Tegucigalpa

Calamidad se apodera de tres centros educativos

Edificios a punto de ceder, tejados llenos de agujeros, paredes carcomidas y mobiliario despedazado son solo algunas de las penurias que rodean a los estudiantes del instituto Abelardo Fortín y las escuelas Dionisio de Herrera y Nuevos Horizontes.

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20.02.2013

Las escuelas e institutos de la ciudad gemela sobreviven, además del azote de la inseguridad, al deplorable estado de la infraestructura de sus edificios y falta de equipamiento indispensable.

Las paredes resquebrajadas, techos a punto de caer sobre sus cabezas, falta de mobiliario y deterioro de los sanitarios son algunas de las penurias que soportan los estudiantes para lograr superarse.

Un fiel retrato de la indolencia de las autoridades ante las condiciones inhumanas en las que se forman los niños y jóvenes es el instituto Abelardo R. Fortín.

Un centro educativo que por tradición ha sido el semillero de excelentes profesionales del área técnica, es ahora un monumento a la desidia de las autoridades de Educación.

El vetusto edificio, tras 37 años de albergar a la población estudiantil, está a punto de sucumbir por el inmisericorde deterioro que presenta.

Y es que lejos de un sitio acogedor para recibir el pan del saber, a los jóvenes los saludan pupitres despedazados, paredes llenas de agujeros, un techo de madera podrida y laboratorios con puertas agujeradas y paredes incompletas.

El ambiente desaíra las ansias de superación de los muchachos que desafían a la delincuencia para llegar con bien hasta su centro de estudio.

Exigencias

Carlos McCarthy, subdirector del centro educativo, asegura que llevan años añorando que al menos una de las tantas promesas de ayuda que han recibido se cumpla.

“Nos han prometido la reparación de aulas, donación de computadoras de parte del Congreso Nacional, fondos de la matrícula gratis y la reposición del vehículo que nos permitía trasladar material a los talleres”, detalló.

Hasta necesidades mínimas como pizarrones son una utopía en el instituto que se cae a pedazos, pese a que las autoridades de construcciones escolares anunciaron la construcción de un nuevo edificio.

Sumado a las carencias que deben sortear, el año pasado reiterados asaltos a los talleres de carpintería y belleza dejaron a los jóvenes sin herramientas de trabajo.

Actualmente en el centro educativo se forman 1,900 estudiantes en tres jornadas, y los muchachos deben aprender a trabajar con lo mínimo para adquirir las nociones principales del oficio que ejercerán para ganarse la vida.

Histórico problema

A unas cuantas calles del instituto, en el barrio Lempira, los estudiantes de la escuela Dionisio de Herrera ruegan a Dios que no llueva para poder disfrutar de la cancha deportiva.

Y es que durante años las filtraciones de aguas residuales en el espacio deportivo durante el invierno impiden que los niños jueguen.

María Oralia Díaz, secretaria del centro educativo, asegura que aunque las autoridades del Servicio Autónomo Nacional de Acueductos y Alcantarillados (SANAA) realizaron algunos trabajos en la zona, aún teme una nueva inundación en el complejo.

“Por ahora estamos tranquilos, pero el temor está latente porque esta escuela está construida bajo el embaulado de una quebrada y las filtraciones son constantes en invierno”, aseguró.

Sumidos en la pobreza

Un matiz diferente de calamidad se vive en la escuela Nuevos Horizontes, de la colonia Villa Unión.

Aunque la infraestructura del centro es aceptable, la pobreza de la comunidad se evidencia en los uniformes rasgados de los niños, los zapatos de cualquier tipo en sus pies y la falta de merienda en sus loncheras.

Con sacrificio y compromiso los padres de familia han comprado mobiliario, reparado el portón de ingreso, levantado el muro perimetral y cambiado varios techos.

Prudencio García es el director de la escuela, pero para muchos alumnos es un padre y buen samaritano, pues visita de casa en casa a cada uno de los alumnos que se ausentan de sus clases.

“Aquí la falta de ingresos, el aumento de los alquileres de los cuartos, en fin, la pobreza extrema es la que aleja a los estudiantes”, admitió con un tono de impotencia.

Con los pocos recursos que tiene el docente ha vestido, calzado y equipado con útiles escolares a varios alumnos.

“No me queda de otra que solicitar ayuda a varias organizaciones, he logrado donaciones de uniformes, zapatos y cuadernos para que mis niños no detengan su formación”, relata.

Las gemelas Angélica María y Ana Paula Ramírez son como sus hijas adoptivas.

Las niñas, que cursan el tercer grado, no disponían de nada para ingresar a la escuela, pero él se las ingenió para ayudarles con lo indispensable.

“Él nos ayuda mucho con las cosas de la escuela y a veces nos da dinero para comprar merienda”, reconoce con cierta timidez Ana Paula.

Pero el director tiene un listado largo de niños que tienen las mismas necesidades que las gemelas y carga sus listados de carencias en el bolsillo de su camisa para buscar ayuda.

Pese a las necesidades se ha propuesto como meta este 2013 construir un aula de cocina, por si regresa el programa de merienda escolar a la escuela, para que las madres de familia preparen los alimentos de los niños en el mismo centro.

Otra meta es levantar un aula para el jardín de niños que fue expulsado del centro comunal de la colonia y que actualmente opera por la tarde en un aula del centro.

Asimismo, gestionar la donación de 50 pupitres, seis pizarras y ocho armarios que urgen en la escuela.

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