SERIE 2/5
A tan solo dos cuadras de distancia de la presidencia municipal del municipio de Tapachula hay derroche de luces, música, baile y placer.
Se trata de una “mini zona de tolerancia, donde en plena calle y a cualquier hora del día unas 10 mujeres, entre menores de edad y adultas, en su mayoría hondureñas, sin ningún control sanitario ejercen la prostitución
ante la complacencia de las diversas autoridades, según constató EL HERALDO.
Varias de las chicas son adictas a todo tipo de sustancias tóxicas como la cocaína, la marihuana, el tinner, el pegamento y el crack.
Conocido como el “callejón del Danubio”, nombre del hotel donde las mujeres se hospedan para llevar a sus clientes, desde las 9:00 de la mañana se puede observar a las chicas ofreciendo sexo servicio a los transeúntes que llegan para abordar su colectivo a diversos municipios de Chiapas, debido a que a un costado se ubica la central camionera de corto recorrido.
Aquí trabaja “Angélica”, de 22 años, madre de cuatro menores, a quienes ha dejado al cuidado de su madre debido a su adicción a las drogas.
La joven mujer de piel morena y cuerpo delgado, originaria de El Progreso, departamento de Yoro, trabajaba en una funeraria junto con su padre, a quien le ayudaba a preparar cadáveres.
Debido a la precaria condición económica de su familia, “Angélica”, igual que sus cuatro hermanos, no tuvo la oportunidad de ir a la escuela.
“Mi papá ganaba muy poco y apenas alcanzaba para cubrir los gastos de la casa, había que pagar renta, comida, luz, agua y algo de ropa para nosotros, no le alcanzaba a mi papá para enviarnos a la escuela”, señala.
Tras el sueño
Al fallecer su padre, “Angélica” decidió salir de Honduras e ir en busca del “sueño americano” a los 18 años.
Tras viajar con pocos recursos y cruzar sin papeles a Guatemala, y posteriormente a México, la catracha se quedó a vivir en esta ciudad fronteriza con Guatemala, donde empezó a prostituirse en bares y cantinas debido a que en ninguna empresa le daban trabajo, pero con el tiempo unas compañeras la invitaron a realizar el sexo servicio de manera “independiente” en la calle.
¿Cómo entras al mundo de las drogas?, le consultó EL HERALDO.
Sin inmutarse contestó: “Aquí en el callejón conocí a varias compañeras y amigos que inhalaban pegamento, marihuana y crack. Me dijeron: probala, es rico, te vas a sentir bien fuerte y no te va a dar sueño, vas a chambear más y ganarás más dinero. La probé y sí me quitaba el efecto de la borrachera y así podía fichar más, pero te vas metiendo y metiendo hasta que ya no podés salir”.
“Ahorita unas amigas me dejan quedarme en su cuarto porque no tengo dinero para pagarlo, pero en cuanto me recupere voy a darle duro”, asegura.
Entrevistada por EL HERALDO
en uno de los cuartos del hospedaje La Terminal, donde les cobran a las chicas 20 pesos (1.50 dólar, o sea, cerca de 30 lempiras) por ocupar el cuarto en cada servicio que realiza, en el “callejón Danubio”.
La hondureña dice que cuando le va bien gana de 1,000 a 1,500 pesos (entre 75 y 110 dólares, o sea, entre 1,400 y 2,000 lempiras) en un día, pero a veces no gana nada.
Refiere que en este callejón y la calle de la Quinta Poniente, donde los vecinos han solicitado a las autoridades municipales frenar la prostitución sin control sanitario, trabajan en el sexo servicio unas seis menores de edad de entre 16 y 17 años, algunas hondureñas, guatemaltecas y mexicanas que tienen problemas de drogadicción.
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Adictas
“La mayoría de las chavas que trabajan aquí son adictas al crack y la marihuana, y a muchas de ellas las golpea su novio y les quita su dinero, tienen padrote (la persona que las explota)“, señala.
La catracha detalla que este es un callejón de prostitución y los hombres saben que aquí se encuentran chicas para servicio. “En ocasiones se ven las chicas con su bolsa inhalando pegamento y así se ocupan”, manifiesta.
¿Qué haces cuando no sacas para tu droga?, se le consultó. Respondió que “Para eso siempre sale, para la droga siempre hay dinero”.
Refiere que en diversas ocasiones ha intentado dejar las drogas y ha pedido ayuda a algunas organizaciones no gubernamentales, sin embargo, en los albergues solo aceptan a inmigrantes y no con problemas de drogadicción.
Refiere que actualmente lleva dos meses de no consumir drogas y solicitará de nueva cuenta a alguna autoridad que la apoye para salir de este problema.
“Quiero internarme en algún centro de rehabilitación”, indica.
La joven hondureña quiere decirles a sus connacionales que están emigrando en busca de mejores condiciones de vida que en México es difícil conseguir trabajo en alguna empresa debido a su situación migratoria, y lo que les espera son los bares, cantinas y centros nocturnos, además, deben tener cuidado de no caer en el mundo de las drogas, que no se dejen llevar por lo que les dicen personas que se dicen sus amigos.
“Busquen ayuda cuando se sientan solas o desesperadas, busquen una motivación para que no entren en este infierno de las drogas”, aconseja.
Sin alternativa
Según el director de la organización Todo por ellos, Ramón Verdugo Sánchez, la mayoría de las chicas centroamericanas, principalmente de Honduras, que salen de su país huyendo de la pobreza y la violencia, no tienen otra alternativa de trabajo que la prostitución.
Y muchas de ellas aceptan drogarse para sentirse parte del grupo de adictos al que pertenecen y que no las rechacen. Así es como caen en ese juego de la adicción y luego es difícil que salgan.
La organización Todo por ellos trabaja con menores adolescentes y niños en situación de calle de origen extranjero que tienen problemas de drogadicción.
El refugio abrirá en los próximos días un comedor cercano al callejón donde las menores centroamericanas ejercen la prostitución, además de los niños guatemaltecos que son explotados laboralmente.
Verdugo Sánchez ha denunciado en diversas ocasiones ante las diversas autoridades la explotación laboral y sexual de menores centroamericanas en algunos bares y cantinas de la ciudad, además del enganche de mujeres que se realiza en el parque central de Tapachula.