Honduras

“Cuando el agua entró, la gente gritaba y corría para salvarse”

Las familias de Estero de Indio, en El Negrito, Yoro, claman por ayuda del gobierno. La crecida del río Ulúa dejó ahogada a la comunidad, la cual cada año sufre los embates de las lluvias, según sus residentes
01.10.2022

EL NEGRITO, YORO.- Para José Antonio Banegas, las inundaciones casi son parte del calendario: “Año con año se repite y no hay solución, solicitamos que pongan su mirada aquí porque muchos estamos angustiados y sin saber qué hacer”.

Se refiere a la aldea Estero de Indio, en los bajos del municipio de El Negrito, Yoro, al norte de Honduras, donde un poco más de 750 familias se vieron afectadas por el desbordamiento del poderoso río Ulúa el pasado 25 de septiembre.

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“Cuando el agua entró a esta aldea solo miraba que mucha gente gritaba y corría para salvar la vida o sus cosas, fue doloroso, ahora tocará reconstruir la comunidad”, rememoró el residente.

En ese sentido, el líder comunitario cuestionó al Gobierno por el abandono de Estero de Indio cuando es una zona altamente productiva.

Así como esta aldea, otras 17 comunidades de El Negrito fueron golpeados por la crecida del río producto de las atípicas lluvias de septiembre, según registros municipales.

En Santa Bárbara, de Pito Solo a la cabecera no hay paso por las llenas en el sector de San Pedro Zacapa.

A la deriva

El agua potable del lugar apenas funciona, varios días han estado sin energía eléctrica, solo se puede circular en lancha y a pie, pero arriesgando la vida.

Varios de los dueños de las casas visitan todos los días la zona cero para vigilar la seguridad de sus pertenencias que quedaron adentro.

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Las contadas familias que aún permanecen en el sitio se mueven a diario contra las aguas y sujetándose de lazos para no ser arrastradas por las corrientes en su trayecto hacia El Progreso, de donde llevan provisiones para subsistir.

La mayoría de personas evacuadas fueron ingresadas a albergues habilitados en las aldeas vecinas de 36 Guayma, la 28, la 40 y Guaylitas. Allí permanecen también pobladores de las comunidades vecinas de Miler, Cayo y otras que resultaron afectadas por las lluvias.

Dina Vásquez (de 36 años) expresó que “gracias a Dios nos salimos a tiempo antes que el río reventara”. Gerardo Guillén y su madre Nelva Umanzor, quienes perdieron todo, denunciaron que en su albergue carecen de comida y agua, además de dormir en condiciones inhumanas.

Otros vecinos damnificados, como José Luis Bonilla y Yamileth Ulloa (de 33 años), señalaron que han recibido medicamentos y unas pocas raciones de comida. “A veces no comemos, la estamos pasando como sea”, expresaron en tono de súplica para que llegue más rápido la ayuda del gobierno central.

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