Tegucigalpa, Honduras.- A pesar de su alta prevalencia, la celulitis continúa siendo tratada, en muchos casos, como un problema meramente estético.
Sin embargo, detrás de su apariencia visible de características hoyuelos, se esconde una alteración multifactorial del tejido subcutáneo, condicionada por factores hormonales, circulatorios, genéticos y de estilo de vida.
La clasificación más aceptada distingue tres tipos de celulitis: compacta, blanda y edematosa. Identificar con precisión cuál predomina en cada caso es el primer paso hacia un tratamiento eficaz para paliar uno de los problemas cutáneos más comunes y temidos.
Se calcula que entre el 85 % y el 95 % de las mujeres desarrollan algún grado de celulitis después de la pubertad, lo que evidencia su vínculo directo con las particularidades hormonales del cuerpo femenino.
La celulitis, cuyo nombre médico es lipodistrofia ginecoide, se caracteriza por una acumulación irregular de grasa, líquidos y toxinas en la hipodermis, lo que genera una alteración visible en la superficie cutánea.
Aunque puede estar presente en mujeres delgadas o con buena condición física, suele agravarse con el sedentarismo, los cambios hormonales, la retención de líquidos y una alimentación desequilibrada.
Tipología
La celulitis compacta o dura aparece incluso en mujeres jóvenes con buena forma física. Es firme, a veces doloroso al tacto y suele estar localizado en muslos, cartucheras y glúteos. Al comprimir la piel entre los dedos se pueden notar nódulos duros, como pequeñas bolitas subcutáneas.
La celulitis blanda afecta principalmente a mujeres mayores de 40 años, con baja actividad física o que han experimentado fluctuaciones significativas de peso. Es fácilmente visible, se mueve al andar y presenta una textura esponjosa. Suele localizarse en abdomen, brazos, muslos y espalda, y con frecuencia se asocia a problemas circulatorios como varices o sensación de pesadez en las piernas.
Por último, la celulitis edematosa es la más difícil de tratar y también la menos común. Su origen está vinculado a una alteración de la circulación linfática, lo que produce retención de líquidos, inflamación y dolor al tacto.

Enfoque médico-estético
Desde el punto de vista clínico, los tratamientos más eficaces son aquellos que combinan la terapia física, el tratamiento hormonal cuando sea necesario, y la educación nutricional.
No existen soluciones milagrosas ni tratamientos universales: la clave está en el diagnóstico personalizado y el abordaje integral.
La celulitis no se borra con cremas ni con sesiones aisladas. Hay que tratarla como una manifestación de algo más profundo: hábitos disfuncionales, desequilibrios hormonales o linfáticos. El éxito del tratamiento reside en el compromiso del paciente y en la constancia.
La elevada incidencia de la celulitis en mujeres tiene una explicación anatómica y hormonal. Las fibras de colágeno en la hipodermis están dispuestas de forma vertical, lo que favorece el paso de los acumuladores grasos hacia la superficie.
Además, las hormonas femeninas como el estrógeno y la progesterona promueven la retención de líquidos y el almacenamiento de grasa, sobre todo en glúteos, muslos y abdomen.
A esto se suma el impacto del sedentarismo, el consumo excesivo de sal o azúcares, el tabaco y la falta de hidratación.
Temática de género
La celulitis no debe seguir siendo percibida como un defecto estético sin relevancia. Entender su complejidad, su fisiología y sus causas es el primer paso para combatirla con eficacia.
Identificar el tipo de celulitis, adoptar hábitos saludables y elegir tratamientos que actúen en las capas profundas del tejido subcutáneo son factores clave para lograr una mejora visible y, sobre todo, sostenible.