Tegucigalpa, Honduras.- ¿Cuántas relaciones comienzan con risas, ternura y una conexión genuina, para después encontrarse atrapadas en un campo de batalla silencioso llamado redes sociales? Lo que alguna vez fue un instrumento para compartir momentos o hasta el medio por el cual se conocieron, hoy se ha transformado en un escenario donde se ponen a prueba la lealtad, la confianza y la autoestima.
Una sola publicación, una aparente selfie inofensiva o un "me gusta" de un desconocido pueden desatar tormentas en vínculos que parecían estables. ¿Ha atravesado usted una situación similar? Sírvase analizar a continuación el alcance de este problema, sus peligros, y qué medidas puede establecer para retomar su rumbo.
Una epidemia global
El amor moderno ya no se limita a gestos íntimos. Ahora la intimidad, lamentablemente, convive con un escaparate donde la validación no proviene de la pareja, sino del público anónimo de los seguidores... y a veces no tan anónimo.
Para algunos, subir fotos o estados es simple entretenimiento pero, para la gran mayoría, es una necesidad diaria para satisfacer su ansia por comentarios, "likes" y la admiración de extraños y conocidos. Si no reciben esa dosis necesaria de atención, experimentan ansiedad y hasta síndrome de abstinencia.
¿Ha vivido usted esa experiencia? El alcance de este virus social moderno ha alcanzado ya los niveles de pandemia y ha permeado hasta en culturas latinas como la nuestra.
Efectos alarmantes
Esa competencia silenciosa entre la pareja y la audiencia suele dejar a uno de los dos en la penumbra. Imagine la frustración: mientras uno invierte en conversaciones reales, comidas compartidas y planes en común, el otro busca su alimento emocional en los aplausos fugaces de la multitud digital. Y surge la duda dolorosa... "¿Acaso no soy suficiente?" La realidad es que dar más importancia al aplauso ajeno que a la valoración de su propio compañero hace que su vínculo se erosione, dejando cicatrices de celos, sospechas y resentimientos.
Las redes sociales también pueden convertirse en terreno fértil para la infidelidad. Viejos amores reaparecen con un mensaje casual, un "me gusta" en una foto antigua o un recuerdo compartido en un chat privado. Lo que comienza como nostalgia puede transformarse en traición emocional o incluso física. La facilidad para reencontrar a novios, novias o cónyuges del pasado actúa como gasolina sobre brasas que deberían haber quedado apagadas.
De hecho, numerosos terapeutas advierten que la infidelidad digital se ha convertido en uno de los problemas más frecuentes en la terapia de pareja actual. Sea mediante fotos privadas, coqueteos en comentarios o comunicación oculta con alguien del pasado, la línea entre una interacción inocente y una traición se vuelve peligrosamente difusa.
Recuerde, si usted hace o dice algo a otra persona que no lo podría decir o hacer frente a su pareja, es infidelidad, y la confianza, una vez fracturada, rara vez se recupera sin un costoso esfuerzo y profundas cicatrices.
Lo que subyace debajo de los filtros
Especialistas en psicología señalan que esta persecución constante por aprobación tiene que ver con inseguridad personal y aspectos oscuros de la psicología humana, entre ellas el narcisismo y el egoísmo. Las redes sociales, como plataforma y motor, amplifican el deseo de ser admirado. Hasta a quienes no tienen redes sociales o no presumen su vida en sus estados y posts, se les tilda como personas extrañas, desfasadas o aburridas.
Hay complejos del comportamiento humano generados por la falta de atención correcta durante la niñez que exacerban esa enervante necesidad de validación externa.
Muchas personas caen en la obsesión de vigilar los posts de su pareja y ver quién interactúa en ellos, interpretando emojis o comentarios triviales como señales de algo más profundo. Así se genera un ciclo tóxico alarmante que comienza con publicaciones diseñadas obviamente para provocar atención, seguido por parejas analizando cada detalle y luego discusiones basadas en suposiciones antes que en hechos.
Medidas prácticas para retomar su rumbo
1. Establezcan límites razonables: Las parejas que reconocen estos riesgos pueden enfrentarlos de manera abierta. Comiencen por establecer acuerdos claros sobre su conducta en línea, practicando ambos la transparencia. La sicóloga familiar María Gómez explica que "Los límites no son cadenas, sino protecciones, como cercas bien equilibradas que resguardan la relación de amenazas externas innecesarias".
2. Refuerce su lazo marital y no su ego. Aparte tiempo para actividades en conjunto que no involucren ningún tipo de redes sociales y proteja su privacidad con ahínco. Nadie está obligado a deslegitimizar la intimidad de su propio día a día posteando todo lo que hace, come o bebe... nadie. No venda su vida privada.
No todos son creadores de contenido, "influencers" o generan ingreso con las redes sociales. Usted no tiene por qué esperar que el mundo gire en derredor suyo o que sus actividades cotidianas deban ser de interés público. Valore su privacidad y a su pareja antes que a su ego.
3. Sea pragmático y fortalezca su amor propio. Reconozca que depositar su valía personal en la aprobación de desconocidos (o hasta conocidos) que depredan a quienes se muestran accesibles y vulnerables en las redes sociales es un trastorno adictivo serio.
Entender estas dinámicas es el primer paso hacia un amor propio más sano, no cimentado en los aplausos sino en una saludable autoestima por saberse auténtico y real. La confianza mutua con su pareja, la madurez y la complicidad íntima generadas por una robusta inteligencia emocional por parte de ambos entrelazará más su dicha y esta sinergia le hará sentirse con validación genuina y paz.
4. Mantenga el equilibrio. No debemos satanizar a las redes sociales, ya que como toda herramienta, sin lugar a dudas son inmensamente útiles en muchos aspectos cuando se les da el uso correcto y equilibrado. Llegaron para quedarse.
No obstante y en la medida de lo posible, trate a estas plataformas como un espacio compartido en pareja y no como un campo de guerra, para así evitar que estas intrusiones digitales contaminen la relación.
Tenga presente que el amor florece en la autenticidad, no en la representación. La felicidad no se mide en likes, comentarios o seguidores, sino en aquellos momentos sin filtro que nunca llegan a la pantalla.
Cuando se elige a la pareja por encima del público, las redes pierden su capacidad de dividir y pueden convertirse, en cambio, en un lugar donde sí celebrar lo que realmente importa.
Complejo de Electra
Tras la constante búsqueda de aprobación digital suelen esconderse heridas de la infancia. Mujeres que crecieron sin un padre presente o afectuoso pueden, de manera inconsciente, perseguir validación masculina en la adultez.
En realidad, no están satisfechas de la validación recibida por parte de su compañero sentimental, sino que sienten una necesidad imperante de presumir en redes para recibir innumerables likes, comentarios y halagos por parte de todo tipo de personas del sexo opuesto.
Esa necesidad refleja lo que la psicología asocia con dinámicas de tipo Electra. Este complejo es, dicho a groso modo, un anhelo paterno no resuelto que se traduce en la adultez en la búsqueda compulsiva de reconocimiento masculino, que incluso puede llevar a comportamientos promiscuos.
Complejo de Edipo
En el caso de los hombres, el patrón es muy semejante. La ausencia de ternura materna o una sobreprotección excesiva en la niñez puede alimentar lo que los psicoanalistas denominan el complejo de Edipo.
Quienes lo padecen sienten que no están completos sin la admiración de mujeres, incluso ajenas a su relación, tristemente. Cada cumplido parece ser una pieza que intenta reparar una carencia oculta. "Cuando la validación se convierte en adicción", advierte el reconocido psiquiatra Ricardo Peña, "ya no se trata de admiración, sino de saldar cuentas pendientes con la niñez".
La cultura digital en Honduras
En el contexto latinoamericano, y particularmente en Honduras, las redes sociales ya ocupan un lugar central en la vida cotidiana. Si bien son un espacio para negocios, noticias, informarse y entretenerse, también son usadas para proyectar identidad y estatus, sea este verdadero o falso.
Este protagonismo digital hace que los conflictos de pareja relacionados con publicaciones, comentarios y validación externa sean cada vez más frecuentes, pues la cultura local valora la imagen pública y la opinión comunitaria más alla de lo saludable.