Tegucigalpa, Honduras.- Acompañando octubre, la secuela de "Teléfono negro" está en cartelera desde hace unas semanas y se ha convertido en uno de los títulos más comentados de la temporada.
Dirigida nuevamente por Scott Derrickson (Sinister, Doctor Strange) y protagonizada por Ethan Hawke, Mason Thames y Madeleine McGraw, la cinta promete dejar al público sin aliento con una historia más oscura, emocional y sobrenatural que su antecesora.
La historia se sitúa en 1982, cuatro años después de los aterradores sucesos del primer filme. Finney Blake (Mason Thames), ahora de 17 años, sigue marcado por el secuestro que vivió a manos del asesino conocido como The Grabber, interpretado magistralmente por Ethan Hawke. Aunque el criminal murió, su sombra parece seguirlo a donde vaya.
Mientras Finney intenta reconstruir su vida, su hermana Gwen (Madeleine McGraw) comienza a tener visiones y pesadillas conectadas con un viejo teléfono negro... el mismo que permitió a Finney comunicarse con las víctimas del asesino.
En esos sueños, tres jóvenes aparecen atrapados en un campamento invernal llamado Alpine Lake, donde algo siniestro acecha bajo la nieve.
Lo que inicia como una serie de visiones se convierte en una nueva pesadilla cuando los hermanos descubren que el espíritu del Grabber no ha desaparecido del todo, y que el terror ahora está ligado a secretos ocultos en su propia familia.
En "Teléfono negro 2", el miedo no solo proviene de la figura del asesino, sino también del trauma y la culpa que los protagonistas arrastran desde su infancia.
Derrickson combina con habilidad elementos de terror psicológico, suspenso sobrenatural y el estilo clásico del slasher, manteniendo la atmósfera opresiva y angustiante que definió la primera entrega.
Uno de los grandes aciertos del filme es la evolución de Gwen, quien desarrolla habilidades psíquicas más fuertes y se convierte en el eje emocional de la historia. A través de sus visiones y del vínculo con su madre fallecida, la cinta explora la herencia del dolor y la fuerza de los lazos familiares incluso frente al mal absoluto.
Un entorno frío y escalofriante
El cambio de escenario también aporta frescura a la trama. Lejos del vecindario del primer film, la acción se traslada a un campamento de invierno, rodeado de nieve y silencio, un ambiente perfecto para reforzar la sensación de aislamiento y peligro.
La dirección de Derrickson logra que cada llamada, cada aparición y cada ráfaga de viento se sienta como una amenaza inminente. La fotografía fría y el diseño sonoro contribuyen a mantener la tensión constante, haciendo que el espectador viva el miedo junto a los protagonistas.
En síntesis, Ethan Hawke vuelve a brillar en su papel de The Grabber, ahora más aterrador que nunca, mientras que Mason Thames y Madeleine McGraw consolidan su lugar como dos de las jóvenes promesas del cine de terror actual.