué rumbo tomaron, pero la tranquilidad ha retornado a esta finca”, informó uno de los oficiales a cargo del destacamento en Marañones.
Al menos seis de esas chozas fueron quemadas y muchos por no correr con la misma suerte huyeron.
En el Bajo Aguán, donde ya se cuentan 52 víctimas desde que estalló el conflicto en diciembre de 2009, varias son las fincas que han sido invadidas.
La ocupación ha sido progresiva y ha ido desde Nueva Suyapa, Tumbador y Santa Elena hasta la finca Bajo Aguán en Trujillo, Colón.