Tegucigalpa, Honduras.- En el último mes de campaña para las elecciones primarias, los políticos se han lanzado a una guerra de información que, más que esclarecer sus propuestas, ha sembrado confusión y desinformación entre los votantes.
Este fenómeno es una manifestación clara de dos técnicas ampliamente conocidas en el ámbito de la desinformación: la inundación de datos (“firehosing”) y la ametralladora de falacias (“galope de Gish”).
Ambas se han convertido en una herramienta recurrente entre los diferentes actores políticos del país, tanto del oficialismo como de la oposición.
Por eso, EL HERALDO Verifica narra en este explicativo cómo estas técnicas se mueven en los diferentes estratos de la política y en los funcionarios a 30 días de las primarias (9 de marzo).
Así funcionan
Existen dos técnicas en este ámbito: una se encarga de inundar de datos con el propósito de abrumar al escucha y, la otra, lanza información de manera acelerada; ambas con el mismo propósito: evitar la verificación de la información.
La inundación de datos o “firehosing” se refiere a la estrategia de bombear una gran cantidad de información, muchas veces errónea o difícil de verificar, con el fin de abrumar a la audiencia.
En un debate o intervención pública, este enfoque busca que la persona que recibe los datos no tenga tiempo para procesarlos ni refutarlos de manera efectiva.
La idea es inundar a los oponentes con un torrente de cifras, nombres o hechos, dejando poco espacio para la reflexión o la contradicción.
En varios de estos casos apelan a la falacia de falsa asociación, que consiste en afirmar que un objeto tiene las mismas cualidades que un grupo general, basándose en una relación irrelevante
Mientras que la ametralladora de falacias (“galope de Gish”) es una técnica similar que consiste en presentar una sucesión acelerada de argumentos engañosos o irrelevantes para distraer y desorientar al interlocutor.
Al igual que en el “firehosing”, se busca saturar al receptor de la información y dificultar el análisis profundo de cada uno de los puntos expuestos, solo que de una manera más acelerada.
A menudo, las afirmaciones presentadas en este tipo de intervenciones no son ciertas, pero el volumen y la velocidad con las que se entregan dificultan que el público se dé cuenta.
“Cuando hay algo raro o equivocado que quieres omitir, creas otra historia y logras que un montón de gente hable de esta misma historia”, dijo la exdirectora de la International Fact-Checking Network (IFCN), Cristina Tardáguila.

El uso en la campaña
A tan solo 29 días de las elecciones primarias, tanto el oficialismo como los opositores se han visto envueltos en esta guerra de cifras y afirmaciones.
Los políticos de ambos bandos, de diferentes rangos, han utilizado estas tácticas en debates, conferencias de prensa y discursos, hasta en sus mensajes proselitistas que hacen individualmente, sin importar la veracidad de los datos que presentan.
El objetivo es claro: imponer una narrativa favorable que haga que los votantes se inclinen hacia sus candidaturas, sin importar si los datos son verificables o si las promesas son realistas.
Durante las últimas semanas, se han visto ejemplos claros de esta estrategia. Por ejemplo, en el debate del 6 de febrero, en el que participaron los cuatro precandidatos presidenciales del Partido Liberal, Salvador Nasralla, Jorge Cálix, Luis Zelaya y Maribel Espinoza (organizado por la Universidad de San Pedro Sula) no dudaron en lanzar cifras sobre el crecimiento económico, el desempleo o la inseguridad, muchas veces sin base real.
En el caso de Nasralla, durante su intervención, afirmó datos (sin fuentes concretas) que se saldaron en inexactitudes y falsedades, una práctica que ha sido común durante la campaña electoral.
Datos económicos, temas legales o incluso de seguridad son parte también de las temáticas utilizadas por los políticos en vísperas de los comicios electorales, como lo evidencian las verificaciones realizadas por EL HERALDO Verifica.
El problema, dicen los expertos, es que sus contrincantes no intentaron refutar los datos, lo que permitió que la audiencia los tomara como verdadero (sin fundamento) lo que ellos afirmaron.
“Un chorro enorme de información para que la gente pase a preocuparse por otras cosas”, señaló Tardáguila. Y agregó: “Todos pierden: el elector se pierde. Atención a los fact-checkers (verificadores de datos)”.
O ha pasado también, en los rifirrafe que se han registrado en el Congreso Nacional, entre oficialistas y opositores, que se refutan los datos con más mentiras o falacias ad hominem (críticas a la persona, no al argumento).
Por ejemplo, en la instalación de la cuarta legislatura del Congreso Nacional, el 25 de enero, el presidente Luis Redondo, en su informe de gestión, criticó más a la administración pasada del Poder Ejecutivo y Legislativo que destacar sus logros al frente del Parlamento.
“Un dato puede ser positivo para el gobierno y otro negativo, lo que obliga al contrincante a ofrecer explicaciones técnicas para diferenciar ambos. Esto le impide tener el tiempo necesario para difundir su propio mensaje”, dijo Stephany Pineda, docente universitaria.

Efecto negativo
Expertos advierten que el uso de la inundación de datos (“firehosing”) y la ametralladora de falacias (“galope de Gish”) puede tener efectos devastadores sobre la democracia.
“Estas tácticas no solo desinforman, sino que polarizan a la sociedad, creando un ambiente de desconfianza generalizada hacia todos los actores políticos”, advirtió Pineda.
Agregó que los votantes, al no poder verificar toda la información que se les presenta, pueden sentirse desorientados y resignados, lo que favorece la abstención.
Por su parte, la decana Graciela Guillén, de la Facultad de Ciencias y Económicas de la Universidad José Cecilio del Valle (UJCV), señaló que “la saturación informativa no es solo una técnica de manipulación, sino una forma de evadir el debate real sobre los temas importantes que afectan al país”.
Según Guillén, al centrarse en esta táctica, los políticos eluden cuestiones fundamentales como la educación, la salud o la pobreza, y se enfocan en argumentos que no tienen impacto directo en la vida de los ciudadanos.
Para los expertos, el uso del “firehosing” y el “galope de Gish” es una clara manifestación de cómo la desinformación puede ser utilizada como una herramienta de manipulación política.
A medida que se acercan las elecciones primarias, es necesario que los votantes y los medios de comunicación se mantengan vigilantes, y que los políticos asuman su responsabilidad de ofrecer propuestas claras y fundamentadas en la realidad, recomiendan los entendidos