A partir de este miércoles los templos católicos se revistieron de color morado en signo de austeridad, y como un llamado a seguir los tres mandatos de la Iglesia en los próximos 40 días; oración, ayuno y limosna -ofrenda-.
Para hacer que este mensaje pase de la costumbre a los hechos, la eucaristía solemne de la iglesia Catedral San Miguel Arcángel, concelebrada por el canciller de la arquidiócesis de Tegucigalpa, Carlomagno Núñez, y el sacerdote Luis Enrique Gutiérrez, se revistió de reflexión.
Después de la bendición inicial se realizó una significativa procesión de ofrendas: donde los símbolos de la cruz, el libro de la Palabra y un plato colmado de pan junto a otro vacío hicieron meditar a la feligresía.
En el acto no faltaron los signos propios de la liturgia, como la ceniza y el llamado a la solidaridad con los sobres de la campaña cuaresmal que desarrolla la iglesia cada año para financiar obras sociales.
Así los fieles vieron pasar por el centro del templo una cruz de madera revestida con un manto morado, con el claro mensaje a meditar sobre el lema de la Cuaresma de este año; “Siendo rico, se hizo pobre por vosotros”.
Acto seguido, se presentaron recortes de los diarios de circulación nacional sobre actos de corrupción, violencia y anuncios que humillan a la mujer al publicar fotografías donde las damas son expuestas como un mero objeto sexual.
Los recortes no permanecieron en el altar, pues son un signo de la degradación moral y espiritual de nuestra sociedad, por ello fueron incinerados para pedir a cada cristiano que los combata con la fe.
Homilía
Como la introducción a la misa, así fue de directo el mensaje del canciller Núñez durante la homilía.
Amparado en la carta del papa Francisco para esta época y en las escrituras, el sacerdote instó a los creyentes a seguir la pauta de vida de Jesucristo.
“Dejar las mieles del pecado es duro, pero aquí comienza el camino a nuestra renuncia. Primero, la gracia de Dios tiene que anidarse en nuestros corazones, para abrirlos y permitirnos aprender a ver el rostro de Dios en nuestros hermanos”, exhortó.
Recordó que en el evangelio de San Mateo se escucha la voz recia de Jesucristo que despierta al pueblo judío a ejercer una religión sincera al cumplir los signos de la piedad: la oración, el ayuno, la limosna.
Núñez explicó que la oración permite al cristiano relacionarse con Dios; el ayuno refrena las miserias morales y la limosna permite la relación con nuestros semejantes y ver en ellos el rostro de Dios.
“Estamos llamados a vivir, a practicar el mandamiento del amor. No distanciar la teoría de la práctica, porque somos expertos en recetar pero nos cuesta cumplir, somos buenos para predicar pero no para dar ejemplo”, apuntó.
Además, recordó las palabras del apóstol Pablo: “Al atardecer de nuestros días seremos evaluados en el amor”.
Es por ello que recalcó que la Cuaresma es un tiempo adecuado para examinar cuánto bien hicimos, si ayudamos al hermano, cuánto amamos, cuánto nos acercamos al necesitado. La Cuaresma es el tiempo favorable, es lo mejor que nos puede suceder para acercar nuestra vida al Señor.
“El Papa nos invita a ver la miseria moral que tenemos que cambiar, debemos apuntarnos por la vida, ética, moralidad cristiana, respetar siempre lo ajeno, vivir en la verdad, siendo coherentes con el maestro nuestro Señor Jesucristo.
Las pautas están dadas, nos toca cumplirlas”, puntualizó.
Mensaje replicado
La fiesta de la Catedral se replicó en las iglesias de toda la capital, el país y el mundo.
En la iglesia El Calvario, de Comayagüela, previo a la imposición de la ceniza, el párroco Ricardo Sevilla habló a la feligresía que la Cuaresma es un tiempo de recogimiento y retiro espiritual.
La imposición de la cruz se transformó en un acto solemne, que le recordó al cristiano su fragilidad humana que viene del polvo y al polvo volverá.
En instituciones del Estado como el Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) y la Cancillería se celebró la eucaristía del Miércoles de Ceniza, que marca el inicio del período de preparación para la Semana Santa.
En total, son cinco semanas en las que los cristianos realizan actos penitenciales para recibir con el corazón limpio al Cristo Resucitado que dio su vida por amor a sus hermanos.
Desde el signo de la cruz de ceniza, plasmada en su frente, los feligreses asumieron el compromiso de cambiar sus vidas.