“Black Phone 2”: el terror regresa en clave sobrenatural bajo la mirada de Scott Derrickson
Cuatro años después, el director Scott Derrickson regresa con 'Black Phone 2', una secuela que abandona el horror físico por lo sobrenatural
- 13 de octubre de 2025 a las 11:03
Cuatro años después del éxito de The Black Phone (2021), el director Scott Derrickson regresa al universo del “Grabber” con una secuela que traslada el eje del relato desde el horror físico hacia el terreno de lo espiritual. Black Phone 2, producida por Blumhouse y Universal Pictures, recupera a los hermanos Blake, ahora marcados por las secuelas del secuestro que definió la primera entrega.
En esta nueva historia, el asesino interpretado por Ethan Hawke ya no pertenece al mundo de los vivos. Su presencia, sin embargo, continúa manifestándose desde otro plano, vinculada al teléfono negro que da título a la saga.
Derrickson, que firma el guion junto a C. Robert Cargill, plantea una narrativa que oscila entre el thriller psicológico y la fábula sobrenatural, incorporando elementos del cine de fantasmas y del terror onírico de los años ochenta.
El protagonista, Finn Blake (Mason Thames), intenta rehacer su vida tras sobrevivir al secuestro, mientras su hermana Gwen (Madeleine McGraw) desarrolla una sensibilidad que le permite comunicarse con los muertos. Sus sueños, cada vez más vívidos, la conectan con las víctimas del Grabber y con su madre fallecida. Este enfoque permite al filme explorar el trauma familiar y la herencia emocional de la violencia, más allá del propio asesino.
Derrickson introduce así un nuevo conflicto: los ecos del mal que persisten después de la muerte del agresor. La tensión se traslada del enfrentamiento físico a una lucha interior, en la que los límites entre la vigilia y el sueño se desdibujan. La figura del Grabber, ahora espectral y distorsionada, aparece como una proyección del miedo no resuelto.
Ambientada en 1982, Black Phone 2 apuesta por una textura visual deliberadamente analógica. La fotografía de Pär M. Ekberg y el diseño sonoro recurren a recursos de la época —filmaciones en Super 8, ruidos granulados y un montaje pausado— para reforzar el tono hipnótico de la narración.
La banda sonora, compuesta por Atticus Derrickson, hijo del director, mezcla sintetizadores y piezas emblemáticas del período, como fragmentos de The Wall de Pink Floyd, lo que sitúa al espectador en un contexto cultural dominado por la nostalgia de los ochenta. Lejos de la espectacularidad habitual del terror contemporáneo, el filme propone una atmósfera contenida, más cercana a Poltergeist o A Nightmare on Elm Street que a las producciones de susto inmediato.
El guion amplía el universo de Joe Hill, autor del relato original, al tiempo que examina el peso del duelo y la memoria en un entorno marcado por el silencio familiar. La figura paterna (Jeremy Davies) encarna la culpa y la autodestrucción tras la pérdida de la madre, mientras Gwen se convierte en mediadora entre ambos mundos: el de los vivos y el de los muertos.
La interpretación de Ethan Hawke, aunque más breve que en la primera entrega, mantiene su poder inquietante gracias a la voz y a la gestualidad, pese al uso del característico antifaz demoníaco o del maquillaje prostético. La amenaza no procede tanto de su presencia física como del modo en que los personajes siguen habitados por su recuerdo.
Estrenada por Universal Pictures y clasificada para mayores de 18 años, la película tiene una duración de 114 minutos y cuenta en su reparto con Mason Thames, Madeleine McGraw, Jeremy Davies, Demián Bichir y Ethan Hawke.