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Boris Lara: “El fracaso es el mejor amigo del creador constante”

El cineasta y escritor publica “Somos invisibles”, un libro de relatos atravesados por la corrupción e impunidad en los que la justicia propia prevalece. En exclusiva con EL HERALDO, el autor ahonda en su raíz
05.10.2022

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Boris Lara (Güinope, El Paraíso, 1974) se afanó por meses con hojas, lápices y artilugios varios. Gestaba su tercera obra literaria con una óptica alusiva al fenómeno de la corrupción, y que por el rigor con que se aborda podría constituir una aportación relevante en el panorama local.

“Es la historia de un grupo de ciudadanos de un país consumido por la corrupción, que deciden tomar justicia por su propia mano, actuando contra los que consideran nocivos para la sociedad”. Es la síntesis de “Somos invisibles”, el libro donde Lara —un autor en permanente estado de atención— aclara que más allá de delimitarse al subgénero social es, sobre todo, una “novela catártica”. En ella, el también director de cine (“Cipotes”, 2017) se planteó construir un relato en el que se retratase el mal y que de alguna forma se ajustasen algunas cuentas. Y como recordó Lara en esta entrevista, la realidad es tan insólita como la ficción.

¿Es legítimo pensar que entre las metáforas del libro está la situación actual de Honduras?
Desgraciadamente, en Honduras, como en otros países de Latinoamérica, la corrupción se ha convertido en algo “normal” y cotidiano en todas las esferas de la sociedad. Convivimos con este flagelo como si de algo natural se tratase. Justificamos su existencia como algo inevitable y aceptamos que las instituciones, autoridades, empresa privada y otras organizaciones hayan sido corrompidas hasta volverse meras sombras de lo que deberían ser.

Ha escrito cuentos cortos y sobre mitología, ¿pero qué es “Somos invisibles”?
Nace por la necesidad de llamar a la conversación sobre este tema. Es, además, una forma de liberar la frustración que personalmente me provoca la impunidad que impera en nuestra sociedad. Fue una novela catártica. En mi anterior novela “La Llorona, el legado de Cihuacóatl” (2018), utilicé la mitología latinoamericana para contar una historia actual denunciando la violencia doméstica, encontramos en la historia que los monstruos más terribles no son los de las leyendas, sino los que viven escondidos en nuestro interior. En “Somos invisibles” denuncio la corrupción como el cáncer que va destruyendo la sociedad y los extremos a los que podría llegar una persona común y corriente para combatirla. Es necesario humanizar el efecto de la corrupción.

¿Por qué fijar la corrupción como hilo conductor?
La corrupción y la impunidad van de la mano, no puede existir una sin la otra. Escribí la novela durante los tiempos más duros de la pandemia, cuando estábamos encerrados en nuestras casas, temiendo por nuestras vidas. Cuando todos los días veíamos en noticieros y redes sociales el sufrimiento y muerte de nuestra gente, el desamparo.

Y, por otro lado, los increíbles actos de corrupción de las autoridades que debían darle alguna respuesta a la población. Veíamos la muerte de una persona en la calle por falta de un tanque de oxígeno o una cama en un hospital y momentos después a las autoridades que, en lugar de proveer una respuesta a la emergencia, aprovechaban la situación caótica para llenar sus bolsillos con dinero público. De ahí surgió la pregunta: ¿Qué pasaría si una persona afectada directamente por un acto de corrupción se encontrara de frente con el causante del robo? Es necesario humanizar el efecto de la corrupción. Cuando vemos que alguien se ha robado mil millones de lempiras de un proyecto o de otro, a veces nos cuesta entender que más allá del dinero sustraído, hay una víctima real, una persona que sufre los efectos de este robo.

¿Cuál es el género determinado? ¿Dónde lo situaría usted?
Digamos que “Somos invisibles” es novela negra o policíaca; digamos que es una novela social. En realidad, no la escribí enmarcándola en un género determinado, solamente me dediqué a contar una historia actual, a construir una narrativa con elementos sacados de nuestra realidad.

Se dice que hay novelas que se hacen con mapa y otras que se hacen con brújula, ¿esta es la segunda?
No tenía un mapa de lo que iba a suceder con la historia cuando la comencé. Fue hecha “con brújula”. Partí de un problema social que me abrumaba y desde ahí dejé que los personajes fueran entretejiendo sus caminos buscando una salida.

En 2015 debutó con “El inquilino y otros cuentos”, tres años después, en 2018, dio un paso firme con “La Llorona, el legado de Cihuacóatl”. ¿Qué piensa ahora de esos escritos?
Cuando publiqué “El inquilino y otros cuentos”, tenía cierta urgencia por ver mis cuentos impresos en papel, convertidos en un libro. Tal vez fue una decisión apresurada, ahora que releo los cuentos, pienso que pude haber dedicado algo más de tiempo a revisarlos y mejorarlos, pero eso es inevitable con todo lo publicado, siempre pensaremos que se pudo hacer mejor. Sin embargo, son cuentos escritos con honestidad y sin pretensiones. Por otro lado, “La Llorona” fue mi primera novela publicada y me enseñó a trabajar con intensidad y constancia para llegar a una historia más desarrollada, más profunda, tal vez. Cada una de las historias que he escrito y publicado me va enseñando algo, principalmente humildad.

¿Qué es lo que le lleva a escribir, el impulso último?
Escribo, principalmente, porque me gusta. Quiero compartir historias y experiencias reales, creando ficciones. Pero creo que en realidad ese “impulso último” es la necesidad de catarsis, de deshacerme de esas interrogantes que llevo en la cabeza y buscar una respuesta en el papel. Muchas veces, escribir es un ejercicio catártico, que tiene que ver con la creación de lugares y personas a través de las cuales expresarme.

¿Y cuál es su visión de la literatura hondureña?
La literatura hondureña crece sin cesar. Cada vez tenemos más y mejores libros. Los autores están encontrando nuevas oportunidades para publicar sus escritos. Hasta hace pocos años, imprimir un libro en Honduras era una tarea inimaginable. Hoy, gracias a la labor de editoriales como Ediciones Malpaso, dirigida por Armando Maldonado, y otras muchas más, los autores nacionales cuentan con un aliado que los guía y apoya en el proceso de publicar sus libros. Las ferias de libros que se han abierto en distintas ciudades de Honduras han creado espacios donde los autores y sus lectores pueden compartir experiencias e historias.

¿El éxito depende de los libros que venda o de los lectores que tenga?
Para mí, el éxito de un libro tiene que ver con el efecto que tenga en un lector. Si una sola persona adquiere una nueva perspectiva gracias a algo que leyó en un libro, este libro es exitoso.

Entonces, ¿es el fracaso una condición del escritor?
El fracaso es el mejor amigo del creador constante. Nos pone a prueba, nos enseña, nos hace mejores.

¿Prepara otro libro?
Siempre estoy trabajando en algo más, ya sea un cortometraje, un guión, un programa de televisión, una novela, un cuento. Creo que la constancia es muy importante, hay que seguir en movimiento. El artista tiene esa responsabilidad, la de seguir creando. Hay otros mundos y los escritores tenemos la llave.

Su inclinación por la literatura

“Al niño que lee se le abre un universo de historias. Así me sucedió a mí, desde pequeño estuve rodeado de aventuras fantásticas y personajes increíbles. Mi papá, el doctor Fausto Lara Galván, se preocupó siempre porque yo tuviera libros que leer. Esto me hizo crecer amando las buenas historias. Ya en mi juventud, coqueteé con la poesía, pero me di cuenta de que eso no era lo mío, incursioné en el cuento corto y me sentí más cómodo desarrollando historias alrededor de personajes que creaba. Sin embargo, no fue sino hasta mucho más tarde, en el año 2015, que decidí publicar mi primer libro de cuentos, ‘El inquilino y otros cuentos’, en el que recopilaba relatos nuevos y algunos más viejos”.

Perfil

Boris Lara es escritor y director de obras teatrales, con más de 10 guiones puestos en escena. Aleatoriamente se ha desempeñado como director, escritor y productor. En cinematografía, “Cipotes” (2017), basada en la novela de Ramón Amaya Amador, es de sus filmes más destacables.