Tegucigalpa, Honduras.- Junio dio inicio y con él muchos niños y niñas están por despedir el año escolar. Se cierran cuadernos, se guardan uniformes y culmina también un capítulo importante en su camino de formación.
Pero antes de correr hacia las vacaciones, las celebraciones o el siguiente paso, es importante que los adultos —padres, madres y cuidadores— aprendamos a hacer una pausa.
En tiempos donde todo sucede con prisa, detenerse a pensar en lo vivido suele parecer un lujo. Pero es precisamente en ese alto donde padres e hijos pueden conectarse de manera más profunda.
Culminar un año escolar no es simplemente avanzar de grado, sino cerrar una etapa de crecimiento integral: académico, emocional y social.
Los niños no solo aprendieron matemáticas, lectura o ciencias. Saben más sobre compartir, resolver conflictos, asumir responsabilidades, lidiar con el fracaso y disfrutar del éxito. Cada uno, a su manera, ha recorrido un camino lleno de aprendizajes que merecen ser reconocidos.
Y como padres, este es el momento ideal para sentarnos junto a ellos, escuchar lo que tienen que contar, preguntarles qué fue lo que más les gustó, qué les costó más, qué les hizo reír, qué les hizo crecer.
Detenernos a tener conversaciones estas es una forma de enseñarles que lo vivido importa. Que los logros no solo se celebran con notas, sino también con reconocimiento y empatía. Que mirar hacia atrás con honestidad les prepara mejor para lo que viene.
Antes de pensar en el próximo grado o en lo que “deberían mejorar el siguiente año”, dediquemos un tiempo a valorar lo recorrido en las aulas de clases.
El rol de los padres y las madres
Este es un momento ideal para que los padres acompañen a sus hijos a mirar hacia atrás con honestidad y amor. No se trata de hacer un balance de errores y aciertos como si fuera una evaluación final, sino de abrir un espacio de diálogo.
Interés. ¿Qué fue lo que más disfrutaste este año? ¿Qué te costó y cómo lo superaste? Hacer estas preguntas permite reforzar valores importantes como la autoestima, la gratitud y la perseverancia.
Reconocimiento. El esfuerzo, aunque no siempre se traduzca en una calificación alta, también tiene valor y merece ser aplaudido.
Proyección. Cuando enseñamos a nuestros hijos a reflexionar sobre lo vivido, también los ayudamos a construir un futuro con más conciencia, seguridad y propósito.
La experta opina...
La maestra de educación primaria Graciela María Fonseca resalta el valor de que los niños sientan que celebran sus logros.
“Aparte de que hayan sido promovidos al año siguiente por sus calificaciones, es importante que los niños hayan tenido un aprendizaje significativo y que hayan logrado percibir que sus logros y trabajos tienen recompensas, que cada paso que dieron los llevó a ser mejores y a enfrentarse a ellos mismo con dedicación y disciplina”.
Efectos negativos de no sentarse a reflexionar juntoa sus hijos
Daño emocional. Los niños pueden sentir que su esfuerzo pasó desapercibido. Esto puede afectar su autoestima y desmotivarlos, pues la experiencia escolar se reduce a un resultado final como una nota o un diploma.
Desaprovecho. Cuando los niños no sienten que pueden hablar abiertamente de lo que vivieron, pensaron o sintieron durante el año, se pierde una oportunidad clave para construir confianza y cercanía emocional con sus padres.
Repetitividad. Sin pausar a reflexionar los niños pueden pasar de un ciclo a otro sin interiorizar sus experiencias, repitiendo errores o avanzando sin claridad sobre lo que necesitan mejorar.